Ante el retorno de Wilson Ferreira Aldunate
El dirigente uruguayo Wilson Ferreira Aldunate regresa hoy a Uruguay, a pesar de las advertencias y amenazas del r¨¦gimen militar. El autor de este art¨ªculo analiza las consecuencias de este retorno y pasa revista a la actual situaci¨®n de tensi¨®n pol¨ªtica en ese pa¨ªs latinoamericano, subrayando la necesidad de un futuro libre y democr¨¢tico, necesario para su reconstrucci¨®n nacional.
El pasado 25 de mayo, el l¨ªder del Partido Nacional (blanco) uruguayo, Wilson Ferreira Aldunate, se situ¨® en Concordia (ciudad argentina que mira a su pa¨ªs) y anunci¨¦ ante un millar de compatriotas que regresar¨ªa al pa¨ªs el 16 de junio. El Gobierno militar de Montevideo ha repetido una y otra vez que Ferreira ser¨¢ detenido en cuanto pise el territorio uruguayo y sometido a la justicia militar.Pocos d¨ªas despu¨¦s de conocerse el anuncio de Ferreira, los militares exigieron a los l¨ªderes pol¨ªticos legales la apertura de negociaciones sobre la base de la ¨²ltima propuesta castrense de institucionalizaci¨®n, lo cual deb¨ªa producirse no m¨¢s tarde del 15 de junio, en cuyo defecto tendr¨ªan que ser suspendidas las elecciones programa das para el pr¨®ximo 25 de noviembre. El ultim¨¢tum. enrareci¨® a¨²n m¨¢s el tenso ambiente pol¨ªtico uruguayo y fue recibido como una jugada especialmente dirigida contra el l¨ªder del Partido Nacional, a la vez que una amenaza de alteraci¨®n del calendario pol¨ªtico establecido por el propio r¨¦gimen para devolver el gobierno a los civiles.
Para despejar cualquier duda acerca de las intenciones del Gobierno, la polic¨ªa de Montevideo apale¨® brutalmente el 3 de junio una manifestaci¨®n pac¨ªfica no autorizada, convocada por la totalidad de las fuerzas pol¨ªticas y sociales democr¨¢ticas. Al d¨ªa siguiente quedaron expresamente prohibidas todas las manifestaciones p¨²blicas, en decisi¨®n que confirma a los observadores la impresi¨®n de que las autoridades piensan emplearse a fondo para reprimir cualquier efecto pol¨ªtico derivado del retorno de Ferreira. Como era de esperar, ¨¦ste ha ratificado sus planes y los blancos preparan un gran recibimiento, aun a sabiendas de que su jefe no podr¨¢ siquiera tomar contacto ni ser visto por el pueblo, ya que su detenci¨®n tendr¨¢ lugar, probablemente, a bordo de la embarcaci¨®n en la que llegar¨¢ a Montevideo.
El di¨¢logo con los militares
El pasado d¨ªa 4, despu¨¦s de o¨ªr los requerimientos militares a la oposici¨®n y en vista de la actitud represora evidenciada por los dem¨¢s actos gubernativos, irreconciliablemente hostiles a Ferreira Aldunate, los dirigentes del Partido Nacional anunciaban la decisi¨®n de no volver a sentarse en ninguna mesa negociadora con los militares. Las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas -a pesar de su manifiesta solidaridad con los blancos- no acertaban con una reacci¨®n inmediata y proced¨ªan a evaluar la gravedad de la situaci¨®n. No obstante, posteriormente pudo saberse que en el seno de la Multipartidaria, de la que no est¨¢ excluido ning¨²n sector pol¨ªtico, prevalec¨ªa el criterio de no concurrir el d¨ªa 15 ni dar respuesta alguna a las propuestas militares en las actuales condiciones.El retorno de Ferreira Aldunate es el hecho pol¨ªtico m¨¢s esperado y necesario para la sociedad uruguaya desde que, el 19 de marzo pasado, recuper¨® la libertad el general L¨ªber Seregni, l¨ªder de la coalici¨®n de izquierdas Frente Amplio, privada de toda legalidad por el r¨¦gimen militar. No obstante, nadie es capaz de predecir lo que podr¨¢ ocurrir cuando una enorme masa humana como la que, seg¨²n est¨¢ previsto, se apretar¨¢ ma?ana en el peligroso embudo que forman la Ciudad Vieja y el puerto de Montevideo, desafiando a cualquier prohibici¨®n autoritaria, decida reclamar sus derechos.
Wilson Ferreira se instal¨® en un hotel de la capital argentina el 23 de abril, en medio de insistentes especulaciones sobre su inminente regreso a Uruguay luego de casi 11 a?os de exilio. Fue recibido con especial distinci¨®n en c¨ªrculos oficiales y parlamentarios, al punto de que al d¨ªa siguiente de su llegada almorz¨® con el presidente Alfons¨ªn en la residencia de Olivos y el Ayuntamiento bonaerense le declar¨® hu¨¦sped de honor.
El hecho tuvo imnediatas consecuencias en Uruguay, tanto a nivel popular como a nivel oficial. El mismo d¨ªa 24 de abril, apenas unas horas despu¨¦s del almuerzo de Olivos, lleg¨® a Montevideo el nuevo embajador argentino. Pero el que llegaba era nada menos que Carlos H. Perette (figura del radicalismo, ex vicepresidente con Arturo Ill¨ªa, que fue depuesto por el general Ongan¨ªa), y no lo hac¨ªa por los medios normales de transporte, sino que ven¨ªa a bordo de la ca?onera Muratore, en gesto que fue interpretado como una nueva mano echada por Alfons¨ªn a la oposici¨®n uruguaya, por simbolizar la sumisi¨®n de la fuerza armada al poder civil.
