Carlos Toledo Plata y se?ora, ciudadanos espa?oles
La organizaci¨®n guerrillera colombiana Movimiento Diecinueve de Abril (M-19) rob¨® el 1 de enero de 1979 7.000 armas de un dep¨®sito militar en las cercan¨ªas de Bogot¨¢. Los principales dirigentes del grupo firmaran con su pu?o y letra un manifiesto de reivindicaci¨®n de la acci¨®n. Entre las firmas estaba la de Carlos Toledo Plata.A partir de entonces, Toledo Plata, que hasta un a?o antes hab¨ªa sido representante parlamentario, se convirti¨® en uno de los hombres m¨¢s buscados de Colombia. El Gobierno ofrec¨ªa 20 millones de pesetas por informaci¨®n sobre su paradero.
Durante los primeros meses de 1979, Toledo Plata estuvo a punto de ser detenido varias veces. Convertido en guerrillero a los 45 a?os de edad, su aspecto era m¨¢s bien tranquilo, pero estaba convencido de que "la democracia s¨®lo se podr¨¢ dar a trav¨¦s de la lucha militar".
A ?lvaro Fayad, actual n¨²mero dos del M-19, lo conoc¨ª a la salida de un cine de Bogot¨¢. Pocos d¨ªas m¨¢s tarde me llam¨®: "Me gustar¨ªa hablar contigo. Vendr¨¢ tambi¨¦n un amigo m¨ªo". Quedamos en una discoteca. All¨ª estaba con el que m¨¢s tarde supe que era el n¨²mero uno del M-19: Jaime Bateman, muerto en 1983 en un accidente de avioneta cuando sobrevolaba la selva del Dari¨¦n, rumbo a Panam¨¢, donde le esperaba una entrevista con representantes del Gobierno colombiano, en un intento de lograr la paz para su pa¨ªs. ?lvaro me explic¨® que se trataba de acompa?ar a un compa?ero suyo a Ecuador. Me dijo que se har¨ªa pasar por espa?ol y que yo muy bien pod¨ªa ser su esposa. Mi ¨²nica condici¨®n fue que no llevara armas.
Al d¨ªa siguiente me present¨¦ en el lugar de la cita. Era un restaurante en la afueras de Bogot¨¢. ?lvaro Fayad y Jaime Bateman com¨ªan tranquilamente, en, compa?¨ªa de una pareja de j¨®venes y de un se?or de aspecto muy raro: era Carlos Toledo Plata, con un peluqu¨ªn de pelo muy negro, un traje beis pespunteado alrededor de las amplias solapas, camisa azul oscura y un peque?o bolso de mano. Sus u?as estaban protegidas por un esmalte transparente. "?Parezco espa?ol?", fue su saludo. "Podr¨ªas parecer espa?ol", contest¨¦ sin ning¨²n. convencimiento.
A partir de ese momento viv¨ª los tres d¨ªas m¨¢s hist¨¦ricos de mi vida. En el coche viajaba con nosotros la pareja de j¨®venes. "?Por qu¨¦ te has prestado a este viaje?", me pregunt¨®. "Por aventura", le contest¨¦ un poco avergonzada. No intent¨® darme doctrina y pronto la conversaci¨®n gir¨® sobre su supuesta identidad espa?ola. Compar¨¦ los pasaportes y observ¨¦ algunas anomal¨ªas en la falsificaci¨®n. De su verdadera identidad s¨®lo conservaba dos cosas: el nombre de pila y su profesi¨®n de m¨¦dico.
Durante ¨¦stos tres d¨ªas supe bastantes cosas de su vida: estaba casado, ten¨ªa hijos mayores y hab¨ªa admirado a Per¨®n desde que realiz¨® un curso para posgraduados en Argentina. Pensaba que la lucha armada era imprescindible en un pa¨ªs donde no se admit¨ªa el di¨¢logo, donde encubiertamente mandaba la ultraderecha militar, donde hab¨ªa m¨¢s de 4.000 presos pol¨ªticos.
