Salan veraneaba en un pueblo de Toledo
En Casarrubios del Monte se guarda un buen recuerdo del general
Casarrubios del Monte es un pueblo toledano de 1.557 habitantes, que hace m¨¦ritos c¨ªclicamente para entrar en los anales de la Historia. Bajo la advocaci¨®n de la Virgen de Gracia, vio en 1619, durante 26 d¨ªas, girar en su torno a la Corte, porque Felipe III se puso enfermo, viniendo de Portugal, y dio all¨ª con su regia persona. Su consejero espiritual le predijo que no morir¨ªa de aqu¨¦lla, pero, por si acaso, orden¨® el traslado, desde Madrid, de los restos de San Isidro, llamamiento que produjo en Espa?a lo que el secretario del Ayuntamiento califica de "rnovilizaci¨®n general de reliquias".Con el tiempo, Casarrubios vio c¨®mo se casaba en su ermita la actriz Ana Mariscal; c¨®mo sus monjas cistercienses eran atacadas por la colza y c¨®mo la Guardia Civil produc¨ªa la muerte, en las inmediaciones, a un cr¨ªo de dos a?os, porque el coche en que iba con sus padres no se detuvo en un supuesto control sin se?alizar. Pero lo que hoy conmociona al pueblo es la muerte de un hu¨¦sped de fuste, el general ultraderechista franc¨¦s Raoul Salan, que pas¨® all¨ª, con sus t¨ªos, los veranos de su adolescencia, y volvi¨® luego siempre que quer¨ªa descansar.
Alto, buen mozo, franc¨¦s y elegante cadete de la Escuela Especial Militar de Saint-Cyr, lo cierto es que Salan, entonces Raulito, llegaba a Casarrubios triunfando, seg¨²n recuerdan algunas convecinas de la ¨¦poca. En sus primeras visitas, iniciada ya la segunda d¨¦cada del siglo, cuando a¨²n nadie sospechaba que el ni?o se dedicar¨ªa de mayor a promover actividades terroristas y a dar golpes de Estado, pasaba los veranos yendo al campo y montando a caballo y en bicicleta, "ya sabe usted, juegos que aquellos a?os se usaban mayormente", dice Eugenio S¨¢nchez, el del bar de la plaza.
Eugenio, que se seca las l¨¢grimas al hablar de la muerte del general, es sobrino de Juan, el que andaba de ch¨®fer, jardinero y alba?il con los t¨ªos de Raulito, los Arr¨®niz, y cuenta que fue Juan, ya fallecido, el que dejaba al chaval subirse a los tejados y cazar p¨¢jaros. ?l fue quien ense?¨® a Raulito muchas palabras castellanas, que ¨¦ste anotaba en un cuaderno. De hecho, cuando se fue de Casarrubios en 1933 -luego har¨ªa m¨¢s visitas-, chapurreaba ya, con cierta soltura, el castellano.
'El peque?o franc¨¦s'
En veranos posteriores, el sobrino de los Arr¨®niz sigui¨® montando a caballo y regando la huerta, pero, adem¨¢s, empez¨® a aficionarse a la pesca, con un t¨ªo del actual alcalde, de Alianza Popular, y parece que le hicieron ampliar tan deportivas actividades como mal menor, "porque era buen mozo, era forastero, era hijo de pap¨¢, y las muchachas, pues iban detr¨¢s, porque les gustaba bailar con ¨¦l", seg¨²n Antonia Fern¨¢ndez.A sus 80 a?os, Antonia es una mujer menudita, charlatana, de ojos reidores y ademanes despiertos, que peina su pelo cano en un mo?o prieto y va totalmente vestida de negro. Ella tiene una foto del general, claro que s¨ª, y la saca de una caja de dulce de membrillo, clase extra. Est¨¢ el general hacia 1950, de paisano, con abrigo y sombrero, saliendo de la iglesia, y Antonia enumera a quienes le acompa?an: su marido, Juli¨¢n L¨®pez, muerto hace 15 a?os; su sobrino Pedro y varios vecinos m¨¢s.
