OTAN: Razones para no salir /1
En las l¨ªneas que siguen se pretende sostener la siguiente argumentaci¨®n: la salida de Espa?a de la OTAN no favorecer¨ªa las perspectivas de distensi¨®n o desarme en Europa; tampoco disminuir¨ªa los riesgos de nuestro pa¨ªs en caso de guerra mundial; en cambio, la permanencia en la OTAN, con el actual status, podr¨ªa ofrecer en ciertas condiciones la posibilidad de que Espa?a contribuyera a la. distensi¨®n, la desnuclearizaci¨®n y el desarme europeos; esas condiciones, por ¨²ltimo, dependen, de un lado, de la voluntad pol¨ªtica del Gobierno espa?ol, y de otro lado, de la evoluci¨®n de las relaciones econ¨®micas internacionales, aspecto en el que cabe subrayar que las tendencias observables favorecen la idea de un entendimiento paneuropeo y no la imagen de una creciente tensi¨®n.Los autores son conscientes de que en los presentes momentos la defensa de estas tesis, en este pa¨ªs, no pueden aumentar su popularidad, y hasta les expone a ser incluidos entre los "intelectuales org¨¢nicos de la OTAN", categor¨ªa recientemente acu?ada en algunos medios antiimperialistas que invirtiendo la paranoia de Reagan- parecen situar el imperio del mal en- la Casa Blanca. Pero el problema que nos ocupa es demasiado grave como para plegarse a los prejuicios dominantes o complacer a los amigos.
Como punto de partida es preciso recordar que la amenaza sovi¨¦tica no es simplemente un invento del Pent¨¢gono o de la CIA, menos a¨²n del presidente Reagan, que en ¨¦ste como en tantos otros aspectos se limita a resucitar consignas que ya han probado su ¨¦xito en otros momentos y en otras circunstancias. Mencionemos algunos hechos. Habiendo fracasado durante los a?os heroicos de la guerra civil en su intento de exportar la revoluci¨®n sirvi¨¦ndose del ej¨¦rcito rojo, y despu¨¦s de perder durante los a?os estalinianos el alma revolucionaria de octubre, la Uni¨®n Sovi¨¦tica extendi¨® en 1945 hasta media Europa su zona de seguridad, estableciendo un cintur¨®n de reg¨ªmenes similares al suyo f¨¦rreamente controlados desde Mosc¨².
Las ¨²nicas intervenciones militares en Europa desde la segunda guerra mundial han sido las protagonizadas por la Uni¨®n Sovi¨¦tica, de forma m¨¢s o menos directa, en Berl¨ªn (1953), Budapest (1956) y Praga (1968), por no mencionar el obvio chantaje militar que provoc¨® el golpe militar de Jaruzelski en Polonia. Intervenciones dirigidas no s¨®lo contra el derecho a la independencia de estos pueblos, sino contra su aspiraci¨®n a una democratizaci¨®n socialista. Por otra parte, la autonom¨ªa de los intereses militares en la URSS parece ser suficiente como para imponer en tiempos de Breznev la invasi¨®n de Afganist¨¢n en contra de la opini¨®n del KGB de Andropov, o para presentar como un hecho consumado al propio Andropov, convertido ya en secretario del partido, el derribo del jumbo coreano. Mencionemos, por ¨²ltimo, el inquietante s¨ªntoma que representa la represi¨®n de todo movimiento pacifista en la URSS.
Hay entonces una amenaza sovi¨¦tica. Otra cosa es que el agitarla en los ¨²ltimos a?os setenta respondiera al fracaso de la presidencia de Carter y a la creciente histeria nacionalista que dio la presidencia a Reagan. El despliegue de los SS-20, en todo caso, no demostr¨® especial voluntad de distensi¨®n, sobre todo si, como parec¨ªan pensar los sovi¨¦ticos, la paridad estrat¨¦gica de armamento ya se hab¨ªa alcanzado anteriormente. Afirmar que los SS-20 eran una simple renovaci¨®n de lo ya existente no es serio. Los pacifistas que argumentan sobre la base del ya muy sobrepasado punto de overkill para criticar el despliegue de los misiles Pershing o de crucero bien podr¨ªan aplicar el mismo criterio moral a los cachivaches sovi¨¦ticos.
