Los ol¨ªmpicos son pol¨ªticos
Una de las cuestiones m¨¢s apasionantes del mundo cient¨ªfico actual gira en torno a la dicotom¨ªa cultura-biolog¨ªa. Los antrop¨®logos sociales -en general- han hecho de la palabra cultura una Dulcinea intocable, que hay que defender de follones y malandrines biosociales. La palabra sociobiolog¨ªa es tan tab¨² como mentar los cuernos en casa del cornudo. "?C¨®mo se puede sostener que la sociedad humana tenga una base biol¨®gica cuando es totalmente variable en nuestra especie? En tal sociedad se practica la poligamia, mientras que en tal otra la monogamia es la norma. ?C¨®mo se puede hablar de sociobiolog¨ªa cuando las estructuras sociales est¨¢n sometidas a cambios radicales? ?Cu¨¢ndo se ha visto a un mono que haga voto de celibato, a un lobo que predique el amor a los enemigos? ?Cu¨¢ndo se ha visto a una ara?a que decida hacerse vegetariana? La sociobiolog¨ªa hace agua por todas partes". De esta guisa arguyen una mayor¨ªa de antrop¨®logos sociales. Si no me equivoco, creo que estos antrop¨®logos cometen la torpeza de arrojar el agua del ba?o sin haber tomado la precauci¨®n de haber sacado primero al beb¨¦ del ba?o.La colmena humana funciona con mecanismos biol¨®gicos -biosociales-, como funciona el sistema digestivo. La sociedad espa?ola es un sistema tan biol¨®gico como el sistema respiratorio, aunque parezca otra cosa. ?Pero no se da usted cuenta que cualquier sistema cultural de la sociedad espa?ola, sea la lengua espa?ola, sea el sistema culinario de chorizos, paellas y, cocidos, es algo aprendido e hist¨®rico, y no algo que se traiga en los genes?", salta alguien, en seguida, a la yugular.
Basta, sin embargo, hacer una lectura antropol¨®gica atenta de los Juegos Ol¨ªmpicos para detectar la huella sociobiol¨®gica por doquier. Tan biol¨®gicas son las ganas que detecto en un espa?ol de que Espa?a se lleve cuantas medallas ol¨ªmpicas sea posible, como sus ganas de comer, de respirar o de eliminar residuos org¨¢nicos. ?Qu¨¦ son las ganas? Un mecanismo biol¨®gico que funciona con rigor matem¨¢tico y con la misma inevitabilidad como funciona la ley de la gravedad, sin consultar para nada a ning¨²n individuo, sea rey o pordiosero. Las ganas son un mecanismo emocional que se dispara en el cerebro siguiendo unas pautas gen¨¦ticas previstas. Se trata de un contrato biol¨®gico en el que se estipulan las siguientes bases: "Si usted, fulano de tal, hace tal cosa, se le pagar¨¢ autom¨¢ticamente y sin retrasos burocr¨¢ticos un cheque de placer proporcional al trabajo realizado. Ahora bien, si se niega a realizar lo que se le pide, se le castigar¨¢ con una sensaci¨®n inc¨®moda proporcional a la importancia de la orden desobedecida".
El individuo puede, por tanto, rechazar la oferta y apechugar con el chantaje. Lo que no puede es variar un ¨¢pice el funcionamiento del todopoderoso imperio de las ganas, dictadura f¨¦rrea biosocial a la que est¨¢ sometido todo ser humano. No sabe el individuo cu¨¢ndo debe comer, ni cu¨¢nto, ni qu¨¦ alimentos le convienen o cu¨¢les le perjudican. El cerebro es un complejo ordenador que disparar¨¢ el mecanismo emocional del hambre seg¨²n la informaci¨®n que le llegue del est¨®mago. Cuando el est¨®mago est¨¦ completamente vac¨ªo, disparar¨¢ el densit¨®metro de ganas de comer en un 100%. "Si ingieres ahora alimentos, le dice el ordenador cerebral, te pagar¨¦ un cheque de placer de esta intensidad", y le proyecta en la pantalla de la imaginaci¨®n un corto sobre este tema. "Si no lo haces te incordiar¨¦ con una sensaci¨®n inc¨®moda de tales caracter¨ªsticas". El ordenador cerebral no se casa con nadie. No caben pasteleos: "Mira, en vez de comer, escuchar¨¦ m¨²sica celestial". Las leyes de las ganas son tajantes: o se les da lo que piden, cuando lo piden y en la medida que piden, en cuyo caso pagan puntualmente lo prometido, o de otro modo incordian, molestan y torturan, como hab¨ªa anunciado. ?C¨®mo explicamos las ganas que se disparan en el ordenador cerebral de un espa?ol de que gane Espa?a, sea en los Ol¨ªmpicos, sea en otros terrenos de juego? El ordenador cerebral le advierte al espa?ol: "Si Espa?a gana te pagar¨¦ cheques de satisfacci¨®n proporcionales a lo que se gane. De otra forma, te har¨¦ tragar la hiel del rid¨ªculo".
