Jakson, en Cuba
EL VIAJE de Jesse Jackson a La Habana obliga a la opini¨®n p¨²blica norteamericana a preguntarse por la pol¨ªtica seguida por Estados Unidos con respecto a Cuba. Es inevitable colocar ese viaje en el marco de la campa?a electoral para la presidencia de Estados Unidos: Jackson no es, ni puede ser, el candidato del Partido Dem¨®crata; pero ha logrado convertirse en el l¨ªder de la comu nidad negra, es decir, de una poblaci¨®n de 26 millones de ciudadanos; su peso en la convenci¨®n de San Francisco, encargada de designar el candidato dem¨®crata, ser¨¢ importante. Al mismo tiempo, con sentido com¨²n y audacia, est¨¢ demostrando que existe en cuestiones in temacionales de importancia primordial una alternativaa la pol¨ªtica aplicada por la Casa Blanca. Lo cual contribuye a erosionar el prestigio del presidente Reagan. Jackson dio ya un golpe espectacular en Siria: despu¨¦s de su entrevista con el presidente Asad, logr¨® la puesta en libertad de un aviador norteamericanao que hab¨ªa sido hecho prisionero. La gesti¨®n de Jackson ayud¨® a evidenciar la inconsistencia de la presencia en L¨ªbano de fuerzas militares de Estados Unidos. Fue uno de los factores que impuls¨® al presidente Reagan a renunciar a aquella operaci¨®n. En Cuba es probable que la actual gesti¨®n de Jackson, adem¨¢s de sus efectos electorales, pueda tener un impacto cara al futuro. La puesta en libertad de 48 ciudadanos norteamericanos y cubanos por las autoridades castristas es una buena demostraci¨®n de que el camino del di¨¢logo, de la conversaci¨®n directa, es m¨¢s rentable que el de las acusaciones y amenazas m¨¢s o menos propagand¨ªsticas. Pero el viaje de Jackson suscita una pregunta m¨¢s sencilla y m¨¢s fundamental: ?qu¨¦ sentido tiene que Estados Unidos se niegue a tener relaciones diplom¨¢ticas normales con el Gobierno de La Habana? ?stas fueron rotas en enero de 1961, ruptura entonces l¨®gica, porque en abril del mismo a?o tuvo lugar el desembarco en la bah¨ªa de Cochinos; es decir, la pol¨ªtica norteamericana tend¨ªa claramente en aquella etapa a derribar por todos los medios el Gobierno de Fidel Castro. Estados Unidos logr¨® asimismo con sus presiones que casi todos los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina rompiesen sus relaciones diplom¨¢ticas con La Habana. Pero desde entonces han pasado muchos a?os y muchas cosas. Pr¨¢cticamente todos los pa¨ªses latinoamericanos han reanudado sus relaciones con Cuba. Y hoy la tesis defendida por el reverendo Jackson, durante su viaje, de que Estados Unidos necesita restablecer unas relaciones diplom¨¢ticas normales con Cuba no es f¨¢cilmente rebatible. Alegar que en Cuba no existe un sistema pol¨ªtico democr¨¢tico y pluralista, que hay casos de violaci¨®n de los derechos humanos es totalmente inconsistente. Estados Unidos tiene relaciones, incluso alianzas estrechas, con numerosos Estados no democr¨¢ticos y en los que no reina ning¨²n respeto hacia los derechos humanos. Tampoco tiene l¨®gica el argumento de que Cuba es un pa¨ªs dependiente de la URS S y colocado en la ¨®rbita de ¨¦sta. Estados Unidos tiene relaciones diplom¨¢ticas con los pa¨ªses del Pacto de Varsovia; Bucarest, Sof¨ªa, Budapest son visitadas de cuando en cuando por altos dignatarios norteamericanos; en alg¨²n caso, por el propio hu¨¦sped de la Casa Blanca. En cuanto a Cuba, convendr¨ªa a los dirigentes norteamericanos reflexionar sobre el grado de responsabilidad que tienen al haber empujado por un fen¨®meno de rechazo a la revoluci¨®n cubana hacia ese campo socialista dominado y regimentado por Mosc¨². En todo caso, sigue la pregunta: ?por qu¨¦ con otros s¨ª y con Cuba no? Parece como si en el trasfondo de la posici¨®n de Estados Unidos estuviese la concepci¨®n m¨¢s o menos confesada de que Cuba se halla en una parte dermundo en la que los Gobiernos, para existir, tienen que tener el placer de Washington; es un residuo de colonialismo, que cobr¨® nueva vigencia con la invasi¨®n de la isla caribe?a de Granada, pero que choca con las realidades del mundo de hoy. Es evidente que el restablecimiento de relaciones diplom¨¢ticas no cambiar¨ªa el contenido de la pol¨ªtica ni de Estados Unidos ni de Cuba; podr¨ªa deducirse de ello que el tema carece de importancia. No obstante, la apertura de canales regulares de comunicaci¨®n mutua, el intercambio de opiniones y el mejor conocimiento de las posiciones respectivas ponen en marcha un proceso que puede ayudar a cambiar el clima. Jackson ha presentado su viaje como una contribuci¨®n a las soluciones de negociaci¨®n y de paz que propugna el grupo de Contadora. El temor a una aventura militar en Centroam¨¦rica parecida a lo que fue la del Vietnam preocupa seriamente a la opini¨®n norteamericana. Reagan lo tiene en cuenta, al menos en la actual fase electoral, con el viaje del secretario de Estado de EE UU, Shultz, a Managua y las posteriores negociaciones entre Nicaragua y Estados Unidos en M¨¦xico. Pero una de las contradicciones de su actitud norteamericana reside en la negativa al restablecimiento de las relaciones con Cuba. Es lo que el viaje de Jackson ha puesto de relieve.
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