Mojarse en Madrid
Miles de madrile?os invaden cada domingo las 230 piscinas de uso colectivo de la capital en busca de un hueco en el agua
En estas fechas no hay zapatilla, bamba o esparte?a, que resista a secas el asfalto. Centenares de miles de madrile?os se preguntan cada jornada festiva qu¨¦ hacer en la capital para justificar las reglas del ocio contempor¨¢neo, disminuidos como est¨¢n los madrile?os del l¨ªquido elemento, frente a esos 3.904 kil¨®metros del litoral hispano.La ciudad de Madrid tiene en la actualidad una cifra aproximada de 230 piscinas, contabilizando las de uso p¨²blico y las reservadas a socios, y el n¨²mero total de las existentes en la provincia se acerca a las 700.
Desde el pasado 15 de mayo en que comenzaron a abrir al p¨²blico, y seg¨²n datos del Instituto Municipal de Deportes, una media de 50.000 usuarios en los d¨ªas laborables y 80.000 durante los fines de semana, visitan los 18 complejos polideportivos municipales, que disponen de 55 piscinas de verano y siete de invierno. El acceso es libre y los precios ascienden a 170 pesetas los adultos y 70 pesetas los ni?os. Adem¨¢s, es posible obtener abonos de 20 ba?os a 2.250 pesetas para adultos, 900 para ni?os, y 450 pesetas para jubilados. En todas ellas se imparten cursillos de nataci¨®n y de iniciaci¨®n a otros deportes por cuotas simb¨®licas y populares.
Una m¨²sica inequ¨ªvocamente espa?ola suena en el autocar que conduce a los futuros ba?istas al antiguo Parque Sindical, m¨¢s conocido por el sobrenombre de charca del obrero. Un funcionario del antiguo r¨¦gimen comenta que fue el mismo Franco el que tuvo la idea de su construcci¨®n. Yendo en el coche con Jos¨¦ Sol¨ªs, por entonces ministro de Trabajo, el general sugiri¨® la posibilidad de crear un centro deportivo-recreativo para aquellas familias que se ve¨ªan desde la carretera de El Pardo zambullirse en el r¨ªo Manzanares. El 18 de julio de 1955, d¨ªa inh¨¢bil a todos los efectos, se inauguraba este recinto de medio mill¨®n de metros cuadrados, reservado a la expansi¨®n proletaria.
"Yo vengo aqu¨ª desde que costaba 10 pesetas y hab¨ªa que presentar en la entrada el carn¨¦ de afiliado a Educaci¨®n y Descanso", dice un antiguo legionario que ha pasado 15 a?os de su vida en Sidi-Belavest (Marsella) y ha tenido la suerte de encontrar una sombra. "Los alrededores de la piscina entonces eran de tierra y al menor descuido se le ampollaba a uno la planta de los pies. Tampoco eran mancos los madrugones para alquilar las sillas y las mesas de tijera...", a?ade. "Afortunadamente, este sitio ha dejado de ser tan denigrante. Dec¨ªan que ¨¦stas eran las mejores instalaciones de Europa y s¨®lo los emigrantes que volv¨ªamos del extranjero y hab¨ªamos visto mundo nos d¨¢bamos cuenta de que el sitio dejaba mucho que desear".
Ingente pil¨®n
En 1979 cambia el nombre original por el de Parque Deportivo Puerta de Hierro y a las instalaciones existentes -bolera, front¨®n, campos de f¨²tbol y pistas de atletismo- se a?aden 11 pistas de tenis, dos canchas de baloncesto, dos campos de f¨²tbol sala, pista de patinaje sobre ruedas y circuito de monopat¨ªn y ciclocross. Hay tambi¨¦n una peque?a isla y un embarcadero. Los aleda?os de la piscina ya han sido pavimentados y las mesas. de madera sustituidas por otras met¨¢licas.
