Un ruedo mexicano
Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, escogi¨® la prueba de los 20 kil¨®metros marcha para entregar la primera medalla de atletismo. Ten¨ªa la esperanza de colgarle una a su paisano Jos¨¦ Mar¨ªn y se tuvo que conformar con platicar con Ernesto Canto y Ra¨²l Gonz¨¢lez, los dos mexicanos que ganaron de corrido la caminata. El estadio ol¨ªmpico vivi¨® la primera explosi¨®n de contento sin necesidad de que ganara un estadounidense. Canto y Gonz¨¢lez devolvieron sombreros charros a los grader¨ªos como Gaona y Silveti. Canto y Gonz¨¢lez festejaron durante un cuarto de hora, entre los gritos de sus compatriotas, la haza?a del d¨ªa. En Broadway y Pico Bulevar se acabaron ayer los tacos, las enchiladas y el tequila.Los mexicanos vivieron la gloria de la medalla, que es lo ¨²nico que les corresponde cuando no son descalificados por correr en lugar de caminar. Una medalla debe suponer una satisfacci¨®n de tal calibre que el propio Muhamad Ali ha confesado que est¨¢ arrepentido por haber lanzado al r¨ªo de su pueblo la que gan¨® en Roma. A Cassius le recibieron como a un h¨¦roe en Louisville, su ciudad natal, pero a los pocos d¨ªas se volvi¨® a percatar de que era negro, porque no le dejaron entrar en un restaurante al que s¨®lo ten¨ªan acceso los blancos. Esta vez, a los jueces, que tambi¨¦n son una especie de gerontocracia distinguida, no les dio por mirar si levantaban los dos pies a la vez. Pero los jueces del atletismo son unos personajes odiosos para los atletas. Van tocados con sombreritos de paja estilo Novio a la vista, de Berlanga, es decir, a?os veinte. Se sit¨²an al borde de todos los recorridos para castigar al heterodoxo, y en el estadio ni siquiera conceden 50 metros de frenada retardada a quienes sobrepasan la meta. Les salen al paso en formaci¨®n y les obligan a retirarse r¨¢pidamente. Los ¨¢rbitros tienen alma de pastores. Adem¨¢s de intentar dirigir a los atletas por el buen camino, su calle, anatematizan al primero que pretende dejar en suspenso la ley.
Con la llegada del atletismo se ha vuelto a demostrar que con la solidaridad ol¨ªmpica o el universalismo lo ¨²nico que se consigue es humillar a los deportistas del Tercer Mundo. Cada a?o aparecen en la pista hombres incapaces de seguir el ritmo que merece una competici¨®n ol¨ªmpica. Son los atletas a que tiene derecho de inscripci¨®n cada pa¨ªs. En las carreras de gran esfuerzo suelen aparecer los Abebe Bikila, aunque corriera descalzo, los Wolde y los Yifter, pero salvadas las excepciones de los fondistas de Kenla y Etiop¨ªa y el excepcional Aki Bua, de Uganda, los pa¨ªses asi¨¢ticos y africanos no vienen a los Juegos m¨¢s que a sufrir golpes en el boxeo y a ser doblados por sus competidores en el estadio.
Los Juegos tienen un componente de espect¨¢culo, y de espect¨¢culo caro, y quien pasa por taquilla tiene derecho a que lo que se le ofrece tenga un m¨ªnimo de calidad. La tesis de que tambi¨¦n se acude para aprender est¨¢ trasnochada. Claro que en Espa?a se dijo hace tiempo que hab¨ªamos superado esa fase y que solamente se pod¨ªa participar con la dignidad que requiere el nombre del pa¨ªs y seguimos produciendo numeritos de impotencia.
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