La construcci¨®n de un mundo m¨¢s seguro
La preocupaci¨®n p¨²blica por la amenaza de guerra nuclear ha aumentado de forma notoria en los ¨²ltimos a?os. La mitad de los ciudadanos norteamericanos pudo ver un terror¨ªfico programa televisivo en el cual una de nuestras grandes ciudades era destruida por misiles nucleares, en una ficci¨®n que en realidad subestima las consecuencias de una guerra nuclear.La ansiedad de los norteamericanos se alimenta de la preocupaci¨®n por la marcha general de la carrera nuclear (y por la actitud de la Administraci¨®n Reagan). Existe una gran preocupaci¨®n por la existencia de unas 50.000 armas nucleares en los arsenales de todo el mundo, as¨ª como porque muchas de ellas parecen haber sido dise?adas para desencadenar guerras, y no para evitarlas. Por otra parte, las vagas conversaciones que se producen en las altas esferas dan a entender de forma irresponsable que es posible ganar una guerra nuclear. Tambi¨¦n causa preocupaci¨®n la posible transformaci¨®n del espacio exterior, hasta ahora zona de paz, en un nuevo campo de batalla, el n¨²mero creciente de Estados dotados de armamento nuclear y el posible colapso de las negociaciones sobre armas nucleares en esta ¨¦poca fat¨ªdica.
Debemos enfrentarnos a esas realidades. Los dirigentes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica no aman la libertad; son c¨ªnicos, insensibles y peligrosos. Su inexorable reforzamiento militar (que sobrepasa con mucho sus necesidades defensivas) supone una anienaza directa para nuestra seguridad y para la de otros muchos pa¨ªses, entre ellos nuestros amigos y aliados.
As¨ª, la construcci¨®n ae un mundo m¨¢s seguro debe realizarse sobre los cimientos de nuestra capacidad -unida a la de nuestros aliados- para contrarrestar el poder¨ªo militar sovi¨¦tico.
Papel de la defensa
Creo en el papel esencial de una defensa nuclear y convencional s¨®lida, y por ello soy favorable a un presupuesto defensivo basado en una estrategia coherente. Las dotaciones presupuestarias deben aumentarse con firmeza y de manera soportable.
Sin embargo, el hecho de reconocer estas realidades no debe hacernos caer en la trampa. El poder militar no es un fin en s¨ª mismo. Ninguno de nuestros anteriores dirigentes ha hecho gala de tan escasa visi¨®n en relaci¨®n a la finalidad a la que debe servir nuestro poder¨ªo militar. Se manifiesta en cambio una ansiedad creciente ante la perspectiva de una carrera de armamentos sin fin y de un conflicto inevitable.- Cada vez son m¨¢s los ciudadanos que se preguntan a s¨ª mismos, no si habr¨¢ o no guerra, sino cu¨¢ndo comenzar¨¢.
Iniciativa n¨²mero 1. Debemos convertir en realidad el supuesto de que nuestra fuerza nuclear sirve al objetivo de la estabilidad. Como la raz¨®n de existir de las armas nucleares es la disuasi¨®n ante un posible ataque, no debemos desplegar fuerzas que inciten a este ¨²ltimo. Por este motivo soy partidario de los programas que responden a. ese criterio, como es el caso de los correspondientes al submarino Trident, el bombardero Stealth, los misiles de crucero y los sistemas de mando y control perfeccionado. Todos estos programas reducen las ventajas militares potenciales con que, en su caso, podr¨ªa contar un adversario que desencadenara una guerra nuclear.
En cambio, la propuesta de la Administraci¨®n en el sentido de situar los nuevos misiles MX en vulnerables silos fijos no se ajusta a ese criterio esencial.
Nuestra fuerza de Minuteman se ha convertido en un problema al ser una invitaci¨®n a la agresi¨®n. Desde hace muchos a?os resulta obvio que la precisi¨®n de los misiles y la existencia de proyectiles de cabeza m¨²ltiple dirigida independientemente (MIRV) causan problemas de estabilidad.
Cuando era vicepresidente trabaj¨¦ junto con el Consejo de Seguridad Nacional en la b¨²squeda de un sustituto adecuado para el Minuteman. Examinamos numerosos m¨ªsiles y sistemas de emplazamiento con el fin de encontrar aquellos que estuvieran a salvo de un ataque y se adaptaran a una pol¨ªtica control de armamentos. Mis preferencias se inclinaban por un misil m¨¢s reducido, a ser posible alg¨²n modelo que pudiera trasladarse por tierra o a bordo de nuestros submarinos o que pudiera lanzarse desde un avi¨®n. Desde que ocup¨¦ mi esca?o en el Senado estoy convencido de que la movilidad constituye un ingrediente esencial para la supervivencia.
Al fin se decidi¨® que el MX pod¨ªa desplegarse en bases adecuadamente protegidas y de manera compatible con los acuerdos de las conversaciones SALT IL Con esta perspectiva apoyar¨ªa personalmente el proyecto.
