Defensa del escritor
LA DEFENSA del escritor, que ocup¨® a ?ngel Mar¨ªa de Lera muchos a?os de su vida, que acaba de extinguirse, tropez¨® siempre con un obst¨¢culo principal: el escritor mismo y lo que podr¨ªamos llamar su naturaleza d¨ªscola, insolidaria, individualista. Parte de los estudios y trabajos de Lera sobre este tema (impulsado, sin duda, por sus or¨ªgenes de sindicalista junto a la figura excepcional de ?ngel Pesta?a) van a aparecer recogidos en la ley de Propiedad Intelectual que pr¨®ximamente va a pasar por el Parlamento. Es de esperar, no obstante, que algunos aspectos de la ley que encarecen la producci¨®n de libros cl¨¢sicos o que rinden excesiva pleites¨ªa al concepto mismo de propiedad intelectual en esta materia desaparezcan durante su tramitaci¨®n.Muchos intentos infructuosos se han realizado para la defensa social del escritor. La Sociedad General de Autores de Espa?a (SGAE) lleg¨® a ser un organismo casi perfecto en la administraci¨®n de los derechos de los autores de teatro y los compositores de m¨²sica: hoy est¨¢ hipertrofiada por el alud de los j¨®venes rockeros que aspiran, con raz¨®n, al reconocimiento de sus derechos por obras que son muchas veces ef¨ªmeras y que engendran la misma burocracia y los mismos gastos de administraci¨®n que las obras dichas mayores; la inform¨¢tica est¨¢ tratando de ordenar el enjambre. Desde su mismo principio, la SGAE trat¨® de incorporar a los escritores de libros y art¨ªculos y mantiene una secci¨®n para ello. Se han probado varios sistemas para controlar la realidad de las ediciones, desde el sello a la firma del autor y la numeraci¨®n de cada ejemplar, y el control y verificaci¨®n de lo firmado en contrato hecho por el Instituto Nacional del Libro; pocas veces con ¨¦xito. Probablemente el origen de esta desigualdad estuvo en que en otros tiempos el teatro era un gran productor de dinero, mientras el libro se mov¨ªa en un ambiente de pobreza no s¨®lo para sus autores, sino tambi¨¦n para los editores, ambiente que no alentaba a la administraci¨®n rigurosa y permit¨ªa la picaresca.
Hoy, a pesar de una importante crisis editorial, el escritor tiene otros reconocimientos econ¨®micos y puede llegar a recaudaciones muy importantes. La pirater¨ªa editorial dentro de Espa?a ha descendido notablemente y no se puede culpar de ella a las grandes casas. Faltos de tina asociaci¨®n gremial, muchos escritores han acudido al agente literario, que suele ser muy oneroso, al mismo tiempo que un azote para las editoriales y que representa una injusticia b¨¢sica: la defensa del grande y el abandono del peque?o. Los propios escritores, con su innato sentido jer¨¢rquico, participan de esa desigualdad. Los importantes creen que el valor de su firma, su solvencia de mercado y el requerimiento de los editores es la ¨²nica defensa que necesitan, y los menores carecen de fuerza para ganarse sus derechos.
El trabajo del viejo sindicalista ?ngel Mar¨ªa de Lera iba menos por la cuesti¨®n de derechos de propiedad intelectual que por el de derechos sociales; teniendo ¨¦l muy importantes recaudaciones, porque fue un autor muy popular, se ocup¨® siempre de sus compa?eros y de los problemas de pensiones, jubilaciones, viudedades, atenciones m¨¦dicas y hospitalarias de quienes han hecho de escribir la profesi¨®n de su vida. El tema queda, a su muerte, siempre, sin resolver. Ata?e a otras profesiones art¨ªsticas en gran medida. Hay pintores que ven sus cuadros anteriores venderse y revenderse a precios astron¨®micos sin participar de ellos y quiz¨¢ imposibilitados de continuar produci¨¦ndolos; int¨¦rpretes de m¨²sica, actores, que han hecho la riqueza de otros, destinados al asilo... En algunas de estas profesiones la seguridad social y el sindicato han ayudado o est¨¢n ayudando a buscar soluciones. La del escritor sigue estando desamparada.
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