El ambiente es popular y bullanguero. Un cuerpo al que le hace falta algo de aerobic se dirige a lavar los platos churretosos a la fuente m¨¢s pr¨®xima, al tiempo que maldice a las dichosas moscas, mientras en la cola cola para el boleto de sol y sombra un empapelador de La Coma conversa sin prisas con un se?or vestido y calzado que profiere insultos contra la pitinasis versicolor que se le instal¨® en la piel el pasado verano.
Decenas de miles de familias provistas de mantas, neveras port¨¢tiles, bolsas y balones decorados con los m¨¢s variados reclamos comerciales se desparraman entre Ios ¨¢lamos sobre la calva pradera. Aut¨¦nticas macrounidades de convivencia, y vecinos conocidos por su limitaci¨®n de movimientos excursionistas, se ba?an en el Ingente pil¨®n que les abstraer¨¢, en el mejor de los casos, del pluriempleo semanal. Abuelos en activo, conocedores de las necesidades del clan, se aprestan a organizar, a base de toallas multicolores y bolsos, el punto de com¨²n referencia para evitar que nadie se pierda entre la muchedumbre.
El Parque Deportivo Puerta de Hierro, perteneciente al Instituto Social del Tiempo Libre (Ministerio de Trabajo), se halla pendiente del decreto que va a transferirlo a la Comunidad Aut¨®noma de Madrid. Id¨¦ntica suerte correr¨¢n los complejos deportivos de Vallehermoso, Moscard¨® y el Polideportivo del Cuartel de la Monta?a.
Separaci¨®n de sexos
Las piscinas privadas del casco urbano suman un total de 168 y sus precios oscilan entre las 250 pesetas la de Somontes y las 600 la del hotel Plaza. Otras, tambi¨¦n de uso p¨²blico pero de explotaci¨®n privada, ofrecen precios m¨¢s econ¨®micos a sus socios, mientras que a los de la calle se les cobra en la piscina del Real Madrid 450 pesetas o en el renovado Club de Campo, ahora bajo gesti¨®n muni ipal, donde trasponer el umbral cuesta los s¨¢bados y festivos 1.600 pesetas, uso de instalaciones aparte. En la del equipo blanco la cuota de inscripci¨®n asciende a 15.100 pesetas, a las que hay que a?adir 1.200 bimensuales.
En la calle de la Verdad se encuentra la piscina de Hermandades del Trabajo Estudio San Miguel, conocida por su distinci¨®n de pilones, uno mixto y otro exclusivo para mujeres. Las m¨¢s recatadas y fieles al traje de ba?o, incluso al higi¨¦nico gorro, disfrutan en solitario de estas limpias instalaciones.
La Escuela de Deportes Ap¨®stol Santiago, fundada en 1942 por Jaime Lazcano, m¨¦dico, jugado del Real Madrid de finales de los a?os veinte y en tiempos miembro del Comit¨¦ Seleccionador de F¨²tbol, mantiene tambi¨¦n la separaci¨®n de sexos a la hora del chapuz¨®n veraniego. En el privad¨ªsimo recinto de la calle de M¨¦xico pueden los socios practicar diversos deportes y ba?arse en alguna de las ocho piscinas. Se impide el paso a cualquiera ajeno a la sociedad.
Gente de "buena conducta"
La estilizada cruz roja del Ap¨®stol Santiago, patr¨®n de Espa?a, aparece en la tapia de acceso y se repite en el lugar m¨¢s insospechado de la espl¨¦ndida finca, que incluso posee una capilla para la celebraci¨®n de los oficios del do mingo. Cada aspirante fue en su d¨ªa avalado por un socio, conocido o familiar, e ingres¨® previo pago de 5.000 pesetas, m¨¢s 4.000 anuales El acceso a las instalaciones requiere, adem¨¢s, el m¨®dico pago de cinco duros.
"Aqu¨ª viene gente conservadora y educada", comenta una socia antigua, que se mueve precavida ante la atenta mirada de su monitor ¨²nico hombre en esta piscina. "Seleccionan mucho y el hecho de que las esposas puedan ba?arse con o sin ni?os, y los maridos igual, es estupendo. El matrimonio puede descansar el uno del otro y luego si quieren, jugar juntos al pingpong o al tenis. Yo soy viuda y me encuentro a gusto en una piscina exclusiva de se?oras solas, sin ni?os que te salpiquen o molesten". El lema Mens sana in corpore sano domina el ambiente y figura en una fotograf¨ªa dedicada al fundador y firmada por Leopoldo, patriarca de las Indias Occidentales y ex obispo de Madrid-Alcal¨¢.
