M¨¢s grande que la vida
Pasar desapercibido para permanecer, en la memoria, ¨¦se parec¨ªa ser el destino de James Mason, un actor . formidable que en poqu¨ªsimas ocasiones fue protagonista absoluto, pero que siempre logr¨® que el, recuerdo de los filmes en los que ¨¦l intervino se asocie a su imagen. Lo sucedido con Lolita es significativo. El film de Kubrick deb¨ªa servir para lanzar a Sue Lyon como nuevo mito er¨®tico y a ello se aplicaron productore y prensa gr¨¢fica. Sin embargo, fue James Mason, en su memorable composici¨®n de Humbert, quien hizo buena,la adaptaci¨®n de Nabokov.Y lo mismo sucedi¨® con El prisionero de Zenda. Hoy, cuando se piensa en la cinta, el nombre del protagonista se desvanece ante las dotes de Mason como malvado, espadach¨ªn maligno, ir¨®nico, con sentido del humor y capaz de perder con distinci¨®n. ?l era. una nueva prueba de aquel axioma por el que la calidad de un filme depe nde del malo de la funci¨®n.
Mason lleg¨® al cine un poco tarde, con una considerable experiencia teatral. Ten¨ªa 40 a?os cuando Max Ophuls le puso ante las c¨¢maras. Luego se emparejar¨ªa a Ava Gardner para ser el holand¨¦s errante de Pandora, un t¨ªtulo que debiera resucitarse comercialmente para intentar que ahora encontrara la comprensi¨®n que, en la ¨¦poca, el p¨²blico le neg¨®. Con Ha nacido una estrella Mason rivaliz¨® en patetismo con Judy Garland, consiguiendo hacer cre¨ªble un suicidio extremadamente literario. Como esposo cinematogr¨¢fico de la Garland, Mason estuvo magistral, mostrando el poder destructor de la industria hollywodense, que convert¨ªa a los actores. en juguetes rotos, destrozados por la competitividad y el alcohol. ?l sub¨ªa al escenario, borracho, mientras ella recog¨ªa su primer ¨®scar.
Si Vicky Lester era una estrella ascendente, la del personaje de Mason se hab¨ªa apagado. Su discurso, pidiendo trabajo a los miembros de la Academia, figura en todas las antolog¨ªas del cine.
El mejor secundario
Treinta a?os despu¨¦s, el cuento se hizo realidad de color rosa y Mason subi¨® de nuevo al escenario a recoger su primera y ¨²nica es tatuilla en concepto -no pod¨ªa ser otro- de mejor actor secundario de 1982 por Veredicto final, donde encarnaba a un todopoderoso abogado.
Pero si los t¨ªtulos famosos no faltan en la filmograf¨ªa de James Mason, puede que sea uno de los menos conocidos donde m¨¢s brill¨® su talento. Me refiero a Bigger than life, una excepcional obra de Nicholas Ray en la que el protagonista, gracias al uso de los estimulantes, se transformaba de apocado profesor en brillante e imparable catedr¨¢tico. Bigger than life, al margen de la obligada condena que hac¨ªa de las drogas, era una apolog¨ªa del actor, de su capacidad para desdoblarse, para ser otro, y un elogio de su magia.
Y Mason era en el film m¨¢s grande que la vida, como lo prueba que, otra vez, sea su rostro y su poder de convicci¨®n lo que permanezca, mientras el mensaje expl¨ªcito del filme -determinado por la censura- se haya perdido en la bruma de las buenas intenciones.
Babelia
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