En ausencia de una congelaci¨¦n de armamentos o de cualquier otra medida eficaz de control, pienso que nuestra seguridad se reforzar¨ªa con el programa Midgetinan. Se trata de proyectiles reducidos que no incorporan el sistema MIRV y se despliegan en una configuraci¨®n m¨®vil, de forma que la Uni¨®n Sovi¨¦tica no pueda beneficiarse de una agresi¨®n.
Control de armamentos
Iniciativa n¨²mero 2. Debemos esforzarnos por concluir acuerdos serios sobre control de armamento. A diferencia de su Administraci¨®n, los norteamericanos reconocen que un buen sistema de control de armamentos reforzar¨ªa nuestra seguridad, adem¨¢s de frenar la carrera armamentista, reducir los arIsenales, ayudarnos a predecir qu¨¦ har¨¢n nuestros adversarios, reducir los riesgos y costes derivados de mantener un equilibrio militar y poner trabas al desarrollo de armas desestabilizadoras. Las reducciones de armamentos nucleares nos permitir¨¢n emplear los preciosos recursos defensivos en el refuerzo de los sistemas convencionales.
Unos acuerdos serios sobre control de armamentos deben acompa?arse de una capacidad d¨¦ verificaci¨®n. As¨ª, en cualquier acuerdo de este tipo, las provisiones para la verificaci¨®n constituir¨¢n una parte esencial. A trav¨¦s d¨¦ los canales adecuados, debemos comunicar inmediatamente al presunto transgresor las posibles violaciones para evitar as¨ª malentendidos.
Nuestro esfuerzo debe conceritrarse en llevar a cabo negociaciones sobre una congelaci¨®n mutua y verificable de los armamentos nucleares. Habremos de actualizar el tratado SALT II y someterlo de nuevo al Senado para o¨ªr su parecer y obtener su aprobaci¨®n.
Debemos aplicar criterios globales que nos permitan hacer progresar las negociaciones sobre las fuerzas convencionales y nucleares de alcance intercontinental e intermedio. Esos criterios nos ayudar¨ªan a reducir nuestra dependencia con respecto a las armas nucleares de corto alcance y de campa?a.
Asimismo, debemos afianzar el tratado ABM (misiles antibal¨ªsticos). Las propuestas de guerra de las galaxias del presidente Reagan conducir¨¢n de forma inevitable a contramedidas sovi¨¦ticas y desencadenar¨¢n una desestabilizadora y costosa carrera armamentista.
Las promesas de Reagan constituyen un gran enga?o. Su prop¨®sito es persuadirnos de que una mayor cantidad de armas defensivas nos proteger¨¢ del holocausto impl¨ªcito en la guerra nuclear. Este elogiable objetivo es, por desgracia, un espejismo peligroso. Ninguna defensa de la poblaci¨®n parece factible para un futuro inmediato. Tan s¨®lo la prevenci¨®n de una guerra nuclear puede garantizar nuestra seguridad y la de nuestros hijos, y ¨²nicamente una combinaci¨®n de medidas defensivas prudentes, una pol¨ªtica eficaz de control de armamentos y una apertura de negociaciones, en lugar de perseguir la ilusi¨®n de una defensa perfecta, es capaz de evitar una guerra nuclear.
Relegar la diplomacia al afrontar la amenaza de una carrera armamentista en el espacio es igualmente peligroso. Han transcurrido cuatro a?os desde que negociamos con los sovi¨¦ticos sobre las armas antisat¨¦lite y la guerra espacial, y ha llegado el momento de volver a la mesa de negociaciones para evitar que el espacio exterior se convierta en una nueva zona de tensiones y confrontaci¨®n.
La espiral nuclear
Iniciativa n¨²mero 3. Debemos poner el acento con mayor ¨¦nfasis en las medidas para reducir las posibilidades de una guerra nuclear accidental, as¨ª como las de una ¨¢piral incontrolada que conduzca a una guerra nuclear total como consecuencia de un accidente o crisis. La propuesta de la Administraci¨®n en el sentido de perfeccionar el tel¨¦fono rojo y crear nuevos canales de comunicaci¨®n entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica es un paso hacia adelante, aunque no el ¨²nico posible.
Los senadores Sam Nunn y John Warner presentaron recientemente una propuesta para que Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica crearan centros de reducci¨®n del peligro nuclear en Washington y Mosc¨². Desde esos centros se ejercer¨ªa durante las 24 horas del d¨ªa una vigilancia sobre cualquier acontecimiento susceptible de causar incidentes nucleares.
Algunos expertos en materia de defensa recomendaron tambi¨¦n la adopci¨®n o negociaci¨®n del compromiso de no ser el primero en emplear armas nucleares. Esas propuestas reflejan un temor genuino a que las tensiones en Europa produzcan una escalada repentina conducente a una guerra nuclear.