Para el peque?o franc¨¦s, que adoraba el campo, Casarrubios era un descanso. Sus t¨ªos eran ya entonces un poco los ricos del pueblo -a¨²n hoy llaman a sus descendientes "los del hotel", porque el suyo fue el primer chal¨¦ de la zona-, y Raulito pasaba de la disciplina de la m¨¢s prestigiosa academia militar de Francia, de la que saldr¨ªa teniente en 1918, con 19 a?os, a lucir el palmito entre las naturales en un pueblo de Toledo. Hay que imaginarle haciendo virguer¨ªas con el caballo, exhibiendo el volteo que le hab¨ªan ense?ado en Saint-Cyr, que consiste en bajarse del caballo, dar un salto y volverse a subir cuando el animal va a medio galope corto, seg¨²n explica Ernesto Arr¨®niz, militar retirado, uno de "los del hotel", cuyo padre era primo hermano del general.
V¨ªspera en el 'hotel'
Fue precisamente en el hotel donde Raoul Salan pas¨® el d¨ªa anterior al golpe de Argelia, en abril de 1961, comiendo con sus primos, Ernesto y Mar¨ªa Teresa, que a¨²n hoy recuerdan hasta el lugar que ocup¨® en la mesa que ellos siguen utilizando. "Vino con un ayudante suyo, el capit¨¢n Torres", dice Ernesto, "y estuvimos en mi granja, y luego comiendo, hasta las ocho de la tarde". ?l no dijo nada, "porque f¨ªjese qu¨¦ secreto era", interviene Mar¨ªa Teresa, pero los Arr¨®niz tuvieron la sensaci¨®n de que hab¨ªa ido a despedirse. Al d¨ªa siguiente, Ernesto ten¨ªa puesta la radio, y se dirigi¨® a la granjera: ?Ha o¨ªdo usted, Paulina? ?Han dicho el general Salan?" No pod¨ªa creer haberle visto el d¨ªa anterior, y haberle llevado, d¨ªas antes, al Caf¨¦ de Chinitas, en Madrid, porque "le gustaban mucho el flamenco y los toros. Una vez que vino desde Indochina se llev¨® una guitarra".
En el bar del pueblo adornan hasta el infinito este paso de Casarrubios del Monte a la historia de Francia. "El general sali¨® de aqu¨ª en un coche a las dos de la ma?ana, a tomar un avi¨®n en el aer¨®dromo de Cuatrovientos", afirma Eugenio S¨¢nchez, mientras un convencino dice que "eso no se sab¨ªa". "El que lo sab¨ªa, lo sab¨ªa", zanja Eugenio. Se lo van a contar a ¨¦l, que guarda como oro en pa?o los peri¨®dicos de las visitas del general a su pueblo, y que, en otra ocasi¨®n, cuando aqu¨¦l visit¨® Casarrubios, siendo ya gobernador militar de Par¨ªs, en marzo de 1959, tuvo el honor de servirle, porque el Ayuntamiento le dio un homenaje, aperitivo inclu¨ªdo, all¨ª mismo, en su establecimiento.
En aquel viaje, Raoul Salan, "alto, fuerte, muy serio, con aspecto militar, pero, interiormente y trat¨¢ndole, buena persona", como le recuerda Eugenio S¨¢nchez, visit¨®, con la corporaci¨®n municipal, la tumba de su t¨ªa Elena Salan, viuda de un general carlista, y cuya l¨¢pida, troceada, puede verse todav¨ªa entre las fosas del antiguo cementerio, sobrevolada por las perdices. Salan no lleg¨® a Toledo, a comer justamente esta caza en la Venta de Aires, porque, tratado como un marqu¨¦s, iba en un Citroen Tibur¨®n al que se le fue el aceite. Los toledanos no pudieron compartir la gloria con Casarrubios por un problema de suspensi¨®n.
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