Toledo Plata hab¨ªa sido un parlamentario popular. En las elecciones de 1970, el general Rojas Pinilla se present¨® como el candidato de la oposici¨®n al bipartidismo (liberales y conservadores). Todo el mundo se convenci¨® de que hubo fraude. Su partido, la Alianza Popular Nacional (Anapo), qued¨® derrotado. Dos a?os m¨¢s tarde, pol¨ªticos pertenecientes a la rama socialista de la Anapo, como Toledo Plata, se unieron con algunos desenga?ados de la guerrilla marxista para crear un movimiento pol¨ªtico-militar.
Hasta enero de 1979, Toledo Plata compagin¨® su doble militancia, "si bien mi actividad pol¨ªtica en el Parlamento fue m¨¢s que nada de denuncia, aunque aqu¨ª, en Colombia, poco puedes hacer mientras no est¨¦s dentro del grupo decisorio", me comentaba durante la primera parte del viaje, que se estaba desarrollando con total tranquilidad, ya que, seg¨²n ellos, gente de la organizaci¨®n se hab¨ªa apostado a lo largo del recorrido para advertir sobre cualquier peligro.
Una noche de nervios
El segundo d¨ªa de viaje, a la entrada de Pasto, cerca de la frontera, nos encontramos con Jaime Bateman, que hab¨ªa viajado tambi¨¦n desde Bogot¨¢ en otro coche. Toledo Plata parec¨ªa disfrutar del viaje y gozaba obsequi¨¢ndome con golosinas, frutas hasta entonces para m¨ª desconocidas, y me rega?aba por fumar tanto.
En los alrededores del hotel donde nos alojamos, en Pasto, un transe¨²nte pareci¨® reconocer a Toledo Plata. Esa noche fue terrible. Nadie durmi¨®.
Pero lleg¨® la hora crucial del paso de la frontera con Ecuador. Yo llevaba los cuatro pasaportes y los entregu¨¦ al polic¨ªa que estaba en una garita, a medio metro del coche. Vi que las paredes aparec¨ªan decoradas con carteles de los rostros de los hombres y mujeres m¨¢s perseguidos de Colombia. All¨ª tambi¨¦n estaba el de Jaime Bateman, que esperaba en el coche de atr¨¢s a que acabaran con nosotros. Mientras ojeaba el polic¨ªa nuestros pasaportes grit¨¦: "Carlos, ?t¨² crees que Ecuador nos gustar¨¢ tanto como Colombia?". Asom¨® la cara por la ventanilla y contest¨®: "Habr¨¢ que comprobarlo". Ya en tierra ecuatoriana nos abrazamos todos como locos. Fue una noche de borrachera hist¨¦rica.
Al d¨ªa siguiente me desped¨ª de Carlos Toledo Plata. ?l y Bateman continuaban viaje a Quito. Me insinuaron que ten¨ªan una cita con el que luego ser¨ªa presidente de Ecuador Jaime Rold¨®s.
No volv¨ª a ver ni a Carlos Toledo Plata ni a Jaime Bateman. Antes de despedirme le pregunt¨¦ a Carlos qu¨¦ hubiera pasado si nos coge la polic¨ªa. "En el caso hipot¨¦tico de que intentara detenerme el Ej¨¦rcito, no podr¨ªa. Cuando no voy armado, como ahora, siempre llevo una pastilla de cianuro... Pero no es la mejor forma, la mejor es disparar hasta agotar la ¨²ltima bala", dijo.
Hace un mes le¨ª que Toledo Plata se hab¨ªa beneficiado de la amnist¨ªa decretada en 1982 por Belisario Betancur, y que hab¨ªa aceptado la jefatura de traumatolog¨ªa del hospital San Juan de Dios, en Bucaramanga. El pasado viernes mor¨ªa victima de nueve balazos a la salida de casa camino del hospital.
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