La cuesti¨®n de la OTAN
Hace tan s¨®lo unos d¨ªas, dos notables intelectuales con vocaci¨®n pol¨ªtica -Fernando Claud¨ªn y Ludolfo Paramio- han expuesto en estas p¨¢ginas sus argumentos a favor de la permanencia de Espa?a en la OTAN. Ambos son amigos m¨ªos (Ludolfo, desde los tiempos miniheroicos de la Universidad Aut¨®noma, cuando compart¨ªamos la enemiga de un rector pose¨ªdo por el h¨¢bito neroniano de componer versos y alivi¨¢bamos el tedio de las asambleas de penenes con gansadas que, fuera de nosotros mismos, contaban con poco p¨²blico adicto) y adem¨¢s son personas cuyo dictamen sobre cuestiones de actualidad nunca me ha parecido ocioso conocer. Por otro lado, estoy seguro de que los tres deseamos un tipo de sociedad muy parecido, en el que lo estatal no devore a lo civil, lo militar no tiranice a lo pol¨ªtico, haya el m¨¢ximo de justicia compatible con el m¨ªnimo de ajusticiamientos y toda la diversidad necesaria para que el principio igualitario de la ley sea m¨¢s liberador que coactivo.Ninguno de ellos dos es, por supuesto, partidario de la gesti¨®n universal de la amenaza b¨¦lica por dos grandes bloques imperiales. Y, sin embargo, han tenido el valor de teorizar la determinada opci¨®n pol¨ªtica a favor de la OTAN, sabiendo que de inmediato ser¨¢n considerados "lacayos del imperialismo yanqui" (con no mejores razones que las que convierten a todos los pacifistas en agentes a sueldo de Mosc¨²) y que se les acusar¨¢ de haber cambiado la chaqueta de izquierdas por una librea gubernamental de corte m¨¢s conformista. Vivimos en un pa¨ªs en el que se considera persona de principios -a quien por falta de informaci¨®n y rigidez de prejuicios nunca suele modificar sus opiniones, mientras que es traidor o integrado quien procura ser un poco menos imb¨¦cil cada d¨ªa que pasa, lo cual exige aliviar los viejos dogmas o abandonarlos. No ser¨¢ malo recordar que s¨®lo quien piensa puede llegar a pensar otra cosa... Vaya esto como se?al de respeto ante la honradez de una postura que carece ciertamente de popularidad entre la izquierda, pero no de razones.
Sin embargo, el refrendo te¨®rico de Fernando Claud¨ªn y, Ludolfo Paramio a lo que sin duda va a ser la postura oficial del Gobierno en esta, cuesti¨®n litigiosa me alarma y hasta entristece un poco. Primero, por ser ellos quienes son, y, segundo, por ser dicha postura la que cada vez con m¨¢s claridad vemos venir. Intentar¨¦ ahora explicar estos dos motivos de zozobra.
Claud¨ªn y Paramio son dos te¨®ricos de la izquierda, venidos de organizaciones y luchas diferentes, pero oficialmente adscritos al partido socialista. Representan en el plano actual a quienes han querido comprometerse con el ejercicio efectivo de un poder pol¨ªtico moderadamente progresista (siempre menos limpio y convincente que la pura cr¨ªtica), pero conservando a la vez un punto de vista lo suficientemente insumiso como para no emanar directamente de cualquier departamento oficial de propaganda. Su posici¨®n en temas delicados como ¨¦ste de la OTAN, en que el Gobierno act¨²a como un Maquiavelo convencido por Yago de que Desd¨¦mona est¨¢ a punto de estrangularle, es particularmente significativa como referencia de lo que podemos esperar o temer. ?Puede permitirse realmente el partido socialista, incluso el Gobierno socialista, abandonar la cada vez m¨¢s extendida reivindicaci¨®n del no alineamiento militar y del efectivo desarme a la pl¨¦yade de ex moscovitas y pol¨ªticos residuales de diversas chinoiseries que no tienen otro prop¨®sito empu?ando la bandera verde que reciclarse como alternativa de poder?