"Para admitir a un socio, primero averiguan qui¨¦n es", apostilla otra mujer. "Lo normal son t¨ªtulos universitarios, altos mandos y gentes de buena conducta". Los hijos de Lazcano contin¨²an hoy fieles a la labor iniciada por su padre, preservando el local de toda contaminaci¨®n, salvo la l¨®gica, de car¨¢cter estrictamente atmosf¨¦rico, procedente de la cercana avenida de Am¨¦rica.
Ambientes de menor ortodoxia familiar pueden encontrarse en la piscina de El Lago, SA, para¨ªso del cancaneo, y en las no muy lejanas piscinas universitarias, frecuentadas por cateados del Instituto Nacional de Educaci¨®n F¨ªsica en franca concordia internacional con las cursillistas de Filolog¨ªa Espa?ola que acoge en temporada estival su residencia.
A mucha altura en metros, y en sentido general, sobre la villa y corte, justamente en el piso 27, se encuentra la piscina del hotel Plaza, donde el aguerrido veraneante urbano tiene derecho a un chapuz¨®n de elite. Cuando el sofoco estival aprieta desde la calzada y a¨²n restan horas de jornada laboral, una aventura acu¨¢tica en la coronilla de la metr¨®poli puede ser realidad.
Tras la higi¨¦nica ducha, lanzamiento en plancha y brazadas de rigor, se puede echar un vistazo a los modernos edificios que contrastan con los tejados de uralita. La ojeada de reconocimiento a la ciudad en la que se vive y se muere proporciona la sensaci¨®n de poder¨ªo que inevitablemente facilita la altura. Abajo se divisa el hormiguero hormigonado y rugiente, envuelto en los vapores del anh¨ªdrido carb¨®nico. Al fondo, el Retiro y la Casa de Campo con su lunar de agua se ofrecen como ¨²nicos pulmones de la asfixiada jungla.
Aqu¨ª arriba, cual Wilmas Picapiedras, con trajes de ba?o que imitan la piel del leopardo, se doran Isabel y Justine, ambas relaciones p¨²blicas de una discoteca. Un tipo canturrea... "eras ni?a de largos silencios y yo te quer¨ªa bien.... "?Es la primera vez que vienes? Aqu¨ª el ambiente es genial, fenomenal, por las noches tambi¨¦n est¨¢ abierto y enseguida haces amistad con la gente, r¨¢pidamente te tratan... no s¨¦, como muy bien".
El astro rey, con sus picores, se encarga de zanjar la conversaci¨®n e impone un segundo ba?o. Al t¨¦rmino de las brazadas necesarias para completar un largo, se detecta la incorporaci¨®n de caras nuevas, m¨¢s interesadas en las leopardas ba?istas que en hacer un barrido visual a la metr¨®poli. Las mujeres en top less son sensiblemente superiores al n¨²mero de mirones.
Enfrente, un matrimonio extranjero de edad indefinida lee una gu¨ªa del Museo del Prado. No transpiran ni var¨ªan la postura del lagarto bajo el sol, el after sun se ocupar¨¢ de ellos. No muy lejos, un piloto expone un incre¨ªble tatuaje, recuerdo de un lejano viaje a Hamburgo, y los perpendiculares ultravioletas no le dejan ni pasar la primera p¨¢gina de un conocido best-seller. El socorrista se aburre como una ostra junto al list¨ªn de primeros auxilios, mientras una ninfa y su efebo chapotean provistos de una min¨²scula tanga.
El amodorramiento coincide con la ca¨ªda de la tarde. Sopla el viento. Ser¨ªa terrible que el ascensor de bajada al infierno de alquitr¨¢n estuviera estropeado.
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