Las autoridades del Partido Nacional se reunieron en Buenos Aires con Ferreira, quien desde diciembre de 1983, y por abrumadora mayor¨ªa de la convenci¨®n nacionalista, es nuevamente candidato a la presidencia de la Rep¨²blica. El d¨ªa 26 se decidi¨® lanzar una urgente movilizaci¨®n de las bases nacionalistas para recoger firmas en uso del derecho constitucional de iniciativa popular y forzar la realizaci¨®n de un plebiscito que dar¨ªa por tierra con todas las normas antidemocr¨¢ticas del r¨¦gimen militar. En breves d¨ªas se recogieron m¨¢s de 600.000 firmas.
Pero simult¨¢neamente al lanzamiento de tan sobrada como quim¨¦rica demostraci¨®n de fuerza pol¨ªtica, Wilson Ferreira envi¨® un interesante mensaje a los militares uruguayos, aparentemente no recibido por ¨¦stos. En un discurso pronunciado ante miles de uruguayos en Buenos Aires, el 28 de abril, Ferreira ofreci¨® renunciar libremente a su candidatura presidencial si las Fuerzas Armadas aceptan, sin condicionamiento alguno, la restauraci¨®n inmediata del Estado de derecho regido por la Constituci¨®n de 1967.
El 23 de mayo, cuando las autoridades del Partido Nacional se preparaban para presentar las firmas conteniendo la iniciativa popular, el Gobierno dict¨® un nuevo acto institucional en el cual se decreta que la funci¨®n constituyente es ejercida exclusivamente por el poder ejecutivo.
?Elecciones sin futuro?
El 1 de mayo, a la misma hora en que uno de cada cuatro montevideanos se concentraba junto a la clase obrera para reclamar libertad y trabajo, las Fuerzas Armadas entregaban a los partidos autorizados (los mayoritarios partidos tradicionales, Nacional y Colorado, y la min¨²scula Uni¨®n C¨ªvica) una nueva propuesta de salida institucional que, respetando la realizaci¨®n de elecciones el pr¨®ximo 25 de noviembre, supone la continuidad de la tutela militar sobre el Gobierno, la jurisdicci¨®n militar para los civiles y la autonom¨ªa de los ej¨¦rcitos en la designaci¨®n de sus altos jefes.La propuesta va acompa?ada del mantenimiento de la proscripci¨®n para Ferreira Aldunate y L¨ªber Seregni, pero adem¨¢s supone para el Frente Amplio el ofrecimiento de legalizaci¨®n de algunos de los partidos de la coalici¨®n, tales como el democristiano, el socialista, los sectores de origen batllista y agrupamientos de independientes. Se mantendr¨ªa el veto para el Partido Comunista de Uruguay y otros grupos afines.
Para los colorados, la oferta militar entra?a, a la vez, una ventaja electoral inmediata y un serio peligro a medio plazo. Un Gobierno presidido por su actual l¨ªder, Julio Mar¨ªa Sanguinetti, ser¨ªa bien visto por Washington, la derecha uruguaya y el capital internacional. Pero los principios del Partido Colorado quedar¨ªan por el camino.
Es en momentos en que todos los partidos, legales e ilegales, est¨¢n considerando la m¨¢s digna respuesta al ultim¨¢tum y al contenido mismo de la propuesta militar -un¨¢nimemente considerada inaceptable en su formulaci¨®n actual- cuando va a producirse el retorno del indiscutido l¨ªder nacionalista y probable primer aspirante a gobernar Uruguay en caso de una consulta libre al cuerpo electoral. Nadie entiende c¨®mo los militares podr¨¢n mantener encarcelado a Ferreira, contra una opini¨®n p¨²blica movilizada, y pretender una negociaci¨®n.
Los partidos y el conjunto de los movimientos sociales uruguayos se hallan enfrentados con un poder que no entiende ni quiere reconocer las realidades de un pa¨ªs al que s¨®lo puede controlar por la fuerza que detenta. En opini¨®n de algunos observadores, se ha extendido demasiado la creencia de que las elecciones de noviembre son una meta irrenunciable, a cambio de la cual s¨®lo aguarda el abismo. Amplios sectores de la oposici¨®n parecen sostener esa idea, que est¨¢ beneficiando al Gobierno.
En ese sentido, el radicalismo de los blancos, exacerbado por la necesidad de conquistar la libertad y la rehabilitaci¨®n pol¨ªtica de Ferreira Aldunate, supone una saludable fuerza de arrastre ante quienes -como en el caso de influyentes sectores del Partido Colorado- se muestran proclives a aceptar algunas de las bases presentadas por los militares con tal de poder llegar a las elecciones.
Por el lado del Frente Amplio -al que el Gobierno tambi¨¦n ha querido lanzar un anzuelo divisionista- se ha insistido en la necesidad de una respuesta democr¨¢tica unitaria, capaz de lograr que las elecciones resulten todo lo libres y aut¨¦nticas que deben ser para asegurar un futuro igualmente libre y democr¨¢tico, y un gobierno con el apoyo popular necesario para enfrentar la gran tarea de reconstrucci¨®n econ¨®mica y social.
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