Por otra parte, los dos intelectuales citados son conscientes de que realmente existe una amenaza en el bloque sovi¨¦tico. Desgraciadamente, los que proclaman tal amenaza suelen ser anticomunistas primarios y proyanquis (neoconversos, desde luego) fervorosos. Abundan excesivamente, as¨ª como tambi¨¦n los que acompa?an las ideas neutralistas y antimilitaristas con la obsesi¨®n tercermundista de minimizar los peligros de pulmon¨ªa que traen los vientos siberianos. Me parece importante argumentar a favor del no alineamiento militar a partir de la clara conciencia de la amenaza sovi¨¦tica y no pese a ella. Aclaro qu¨¦ entiendo por tal amenaza para quitar truculencia a la palabreja: no consiste en modo alguno en creer que la URSS tiene como objetivo pol¨ªtico primordial la invasi¨®n armada de Europa occidental ni cosa por el estilo. Se habla de que el capitalismo saca m¨¢s beneficios econ¨®micos de la militarizaci¨®n del mundo, beneficios que no le ser¨ªa f¨¢cil conseguir por otra v¨ªa; pero hay que insistir en que la Uni¨®n Sovi¨¦tica saca inmensos beneficios pol¨ªticos de dicha militarizaci¨®n, que a su sistema autocr¨¢tico le son ya irrenunciables. La potencial agresividad externa de la URSS es el principal apoyo de su control interno: el enemigo de fuera como coartada para disciplinar al disidente de dentro e impedir la evoluci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs. Adem¨¢s, la URS S tiene ya pa¨ªses sometidos en Europa, los norteamericanos a¨²n dudan en invadir abiertamente Nicaragua, pero los rusos no vacilaron tanto en Hungr¨ªa ni en Checoslovaquia. Esos pa¨ªses no tienen m¨¢s obligaci¨®n de padecer sus actuales Gobiernos que Guatemala o Chile los suyos, y ser¨ªa indecente darlos por definitivamente asignados al Este en el reparto del mundo. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ si en ellos vuelven a darse levantamientos populares, tal como ahora ocurre contra las tiran¨ªas de Am¨¦rica Latina? ?Cu¨¢l deber¨¢ ser la actitud de los restantes pa¨ªses europeos y c¨®mo reaccionar¨ªa la URSS ante un posible grupo de Contadora que intentase mediar en el conflicto? Todo esto son posibilidades reales que no deben ser descarta-
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das, pero -precisamente por el peso pol¨ªtico actual del militarismo en el r¨¦gimen sovi¨¦tico- la pura presi¨®n armada y el fomento paranoico de las tensiones b¨¦licas s¨®lo puede servir para agravar el mal que pretende combatir. En una palabra, los que, como Claud¨ªn, Paramio o yo mismo, no creemos que el militarismo sovi¨¦tico sea un puro reflejo defensivo ante la agresi¨®n capitalista debi¨¦ramos tener principal inter¨¦s en aliviar las tensiones b¨¦licas que le sirven de coartada.
Pero, a mi juicio de simple ciudadano, lo peor de esta cuesti¨®n no es ya salir de la OTAN o meterse hasta el corvej¨®n en ella, sino la actitud gubernamental en torno a todo este turbio asunto. Malo es que, por lo visto, hayan llegado a la conclusi¨®n de que no tenemos m¨¢s remedio que seguir en la OTAN, una vez cometido el resbal¨®n de entrar: lo intragable es que nos traten de entusiasmar con esa organizaci¨®n caduca y desarbolada, que nos quieran hacer pasar por sutil y realista opci¨®n pol¨ªtica lo que no es sino sencilla (y quiz¨¢ inevitable) sumisi¨®n a la perspectiva menos inteligente de la pol¨ªtica exterior yanqui. Lo que me ha entristecido del art¨ªculo de mis dos amigos es que puedan parecer inmersos en tan m¨ªsera maniobra cosm¨¦tica. Porque lo evidente es que en la OTAN ya no cree a estas alturas casi nadie, y por eso Reagan tiene que chasquear de cuando en cuando el l¨¢tigo para conservar la disciplina e impedir la desbandada. Si en la OTAN se estuviese tan bien como cree Joseph Luns, la gente se pegar¨ªa por entrar en ella, no por salir; y, ya que estamos en ello, ?c¨®mo no va a, estar en decadencia una organizaci¨®n pilotada durante dif¨ªciles a?os por el se?or Luns, que es, seg¨²n el consenso universal, uno de los pol¨ªticos m¨¢s lerdos de varios continentes? La OTAN responde a un esquema del mundo y de la hegemon¨ªa estadounidense que hoy ya no son de recibo; pertenece a una concepci¨®n polar?zada y belicista de la seguridad europea que hoy -y ayer tarde- va cobrando perfiles suicidarios. En la OTAN se sirve, pero ella cada vez sirve para menos, y a algunos de nada real nos va a servir, salvo para evitar represalias. Porque si nos quedamos en la OTAN no ser¨¢ por lo que esperemos conseguir all¨ª, sino por lo que tememos que nos hagan si nos salimos... Y en ese caso la amenaza no es precisamente sovi¨¦tica.
De lo que uno querr¨ªa o¨ªr hablar a personas agudas y honradas como Claud¨ªn y Paramio es de lo que puede proponerse a Europa y con Europa (y desde luego no contra Estados Unidos) en lugar de la vieja y hostil OTAN: esta necesaria alternativa es algo que jam¨¢s se pensar¨¢ si los pa¨ªses siguen dobleg¨¢ndose al actual modelo defensivo. Rehusarse a la OTAN no es un fin en s¨ª mismo, sino el comienzo de una b¨²squeda y el replanteamiento -en colaboraci¨®n con quienes siguieran -nuestro ejemplo o se apoyaran en nuestra postura- de una nueva diplomacia antibelicista. La plena integraci¨®n sin m¨¢s ni m¨¢s en la OTAN no es la m¨¢s alta ocasi¨®n que vieron los siglos, como parece que ahora quieren vendemos, sino, literalmente, un desastre; es decir, la deserci¨®n de nuestra estrella. Aunque quiz¨¢ nuestros responsables de este d¨ªa han llegado a pensar, como Maurice Blanchot, pero sin intuici¨®n po¨¦tica alguna, que 'le d¨¦sastre prend soin de tout". Del todo se ocupa ya el desastre y de nosotros.
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