Mitterrand y el refer¨¦ndum
DESPU?S DE las elecciones al Parlamento Europeo, el presidente Mitterrand estaba obligado a tomar alguna iniciativa para demostrar que era sensible a lo que las urnas hab¨ªan proclamado con evidencia matem¨¢tica: que la izquierda, socialistas y comunistas, carec¨ªa ya de la mayor¨ªa electoral que la hab¨ªa llevado al poder en 1981. Legalmente, los comicios europeos no ten¨ªan impacto sobre el Parlamento franc¨¦s ni afectaban a la estabilidad del Gobierno. Pero pol¨ªticamente la cosa es muy distinta. La oposici¨®n puede acusar al presidente y al Gobierno de que s¨®lo representan a una minor¨ªa del pa¨ªs, acosarles y negarles legitimidad democr¨¢tica. Curiosamente, si se tiene en cuenta la tradici¨®n francesa, la derecha ha aflojado ¨²ltimamente el ataque en el terreno econ¨®mico y social y lo ha concentrado en el tema de las libertades. Concretamente, una reforma escolar moderada -que garantiza, entre otras cosas, la financiaci¨®n de la ense?anza cat¨®lica- es utilizada como punta de lanza en una campa?a que acusa a los socialistas de despreciar las libertades p¨²blicas.Bastante afectado por esta campa?a, Mitterrand ha preparado su respuesta con bastante sigilo y cierta espectacularidad. S¨®lo estaban en el secreto dos de sus colaboradores: el jefe del Gobierno, Mauroy, y el secretario del Partido Socialista, Jospin. La operaci¨®n consiste en anunciar un refer¨¦ndum en septiembre para reformar la Constituci¨®n, de forma que se ampl¨ªen las materias sobre las cuales ser¨¢ posible consultar a la ciudadan¨ªa por medio de aquel tipo de consulta. En cierto modo, nos hallamos ante un refer¨¦ndum sobre el refer¨¦ndum. Seg¨²n las normas vigentes, tal m¨¦todo se puede aplicar s¨®lo a cuestiones referentes a "la organizaci¨®n de los poderes p¨²blicos". Mitterrand propone que el refer¨¦ndum se pueda aplicar tambi¨¦n a todo lo relacionado con las libertades p¨²blicas. Al mismo tiempo, ha anunciado la retirada de la ley -tan controvertida, y no s¨®lo por la derecha, sino por los sectores de la izquierda m¨¢s ligados a la tradici¨®n laicista francesa- sobre la reforma de la ense?anza, si bien queda en la sombra la forma en que este problema volver¨¢ a ser tratado.
No cabe duda de que esta propuesta ha provocado cierto desconcierto en las filas de la derecha. El objetivo de Mitterrand es lograr un s¨ª muy mayoritario en el refer¨¦ndum de septiembre y obligar a la derecha a que le ayude a obtener esa amplia mayor¨ªa, que ser¨ªa un apuntalamiento de una legitimidad algo erosionada, lo cual no ser¨ªa poca cosa para un presidente que tiene a¨²n cuatro a?os de mandato legal en el El¨ªseo. Si la derecha rechazase la reforma de la Constituci¨®n que Mitterrand propone, no cabe duda de que caer¨ªa en un renuncio: si viene reprochando al presidente que no escucha al pueblo en el tema de las libertades, ?c¨®mo puede negarle la posibilidad legal de consultar directamente al pa¨ªs en tales materias? Aqu¨ª se revela cierta faceta florentina de la personalidad del presidente franc¨¦s. Es l¨®gico que la derecha busque la manera de evitar que la probable consulta de septiembre se convierta en un ¨¦xito del presidente socialista. ?sta podr¨ªa bloquearla en el Senado, ya que la Constituci¨®n exige que un texto id¨¦ntico sea aprobado en la Asamblea y en el Senado antes de poder ser sometido a refer¨¦ndum. Otra f¨®rmula que Chirac, el din¨¢mico alcalde de Par¨ªs, ha adelantado seria exigir a Mitterrand que lleve su reforma mucho m¨¢s lejos; por ejemplo, imponer el refer¨¦ndum siempre que haya desacuerdo entre la Asamblea (en la que los socialistas tienen mayor¨ªa) y el Senado (en el que no la tienen). Pero ello supondr¨ªa reforzar considerablemente los poderes de ¨¦ste, lo que contradice el pensamiento pol¨ªtico de De Gaulle, del que Chirac se pretende heredero.
Este ejemplo franc¨¦s refleja una tendencia a un creciente papel del refer¨¦ndum que se observa en varios pa¨ªses europeos. Cierta rigidez en el desarrollo del sistema de partidos, en el juego parlamentario, est¨¢ impulsando a abrir espacios nuevos a formas de democracia directa, como ser¨ªa la consulta popular. No se trata de oponer una f¨®rmula a otra. Pero el creciente deseo de participaci¨®n de la ciudadan¨ªa aconseja buscar un enriquecimiento de los conductos de expresi¨®n de la voluntad popular. Es cierto que el refer¨¦ndum ha servido a reg¨ªmenes dictatoriales de falsa coartada democr¨¢tica. Pero la idea de que el refer¨¦ndum, en s¨ª, frena el progreso ha sido desmentida en la pr¨¢ctica de varios pa¨ªses. En Italia, por ejemplo, el voto directo de los ciudadanos, por medio del refer¨¦ndum, sorprendiendo a todos los partidos, fue decisivo para la legalizaci¨®n del divorcio y del aborto. El empleo sensato, inteligente, del refer¨¦ndum es una manera de compensar el peso de los aparatos y la carencia de flexibilidad que aqueja con frecuencia al sistema de partidos. En todo caso, con su gesto, Mitterrand ha demostrado que no teme a los fantasmas del pasado: en 1969, un refer¨¦ndum fue la causa del alejamiento definitivo del poder del general De Gaulle.
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