Un gran pol¨ªtico europeo, un lider comunista
Cuando escribo estas l¨ªneas, Enrico Berlinguer yace gravemente enfermo y existen fundados temores por su vida. Sin embargo, soy incapaz de imaginar la desaparici¨®n prematura de un hombre, un amigo, del que todav¨ªa esperamos mucho -no puedo hablar en pasado-; y digo prematuro porque, para un pol¨ªtico, Berlinguer est¨¢ todav¨ªa lejos de la vejez. Acabo de formular votos, junto con cientos de comunistas santanderinos, por que se recupere. Berlinguer es una de las personalidades pol¨ªticas europeas m¨¢s importantes de los ¨²ltimos 20 a?os. Tuvo ya antes un papel muy destacado en el movimiento juvenil italiano y mundial, en el que se form¨® como dirigente. Fue uno de los diputados m¨¢s j¨®venes de Italia. Pero cuando se impone como gran pol¨ªtico es al ocupar la secretar¨ªa general del PCI, sucediendo a figuras como Grainsci, Togliatti y Longo.Puedo imaginar que al lado de los Amendola, los Pajetta, los Buffalini e Ingrao, los Natta, de toda esa pl¨¦yade de notabilidades de la vida pol¨ªtica italiana, los primeros pasos de Enrico, pese a tener ya una experiencia considerable, debieron estar marcados por una gran prudencia. Encabezar un equipo de esa magnitud, afirmarse sin ser ensombrecido ni hacer sombra a ninguno de ellos, no debi¨® ser cosa f¨¢cil. No s¨¦ si es de ah¨ª de donde le vendr¨ªa a Berlinguer el remoquete -naci¨® en Cerde?a- de sardo mudo. En todo caso, estimo que su primera cualidad es la prudencia y la firmeza pol¨ªticas.
El nombre de Enrico est¨¢ relacionado en un primer tiempo a la idea del compromiso hist¨®rico, idea que entroncaba con la concepci¨®n, tradicional en el PCI del bloque hist¨®rico, que en un pa¨ªs como Italia no era concebible sin la participaci¨®n del pueblo cat¨®lico. M¨¢s tarde reemplaza a esta estrategia la de la alternativa de izquierdas en el intento de superar la barrera que, sobre todo, tras el asesinato de Moro, representaba la Democracia Cristiana para realizar un cambio de fondo en la pol¨ªtica italiana. Porque a trav¨¦s de ambas f¨®rmulas, la voluntad que subyace es acumular las fuerzas necesarias a una aut¨¦ntica transformaci¨®n.
La pol¨ªtica de Bettino Craxi torna muy dificil la segunda variante. Pero el obst¨¢culo m¨¢s fuerte con que tropiezan Berlinguer y el PCI es el veto norteamericano al acceso de los comunistas al Gobierno; veto que bloquea, cada vez m¨¢s gravemente, el funcionamiento de la democracia en Italia. El empantanamiento de la vida pol¨ªtica y las instituciones, la proliferaci¨®n de los h¨¢bitos de corrupci¨®n en los partidos pol¨ªticos -h¨¢bitos de los que s¨®lo se salva el PCI-, los esc¨¢ndalos constantes que se convierten en rutina son el precio que paga Italia por ese veto. Y, sin embargo, siguiendo la pauta trazada ya por Togliatti, Enrico Berlinguer consigue que su partido sea un partido de Gobierno aun estando en la oposici¨®n, que influya considerablemente en la direcci¨®n del pa¨ªs aun sin tener ministros, sea una pieza esencial de la vida pol¨ªtica, social, cultural italiana.
La superaci¨®n de todas esas lacras actuales es inconcebible sin Berlinguer y su partido. El voto comunista italiano, adem¨¢s de un voto de clase, es el voto de la ¨¦tica, del adecentamiento; expresa el deseo de probidad, de un nuevo renacimiento moral de la pol¨ªtica.
Berlinguer es conocido por su papel en el lanzamiento de la tendencia que posteriormente fue bautizada con el nombre de eurocomunismo. Esa tendencia primaba el criterio de independencia de cada partido comunista, la inexistencia de un centro dirigente mundial, la v¨ªa democr¨¢tica al socialismo, el respeto al pluralismo pol¨ªtico e ideol¨®gico. Conceb¨ªa la lucha transformadora no s¨®lo en el terreno nacional, sino tambi¨¦n en el europeo, concediendo gran importancia a la cooperaci¨®n de la izquierda en nuestro continente.
El eurocomunismo no ha significado en ning¨²n momento el abandono de la lucha de clases, de la voluntad de transformar la sociedad capitalista; no ha sido una ca¨ªda en concepciones socialdem¨®cratas, sino el comienzo de un esfuerzo para poner al d¨ªa el proyecto comunista de transformaci¨®n social.
Yo he tenido la satisfacci¨®n de firmar con Berlinguer, hace 11 a?os, en Livorno, la declaraci¨®n en la que esas ideas se proyectaban hacia Europa y de haber mantenido una colaboraci¨®n estrecha con ¨¦l durante largo tiempo. Un momento importante de esa colaboraci¨®n fue el encuentro que ambos, junto con Georges Marchais, celebramos en Madrid a principios de 1977, cuando el PCE no era todav¨ªa legal. Era el comienzo de la transici¨®n y las libertades apenas empezaban a abrirse. Est¨¢bamos como sitiados en un hotel madrile?o. Fuera hab¨ªa una custodia, que m¨¢s que tal era una vigilancia, que nos imped¨ªa reunirnos m¨¢s de 20 personas, incluso para comer. Nos cost¨® mucho que alfinal se autorizase una conferencia de prensa; la autoridad pretend¨ªa que nos reuni¨¦ramos con los periodistas por turno, en peque?os grupos. Sin embargo, por encima de tales barreras, aquella reuni¨®n era seguida con esperanza -o cuando menos, con expectaci¨®n- en toda Europa.
Hoy, ante el lecho del dolor de Enrico Berlinguer, puede surgir la interrogante de si todo aquello fue fructuoso. Yo creo que hasta ahora lo ha sido s¨®lo parcialmente. La grave crisis econ¨®mica, la situaci¨®n de guerra fr¨ªa que soporta el mundo ha influido decisivamente en la reducci¨®n de las grandes expectativas abiertas entonces. Pero si se supera la tensi¨®n actual, si se evita la guerra, habr¨¢ un nuevo renacer de todo aquello.
En todo caso, lo que est¨¢ fuera de duda es el alto prestigio que su labor ha dado internacionalmente a Enrico Berlinguer. Me dicen cuando escribo estas l¨ªneas que Sandro Pertini, el venerable y admirado presidente de la Rep¨²blica italiana, ha ordenado que le preparen una habitaci¨®n contigua a la que presencia el duelo de Berlinguer con la muerte. Sandro, velando por la vida de Berlinguer, ayud¨¢ndole moralmente en esta desesperada batalla -?ojal¨¢ no sea la ¨²ltima!-, nos representa a todos cuantos en Italia y en el mundo seguimos con angustia y en vela la suerte del gran dirigente comunista.
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