A favor y en contra de los toros
Despu¨¦s de le¨ªdo el magn¨ªfico art¨ªculo del se?or Vicent -al que, dicho sea de paso, admiro- sobre la fiesta de los toros y la respuesta de alabanza y afirmativamente furibunda al mismo de una se?ora detractora de la fiesta nacional, se entreabre la profunda cicatriz, siempre sin cerrar, entre los que les gustan las corridas de toros o simplemente las toleran y los intolerantes o enemigos de las mismas.Los detractores recopilan y enarbolan todos los datos ¨¦ticos y morales habidos y por haber contra lo incivilizado que resulta dar muerte a un animal que, enga?ado, ensangrentado y envilecido, muere al final de un ritual. A m¨ª me resulta sospechosamente hip¨®crita el pensar que algunas de estas personas puedan defender a un animal tan a ultranza, pero... no lo hagan con la misma energ¨ªa y asiduidad para defender, por ejemplo, la villan¨ªa de la indiferencia diaria ante un ni?o pidiendo limosna, un anciano durmiendo al raso o un hombre joven o en la madurez sin posibilidades ni futuro de trabajo. Pero estos detractores nos comparan encima con los pa¨ªses civilizados, donde no hubo, ni hay, ni habr¨¢ fiesta de toros, donde cuidan exquisitamente a las plantas, y a los perros, pero que inflexible y reiteradamente someten a muchos pa¨ªses, como los que tienen fiesta de toros, a las vejaciones m¨¢s refinadas, y no hay plumas detractoras que protesten asidua y regularmente contra estos espejos de cultura. Naturalmente, comprendo que esto no resulta f¨¢cil ni exquisito, ni reporta ning¨²n tipo de prestigio.
Nac¨ª en Espa?a y en ning¨²n otro pa¨ªs m¨¢s civilizado, Y me veo, como el t¨®pico, moreno, bajito y con mala leche; pero se me abren las carnes y grito como un salvaje por dentro cuando un ni?o me pide una limosna, veo a un anciano durmiendo al raso o a un hombre joven o en la madurez sin posibilidades ni futuro de trabajo, o cuando un pa¨ªs culto y civilizado que cuida las plantas o sobrealimenta a sus perros veja y desprecia a otros pueblos sin civilizar y que adem¨¢s tienen corridas de toros. Al pensar sobre todo esto, resulta que me lleno de comprensi¨®n y tolerancia hacia mis compatriotas, incluso a los que les gustan las corridas de toros, y suspiro felizmente.-
Madrid.
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