Yes, s¨ª y no
Terminado el breve recital del guitarrista catal¨¢n Eduard Guardiola, se proyect¨® desde la mesa de control una pel¨ªcula de Bugs Bunny, de torero mexicano, que dividi¨® a los espectadores en ecologistas y en ni?os sonrientes.A las diez y media de la noche comenz¨® la serie de efectos especiales, rayos l¨¢ser, humos festivos, luces continuas, potencia de sonidos n¨ªtidos e instrumentos inal¨¢mbricos, elementos necesarios para el rock-show de Yes, un grupo de m¨²sicos veteranos reorganizados -hace s¨®lo dos a?os que empezaron a trabajar juntos de nuevo para grabar el ¨²ltimo disco- que se parecen muy poco a los originales de finales de los sesenta.
Trevor Rabin
Yes
Concierto de rock. Estadio de Vallecas. Madrid, 26 de julio.
Se comprob¨® desde el primer tema cantado, Leave it, que el espect¨¢culo era vistoso, brillante y animado, y que los arreglos y presentaci¨®n para cada canci¨®n aparec¨ªan semejantes a los de sus grabaciones. Jon Anderson, una voz para la historia musical, carece de imagen atractiva, con sus movimientos amanerados y sosos en escena, y, consciente de ello, se aleja de la primera posici¨®n cuando su funci¨®n era la de apoyar con su voz a la primera voz eventual del que fue aut¨¦ntico protagonista de la noche, Trevor Rabin, el nuevo componente.Muchos se quejaban y recordaban a Steve Howe como el guitarrista id¨®neo para el sonido Yes. Y, si es muy cierto que, para lo que este grupo hac¨ªa, Howe era insustituible, tambi¨¦n ahora lo es Rabin para la m¨²sica actual de Yes, la de su ¨²ltimo disco 90/25. Por eso los temas m¨¢s convincentes y animosos del concierto fueron los recientes (Owner of a lonely heart, It can happen, Hold on y Hearts), adem¨¢s de los m¨¢s legendarios.
El virtuosismo individual de este guitarrista semidesconocido, que perteneci¨® a un grupo llamado Rabbit y que ha grabado un par de elep¨¦s en solitario, borr¨® el recuerdo grato de Steve Howe hasta en los temas antiguos. Y es que Trevor Rabin que en los primeros compases ofreci¨® un alarde muy notable como punte¨ªsta r¨¢pido y duro a lo Eddie Van Halen, despu¨¦s logr¨® excitar a una audiencia sorprendida a base de rasgueos y arpegios notables, sentado y con la guitarra ac¨²stica sobre sus muslos.
Tony Kaye disfrut¨® como nadie, manos ocupadas en los teclados que tanto domina; Alan White creaba un sonido casi perfecto con su bater¨ªa y su voz, lo mismo que Chris Squire, un bajista excelente como tal y no como protagonista.
Porque si el espect¨¢culo de Yes brill¨® cual pel¨ªcula interesante y entretenida por sus int¨¦rpretes, sus efectos, sus colores y su sonido, el desenlace fue nefasto por alargado y redundante, hasta el punto de aburrir a las gradas de cemento vac¨ªas del segundo anfiteatro del estadio vallecano de Madrid.
Parte del p¨²blico -quiz¨¢ el m¨¢s exigente- dispers¨® sus unidades de atenci¨®n para con los m¨²sicos, y s¨®lo los movimientos de las ristras de focos y otros efectos esc¨¦nicos salvaron a unos actuantes que todav¨ªa se llaman Yes, pero que ser¨ªa m¨¢s original que se llamaran Not, como sincera respuesta al pasado.
S¨ª, pero no.
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