El ser humano no nace espa?ol o ruso. Pero est¨¢ programado para que su ordenador cerebral se espa?olice o se rusifique. A trav¨¦s de un proceso de informaci¨®n mental/emocional, que llega de su sociedad territorial, el cerebro del individuo queda programado de forma que cada vez que su sociedad territorial juegue se le disparar¨¢n las ganas de que gane. Cada baza de su equipo territorial, Espa?a o Francia, le disparar¨¢, por tanto, autom¨¢ticamente dosis emocionales de placer o de castigo. No trae el ser humano en su programaci¨®n gen¨¦tica un enraizamiento emocional con una determinada sociedad territorial, pero viene equipado con un sofisticado engranaje bioqu¨ªmico/biosocial para, convertirse en un miembro biol¨®gico de una colmena territorial concreta (y de m¨¢s de una). Una, vez que el cerebro ha grabado en. sus casilleros mentales y afectivos la pertenencia a Espa?a, cada vez que juegue Espa?a, en el terreno de juego que fuere, su ordenador cerebral le pondr¨¢ en guardia y le disparar¨¢ las ganas de que gane. Cada quisque puede medir su pertenencia a una sociedad territorial determinada, observando qu¨¦ reacciones emocionales se disparan autom¨¢ticamente cada vez que ocurre algo a esta sociedad (sea que gane o pierda). Cuando un japon¨¦s sube al podio del vencedor a ce?irse los laureles ol¨ªmpicos podemos realizar el siguiente experimento de laboratorio: a) En ciertos observadores no se ha disparado emoci¨®n alguna. b) En otro grupo se han disparado emociones adversas contra el japon¨¦s, que se han traducido al exterior en gestos airados, en insultos virulentos y en t¨¦rminos groseros. c) En un tercer grupo se han disparado olas gigantescas de emoci¨®n, que se han traducido al exterior en abrazos, besos, saltos, gritos de j¨²bilo. Estos ¨²ltimos son los japoneses.
Grabaciones cerebrales
Cuando ocurre una invasi¨®n de caries a una muela est¨¢ el cerebro equipado para disparar una sensaci¨®n inc¨®moda (el dolor de muelas) proporcional a la informaci¨®n que le llega de la amenaza en ciernes y del deterioro que est¨¦ ocurriendo. En este caso, el cerebro est¨¢ completamente equipado para disparar este mecanismo emocional sin haber mediado ninguna grabaci¨®n cerebral que provenga del exterior. En cambio, cuando el ordenador cerebral dispara un dolor de muelas social en un ingl¨¦s ("los argentinos han invadido las Falkland islands por sorpresa") ha sido necesario un proceso de grabaciones cerebrales previo. Pero el resultado es el mismo: se disparan mecanismos biol¨®gicos por orden inconsciente y tajante del cerebro, le guste o no al individuo. Puede no hacerle ninguna gracia a un ingl¨¦s un dolor de muelas o un dolor de su colmena. A su ordenador cerebral le trae sin cuidado. El ordenador cerebral funciona siguiendo instrucciones gen¨¦ticas, sean de car¨¢cter individual (para mantener la vida del organismo individual), sean de car¨¢cter social (para mantener el organismo social).
"Pero ?no se da usted cuenta", me arg¨¹¨ªa un estudiante en la USC (Universidad del Sur de California), "que todo es un tinglado comercial? ?No se ha dado usted cuenta que la llama ol¨ªmpica se vende a tanto el kil¨®metro; que la Coca-Cola paga un mill¨®n por anunciarse como la promotora exclusiva de los ol¨ªmpicos en su g¨¦nero de bebidas y la c¨¢mara no-s¨¦-cual y el reloj no-s¨¦qu¨¦, y suma y sigue? Usted quiere probar que el hombre es un individuo rom¨¢ntico que se emociona por Jap¨®n y por su madre patria y en realidad todo ese follaje oculta una realidad mucho m¨¢s pedestre: la pastizara. Esa s¨ª que es dictadura. Buenoooo. No se haga usted ilusiones". La objeci¨®n tiene miga y aqu¨ª no tenemos espacio para contestarla poniendo todos los puntos necesarios sobre las ¨ªes. El juego econ¨®mico funciona tambi¨¦n con mecanismos biol¨®gicos: las ganas de ganar. La cuerda que mueve al hombre no es el dinero, ni la belleza, ni la salud, ni la nataci¨®n. La cuerda que mueve al hombre es ganar. El t¨¦rmino clave es m¨¢s. El ordenador cerebral no paga satisfacci¨®n por tener dinero, sino por tener m¨¢s dinero, por poseer un grupo acad¨¦mico superior, por tener un cuerpo mejor dise?ado. El juego del dinero es uno de los juegos importantes, aunque no siempre el m¨¢s importante. Puede el ser humano jugar al juego de la santidad y dedicarse a ser el m¨¢s pobre de todos (en bienes econ¨®micos). Lo que no puede el ser humano es dejar de ser solicitado por las ganas de jugar y ganar en uno o varios terrenos de juego.