Ciertamente, el belicoso actor establecido en la Casa Blanca no ofrece la misma imagen que el vacilante campesino que ahora parece dirigir la URSS. Pero el punto no es saber si Chernenko es persona pac¨ªfica o no, ojal¨¢ que s¨ª. El punto es que las fuerzas convencionales del Pacto de Varsovia en Europa del Este son desmesuradas, que los SS-20 son un armamento razonablemente sofisticado, y que, a menos que alguien pare esta historia, los sovi¨¦ticos siguen dispuestos a renovar sus misiles de alcance intermedio introduciendo tecnolog¨ªa de la ¨²ltima generaci¨®n. Eso quiere decir que Europa occidental, con o sin la ayuda de Estados Unidos, necesita un acrecentado aparato militar para no quedar a disposici¨®n de los cambios de humor de Chernenko o de su previsible reemplazante a corto plazo. La OTAN no es solamente un invento del imperialismo norteamericano, aunque a veces se pueda comportar como tal. Europa occidental necesita un organismo de defensa.
El problema se complica porque la OTAN est¨¢ subordinada a Estados Unidos y porque, para mayor mala suerte, este pa¨ªs se encuentra en pleno relanzamiento de su proyecto hegem¨®nico bajo la direcci¨®n de Ronald Reagan, cuya pol¨ªtica exterior ha agravado la tensi¨®n internacional. Veamos ahora qu¨¦ pinta Espa?a en esta historia. Como sabemos, nuestro pa¨ªs fue incorporado a la OTAN, sin consultar a nadie, por el Gobierno de una UCD en franca decadencia. ?Por qu¨¦ no salir ya?
Prol¨®ngar la tensi¨®n
?Para qu¨¦ servir¨ªa salir? ?Contribuir¨ªa a la causa de la paz y la distensi¨®n? En primer lugar, teniendo en cuenta la actitud algo cerril que ¨²ltimamente han adoptado los sovi¨¦ticos en tomo a su posible vuelta a las conversaciones de Ginebra, cabe temer que no. Por el contrario, si Espa?a saliera de la OTAN se puede sospechar que los equivalentes sovi¨¦ticos de Reagan ver¨ªan en tal decisi¨®n una confirmaci¨®n de la justa l¨ªnea por ellos seguida, y acentuar¨ªan su dureza esperando nuevas escisiones de la alianza occidental. S¨®lo servir¨ªa para prolongar la tensi¨®n.
?Podr¨ªa contribuir nuestro pa¨ªs a la distensi¨®n desde fuera de la OTAN? Tampoco cabe mucho optimismo en este punto. Si nos marginamos de la OTAN no s¨®lo se puede temer que quedemos marginados igualmente de la integraci¨®n econ¨®mica europea, lo que no ser¨ªa cosa de broma para nuestros hijos y su nivel de vida, sino que hay razones para sospechar que nuestras opiniones sobre pol¨ªtica internacional pesar¨ªan m¨¢s o menos lo mismo que las de Marruecos, si mantenemos las bases norteamericanas, o que las de Malta, si no las mantenemos. Va siendo hora de aceptar con crudeza y visi¨®n de futuro nuestra situaci¨®n: como parte de Europa podemos ser uno entre iguales; fuera de ella no somos nada excepto una referencia cultural para los pa¨ªses latinoamericanos.
?Nos salvar¨ªa de una posible guerra mundial el estar fuera de la OTAN? No, desde luego, mientras las bases norteamericanas siguieran en nuestro suelo; pero supongamos que la vieja ineficacia de los servicios norteamericanos nos permitiera desmantelar las bases y sobrevivir como una democracia: si hubiera una guerra en Europa, ¨¦sta nos afectar¨ªa por pura geoestrategia, sin necesidad de mencionar que una guerra nuclear sensu stricto no dejar¨ªa sobrevivientes en Europa, aunque nuestro pa¨ªs no fuera terreno de conflicto. La ¨²nica posibilidad de sobrevivencia para nuestro pa¨ªs es que no haya guerra nuclear, que no haya tercera guerra mundial, y en esta apuesta la salida de la OTAN no ser¨ªa positiva ni suficiente.
En este contexto, en suma, debemos elegir entre confiar en nuestra buena estrella -y a tales efectos estar o no en la OTAN es casi lo de menos- o buscar v¨ªas de actuaci¨®n eficaz para favorecer la distensi¨®n y el desarme. Nuestro razonamiento es que, si se opta por el voluntarismo y por contribuir a la causa de la paz, la permanencia en la OTAN nos ofrece perspectivas no desde?ables, y desde luego no asequibles si la abandonamos.
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