Estupor y tristeza en Cuenca por el fallecimiento del artista Fernando Z¨®bel
La muerte del pintor Fernando Z¨®bel, fundador del Museo de Arte Abstracto, fallecido anteayer en Roma a los 59 a?os, ha llenado de estupor y de tristeza a la ciudad de Cuenca, de la que el artista era hijo adoptivo. El entierro de Z¨®bel tendr¨¢ efecto, con toda probabilidad, ma?ana, en el cementerio conquense de San Isidro. Cuenca pierde a un personaje que convirti¨® a la ciudad de las casas colgados en un centro internacional de cultura al que ¨¦l contribuy¨® con la generosidad de un mecenas que jam¨¢s exigi¨® nada a cambio.
Z¨®bel hubiera sido acad¨¦mico de Bellas Artes en las elecciones previstas para finales de mes y en las que ¨¦l era candidato ¨²nico, caso ins¨®lito en la nada academia. En los ¨²ltimos 25 a?os, ninguna persona nacida o relacionada con esta provincia hab¨ªa pertenecido a las academias de la Lengua o de Bellas Artes. Z¨®bel hab¨ªa sido propuesto por J. M. Pita Andrade, Luis Garc¨ªa Ochoa y Enrique Lafuente Ferrari. Pero esto, no importar¨¢ demasiado a una ciudad que en la ma?ana del s¨¢bado conoc¨ªa con estupor y tristeza que hab¨ªa perdido a uno de sus vecinos m¨¢s caracter¨ªsticos y peculiares.Por encima de su fama como pintor, de su prestigio como mecenas de artistas y fundador del Museo de Arte Abstracto, Z¨®bel ser¨¢ recordado aqu¨ª como el paseante an¨®nimo de la plaza Mayor, bondadoso y sencillo, incansable fot¨®grafo de ni?os, siempre dispuesto a la tertulia en cualquier rinc¨®n.
La forma en que eligi¨® esta ciudad para situar su colecci¨®n de pintura y escultura fue casual. Gustavo Torner recuerda que se conocieron en Venecia en 1962; Z¨®bel s¨®lo hab¨ªa estado en Cuenca como turista; poco despu¨¦s de esa fecha vino a comprar un cuadro de Torner y d¨ªas m¨¢s tarde se vieron en Madrid, cenando con Eusebio Sempere. "Fernando se lament¨® de que no encontraba en Toledo ning¨²n sitio para ubicar la colecci¨®n que hab¨ªa ido formando. Entonces yo me acord¨¦ de que estaban terminando de restaurar las casas colgadas y que el ayuntamiento no sab¨ªa qu¨¦ hacer con ellas. A Fernando no le atrajo mucho la idea; lo decidi¨® un d¨ªa mientras habl¨¢bamos de pintura china. Entonces dijo que hab¨ªa que hacer el museo en Cuenca porque era la ¨²nica forma de que sigui¨¦ramos hablando de arte oriental".
Penitente
Z¨®bel hizo algo m¨¢s que traer a Cuenca su colecci¨®n: se transform¨® en vecino de la ciudad, que en 1970 le nombr¨® hijo adoptivo. Durante estos 20 a?os, el pintor, nacido en Filipinas, pas¨® largas temporadas en Cuenca, que fue convirti¨¦ndose, poco a poco, en la residencia m¨¢s habitual de un ciudadano del mundo. A Cuenca dedic¨® tres libros, uno delicioso de dibujos, con comentarios en ingl¨¦s: A sketchbook of spanish hill town, y dos de fotograf¨ªas: Mis fotos de Cuenca y El J¨²car en Cuenca. Sobre esta materia proyectaba insistir en el futuro, utilizando los millares de fotografias que hab¨ªa conseguido. La imagen de Z¨®bel, con su peque?a c¨¢mara en las manos, fotografiando a los vecinos de la plaza Mayor, especialmente a los ni?os, era normal en la ciudadLa integraci¨®n del artista en el esp¨ªritu costumbrista conquense fue total, incluyendo su participaci¨®n en las procesiones de Semana Santa. El mismo Z¨®bel contaba, divertido, c¨®mo a pesar de ir escondido bajo el capuz y la t¨²nica de nazareno la chiquiller¨ªa de la plaza le reconoc¨ªa en seguida en las filas de penitentes por sus grandes zapatos, gritando alborozada: "?Don Fernando, don Fernando!".
Integraci¨®n que alcanzar¨¢ su definitiva dimensi¨®n en la sepultura. Como miembro de la campesina y popular Hermandad de San Isidro, Z¨¢bel no ser¨¢ enterrado en el cementerio com¨²n, sino en un peque?o camposanto desde el que se domina la ciudad, mirando la impresionante belleza de la hoz del J¨²car.
No todo fueron rosas en el camino de Z¨®bel por Cuenca, cuyo ambiente conservador y cerrado reaccion¨® al menos un par de veces contra el hombre que aportaba a la ciudad una dimensi¨®n universal de la cultura. Hace diez a?os, las paredes de las casas colgadas aparecieron cubiertas de pintadas, debidas seguramente a pintores locales que no hab¨ªan conseguido colgar su obra en el museo. En 1977, el ¨²ltimo ayuntamiento franquista intent¨® concederle la medalla de oro de Cuenca; dos votos contrarios impidieron una decisi¨®n que deb¨ªa tomarse por unanimidad. Los dos concejales del voto negativo justificaron su actitud considerando que ya se hab¨ªan otorgado suficientes honores a un forastero. La reacci¨®n de simpat¨ªa en favor de Z¨¢bel cubri¨® aquellos d¨ªas las p¨¢ginas del peri¨®dico local. El actual ayuntamiento proyectaba reparar aquel gesto, pero la iniciativa no ha sido lo suficiente ¨¢gil para adelantarse a la muerte.
En 1981, y tras sufrir un infarto de miocardio, Z¨®bel tom¨® una decisi¨®n inesperada: ceder el museo a la Fundaci¨®n March. Fue una decisi¨®n personal que no consult¨® con nadie. Z¨¢bel estaba ya preocupado por el futuro de un museo que requiere fuertes inversiones, tanto para su mantenimiento cotidiano como para la renovaci¨®n de sus fondos, y no quer¨ªa dejar esa carga a la ciudad. Andr¨¦s Moya, alcalde en aquel momento, dio su pleno acuerdo.
En el propio museo, desligado ya de la intervenci¨®n directa de Z¨®bel, la desolaci¨®n producida por la muerte del pintor es total. Garantizar el futuro de sus trabajadores hab¨ªa sido tambi¨¦n uno de los objetivos de la cesi¨®n. La Fundaci¨®n March ha respetado y mantenido una de las normas de Z¨®bel: todos los conquenses tienen entrada gratuita al museo.
Babelia
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