Un derecho sesgado
Abortar en Londres ya no es delito ni en Madrid ni en Barcelona. Es probable que siga siendo pecado en M¨¢laga o en La Coru?a, pero eso es algo que cada d¨ªa que pasa preocupa menos a los fieles, semifieles o ex fieles. Las revistas de la vagina, antes del coraz¨®n, que se suponen dirigidas a un p¨²blico interesado por la buena salud y eterna salvaci¨®n del alma seg¨²n c¨¢nones muy ortodoxos, son el term¨®metro ce?idamente adecuado de los vaivenes morales de sus lectores y deudos y allegados. Las revistas de la vagina, antes del coraz¨®n, nos vienen demostrando desde hace tiempo que una cosa es predicar y otra dar trigo o, dicho sea de diferente manera, que no es lo mismo combatir p¨²blicamente la ley del divorcio, la del aborto, o la de educaci¨®n, que aprovecharlas particular y cuidadosamente en beneficio propio. La f¨®rmula magistral de los vicios privados y las p¨²blicas virtudes siempre dio mucho juego en el arte de ir capeando los empe?os reformistas con recatada y p¨ªa dignidad.Pero el drama del aborto contin¨²a a¨²n ense?ando su cruel paradoja y tan s¨®lo le faltaba que la m¨¢s cerril derecha, al sentirse abandonada por el desodorante del alma, lo aprovechase como bandera de combate para echar arena en la aventura del cambio pol¨ªtico y conseguir, de paso y como beneficio a?adido, alguna que otra promoci¨®n pol¨ªtica personal. Lo que debiera haber sido una discusi¨®n ponderada 3, argumentada -y tambi¨¦n firme, claro es- sobre los derechos y deberes de los afectados por el vidrioso tema, se convirti¨® en una avalancha de gritos nerviosos y en un aluvi¨®n de cartas a los peri¨®dicos sospechosamente un¨¢nimes tanto en su estilo como en su contenido. Y no es que falten los argumentos, que los hay y no poco fundados. Jos¨¦ Ferrater Mora, desde la paz que al ¨¢nimo le presta la distancia, public¨® en pleno auge de la campa?a un libro magistral sobre el aborto, la violencia, la eutanasia, los derechos de los animales y otros problemas de la convivencia en nuestra sociedad. Sus razones resultaban impecables: no est¨¢ en discusi¨®n el hecho de abortar o no, sino el talante permisivo o no permisivo ante la voluntad de una mujer de interrumpir su embarazo. La derecha gimn¨¢stica -antes la llam¨¦ cerril-, con el desprecio hacia la claridad de las ideas que hist¨®ricamente le ha venido caracterizando, intent¨® mudar el sentido de la alternativa convirtiendo la postura permisiva en algo as¨ª como la voluntad de un aborto obligatorio e impuesto. ?Qu¨¦ se le va a hacer! Ferrater Mora habr¨ªa sido, sin duda, el primer sorprendido si quienes tal dicen le leyesen (supuesto improbable).
La actitud permisiva no oculta la gravedad del hecho del aborto. Para m¨ª -y para no pocos de los que aceptan la permisividad- interrumpir el embarazo es algo intr¨ªnsecamente malo y algo tambi¨¦n que se acumula a otras condiciones tampoco deseables y que aletean en torno a cada caso. Los traumatismos a veces necesarios, no por eso dejan de ser dolorosos. Es probable que quiz¨¢ resultase mejor, e incluso mucho mejor, una pol¨ªtica de prevenci¨®n y educaci¨®n y tutela que impidiera (o al menos disminuyera)Ja proliferaci¨®n de embarazos no deseados. Es evidente que tal pol¨ªtica y la permisividad del aborto no son medidas rec¨ªprocamente excluyentes, sino complementarias en la b¨²squeda de id¨¦ntico objetivo. Dicho todo lo anterior, confieso que me resulta un tanto extra?o (o a lo mejor no lo es, ?qui¨¦n sabe!, y yo lo ignoro) el hecho de que el empe?o en la prevenci¨®n tambi¨¦n haya sido sistem¨¢ticamente boicoteado y puesto en solfa por los expendedores de bulas y cartas foreras, cuyas f¨¦minas se reservaban siempre el derecho, renunciable como todos, de ampararse en la v¨¢lvula de escape, ahora reconocida legalmente, de viajar a Londres.
A m¨ª no me parece una buena noticia la de la extensi¨®n de la permisividad que elimina y hace un regate a las restricciones de la ley espa?ola. Sin duda es una medida de justicia, avalada -para mayor efecto- por el m¨¢s alto tribunal, que probablemente refleja el liberal temple de quienes no aprecian en el aborto ingl¨¦s suerte alguna de delito espa?ol. Pero pienso que no es una buena noticia para la causa permisiva porque sanciona un derecho sesgado y al alcance tan s¨®lo de una muy limitada porci¨®n de las mujeres espa?olas que desean propiciar la movedura. N¨®tese que abortar en Londres y con la ley al pelo, a diferencia de hacerlo en Espa?a y con la ley a la contra, contin¨²a siendo un privilegio que muy pocos -o muy pocas- pueden costearse.
Quiz¨¢ sea ¨¦se un paso m¨¢s adelante y hacia una permisividad racional al estilo de la propugnada por Ferrater Mora y, en ese sentido, habr¨ªa que aplaudirlo, como habr¨ªa que aplaudir los anuncios de preservativos en la televisi¨®n. Supongo que ambas cosas escandalizar¨¢n a no pocos, pero eso ya casi da lo mismo, puesto que lo importante, desde el doble punto de vista pol¨ªtico y moral, ser¨ªa asegurar a todas las espa?olas amenazadas por un embarazo cargado de problemas aquella v¨ªa de escape que impidiera en el futuro la existencia de un ni?o maltratado, fam¨¦lico o abandonado. Se han dado ya algunos pasos en ese sentido, ?qui¨¦n lo duda!, pero a¨²n podr¨ªa darse alg¨²n otro. Por ejemplo, el de no tener que viajar a Londres para no delinquir.
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