El parecido
Es realmente incre¨ªble c¨®mo nos parecemos todos cuando salimos de la ciudad. Hay que fugarse por unos d¨ªas de la rutina urbana y de la repetici¨®n asf¨¢ltica para comprobar con espanto que en traje de ba?o, camisa floreada, zapatillas de esparto y a orillas de la naturaleza m¨¢s o menos muerta, somos todav¨ªa m¨¢s indistinguibles e intercambiables que uniformados de gris ciudad. Justificamos la insensata aventura de las vacaciones familiares como un par¨¦ntesis contra la monoton¨ªa, como una huida de la repetici¨®n metropolitana, y resulta que al final de la caravana, delante de ese diminuto apartamento alquilado en un enorme edificio atroz que fatalmente se titula Vistamar, Bellamar, Miramar, Edimar o Prisamar, descubrimos que es precisamente fuera de la vilipendiada ciudad donde todav¨ªa somos m¨¢s iguales a todo el mundo.Hasta los hombres p¨²blicos pierden esa muy trabajada y costosa imagen diferencial cuando abandonan la salsa urbana. Hojeo una de esas publicaciones coloreadas donde salen retratados pol¨ªticos, c¨®micos e intelectuales en vacaciones, y soy absolutamente incapaz de distinguir entre la gran celebridad y la m¨¢s an¨®nima v¨ªctima solar del Rinc¨®n de Loix de Benidorm. Es asombroso el parecido f¨ªsico y espiritual de las elites con las masas, fuera del recinto de la ciudad, a pesar de las indumentarias tipo Marbella Club, o precisamente por eso. El pie de foto, por ejemplo, afirma que ese se?or en meyba instalado en Playa de Aro es don Miquel Roca, pero de esa manera, semidesnudo, obscenamente ¨ªntimo y con los pies metidos en el Mar Muerto, soy incapaz de diferenciar un Roca de un Alzaga, un Peces-Barba, un Su¨¢rez, un Boyer, un Pujol o un reconvertible del acero.
Habr¨¢ que esperar al regreso para que empecemos a diferenciarnos los unos de los otros por las aceras mon¨®tonas y masificantes o a trav¨¦s de las ventanillas del Panda.
El leve parecido de dos personas suele excitar mucho a nuestros escritores. Pero el parecido asombroso de millones de urban¨ªcolas cuando est¨¢n fuera de su territorio es un gag c¨®mico que solamente re¨ªmos en los turistas japoneses. Al menos durante un mes al a?o todos somos japoneses.
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