Hay juegos en los que los jugadores son individuos; otros, en los que los jugadores son clases (la clase alta, as¨ª llamada contra la trabajadora, as¨ª denominada, etc¨¦tera); otros, en los que los jugadores son Espa?a o Francia (sociedades territoriales). En el juego econ¨®mico, aunque parezca otra cosa, y a Carlos Marx le pareciera otra cosa, las sociedades territoriales, son los jugadores principales, en un orden de cosas, porque el equipo territorial es a la vez econ¨®mico-pol¨ªtico-militar-cultural-rel¨ªgioso-deportivo (con variaciones). Es el equipo m¨¢s complejo, m¨¢s completo, m¨¢s perdurable. No coinciden los intereses econ¨®micos de Francia, con los de Espa?a.
El dinero
A la hora de la verdad econ¨®mica, "los obreros tienen patria" (aunque Marx dijera que "los obreros no tienen patria"), y cuando median tomates de por medio "se organiza un gran tomate tribal" allende el Pirineo. Si hay que dar vuelta a camiones o disparar a pesqueros espa?oles, "allons enfants de la Patrie". Los obreros con los empresarios, con los pol¨ªticos y con los militares pelean ante todo con el equipo franc¨¦s contra. el espa?ol, o el chino contra el ruso, o el japon¨¦s contra el alem¨¢n.
En otro orden de cosas, tambi¨¦n es verdad que "el dinero no conoce patria o religi¨®n". Es decir, que un espa?ol, u otro, si piensa que su dinero est¨¢ m¨¢s seguro en Suiza, despu¨¦s de emocionarse mucho con los atletas ol¨ªmpicos de Espa?a, es posible que lleve cuantas pesetas pueda a Suiza. Un estadounidense, despu¨¦s de soltar altas imprecaciones de corte fecal y genital. contra los rusos, tal vez invierta pases sustanciales de su haber econ¨®mico en un proyecto ruso en el que se le garantizan ping¨¹es beneficios. No es imposible que un ingl¨¦s, despu¨¦s de soltar una perorata sobre su amor a la reina, su lealtad al Reino Unido y su apoyo a la econom¨ªa de coches nacionales, se compre un Toyota, porque le consume menos gasolina. Por otra parte, las multinacionales han creado una red econ¨®mica que no coincide con las fronteras territoriales, aunque con frecuencia son tent¨¢culos de una sociedad territorial concreta e imperial. En el juego econ¨®mico juegan los individuos y juegan las clases (dejando entre par¨¦ntesis otras sociedades humanas), pero juegan sobre todo las sociedades territoriales (especialmente las nacionales).
Cuando se habla de pol¨ªtica se piensa inmediatamente en los partidos, en los Gobiernos. Eso no es la polis, la comunidad pol¨ªtica. Eso es simplemente una parte, mucho m¨¢s peque?a y mucho menos importante de lo que pudiera parecer. Es solamente la punta del iceberg. Los atletas est¨¢n continuamente creando la polis, manteniendo la unidad nacional al generar dosis de afecto y orgullo territorial en el cerebro de sus miembros. Con frecuencia los pol¨ªticos dividen al pa¨ªs, a veces hasta llegar a la guerra incivil. En cambio, los atletas unen a todo el pa¨ªs, a los miembros de las diversas cofrad¨ªas ideol¨®gicas o clases sociales. Los pol¨ªticos muertos y bien muertos, especialmente los, asesinados, en algunos casos se convierten en mecanismos de unificaci¨®n afectiva de todos los miembros de una sociedad territorial (Lincoln, Jefferson y Kermedy, en Estados Unidos; los Reyes Cat¨®licos y Felipe II, en Espa?a; Napole¨®n y De Gaulle, en Francia). "?Tienen algo que ver los ol¨ªmpicos con la pol¨ªtica?", preguntaron a Fidel Castro una vez. "Los ol¨ªmpicos son pol¨ªtica", contest¨® el monarca cubano. Al margen de la guerra, el deporte es uno de los mecanismos pol¨ªticos y biosociales que convierten a Pedro Rodr¨ªguez y Pablo Su¨¢rez en espa?oles, o a Pietro Tortellini y Paolo Martini en italianos, es decir, en miembros de colmenas territoriales. Los ol¨ªmpicos, en verdad, son pol¨ªtica (al margen del boicoteo estadounidense o ruso, que ¨¦sta es harina de otro costal).
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