Las temerarias declaraciones de la Administraci¨®n sobre los lanzamientos nucleares de advertencia y la posibilidad de ganar una guerra nuclear han potenciado a¨²n m¨¢s la preocupaci¨®n europea. Pese a esos comentarios irresponsables, no debemos menospreciar el hecho de que las armas nucleares de la OTAN constituyen un necesario factor de disuasi¨®n frente a una posible agresi¨®n sovi¨¦tica en Europa.
Para reducir el riesgo de una escalada incontrolada de la guerra nuclear en Europa, deberemos: 1) reafirmar la pol¨ªtica de la OTAN en el sentido de emplear armas nucleares s¨®lo como ¨²ltimo recurso; 2) revisar los sistemas de seguridad para impedir que nuestras armas nucleares se empleen sin autorizaci¨®n, y 3) examinar las armas desplegadas y en reserva en Europa para asegurarnos de que all¨ª disponemos ¨²nica y exclusivamente de la fuerza necesaria para disuadir al adversario.
La disuasi¨®n
Iniciativa n¨²mero 4. Debemos reducir nuestra dependencia de las armas nucleares como medio de disuasi¨®n en relaci¨®n con un ataque convencional o no nuclear. Podemos elevar el umbral nuclear si reforzamos nuestras fuerzas convencionales y las de nuestros aliados.
Con este fin debemos esforzarnos para que nuestros aliados de la OTAN reafirmen o cumplan el compromiso de 1978 en el sentido de elevar los gastos reales para la defensa en un 3% anual (o en un porcentaje mayor). Autoridades como el general Sernard Rogers, comandante de la OTAN, y un numeroso grupo de expertos estadounidenses y europeos han llegado recientemente a la conclusi¨®n de que la OTAN podr¨¢ contar con una defensa convencional m¨¢s fiable frente a los sovi¨¦ticos a finales de la d¨¦cada, pero que ello s¨®lo se conseguir¨¢ si nuestros aliados de la Alianza redoblan sus esfuerzos.
Iniciativa n¨²mero 5. Debemos revitalizar la maquinaria gubernamental de control de armamentos. La Administraci¨®n Reagan redujo radicalmente los fondos destinados a la Agencia de Desarme y Control de Armamentos (ACDA) y a la investigaci¨®n en ese ¨¢mbito.
Al situar ide¨®logos con escasa experiencia en control de armamentos en los puestos clave para el control de los mismos, la Administraci¨®n no puso de su parte el prestigio pol¨ªtico e intelectual necesario para realizar esas tareas. A nadie le puede sorprender que las mejores ideas sobre control de armamentos provengan de fuentes exteriores a la Administraci¨®n, ni que los defensores m¨¢s firmes y responsables de esta pol¨ªtica dentro de la Adm¨ªnistraci¨®n Reagan sean los jefes del Estado Mayor Conjunto.
Para progresar, debemos conversar con los sovi¨¦ticos, aun cuando en la actualidad las conversaciones se hallen en suspenso. En la situaci¨®n actual, Reagan se convertir¨¢ pronto en el primer presidente norteamericano que, desde los tiempos de Herbert Hoover, no se ha reunido nunca con su hom logo sovi¨¦tico. Cuanto menos hablemos con los rusos m¨¢s alimentaremos su xenofobia y mayor ser¨¢ la amenaza para la paz.
Creo llegado el momento de realizar una cumbre con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, as¨ª como de instituir reuniones regulares eri la cumbre para el futuro y conversaciones peri¨®dicas entre las autoridades de ambos pa¨ªses.
Por su historia, y no por capricho, ha correspondido a Estados Unidos la responsabilidad de conducir el mundo hacia la paz. Ning¨²n otro pa¨ªs de la Tierra est¨¢ en situaci¨®n de conseguirlo. El presidente John Kennedy afirm¨®: "Algunos dicen que carece de sentido hablar de paz mundial, de leyes mundiales o de desarme mundial, y que ser¨¢ in¨²til en tanto en cuanto los dirigentes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica no adopten una actitud m¨¢s razonable. Espero que lo hagan y que estemos en condiciones de ayudarles a ello".
Es posible conseguirlo, si contamos con un poder¨ªo militar suficiente, junto con el de nuestros aliados, para defender nuestros intereses; si nos aseguramos de que nuestras fuerzas y doctrinas no incitan a la agresi¨®n ni a la escalada incontrolada, y si tomamos la iniciativa de establecer un nuevo plan de negociaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Ese plan debe comprender un esfuerzo global para el control de armamentos, nuevas instituciones para hacer frente a las crisis y una reactivaci¨®n del di¨¢logo pol¨ªtico dirigido a eliminar los motivos de confrontaci¨®n. S¨®lo Estados Unidos tiene la fuerza necesaria para ello, el respeto a los valores humanos, la generosidafd de esp¨ªritu y la confianza hist¨®rica en la construcci¨®n de un mundo seguro. Nos hemos considerado siempre como un pueblo ¨²nico en la historia. El mundo espera de nosotros la iniciativa necesaria para asegurar que la historia no llegue a su fin.
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