El fin de la desgracia en el barrio de la Fortuna
Casi 24 a?os despu¨¦s de su creaci¨®n ha sido pavimentado y dotado de servicios m¨ªnimos
Como hiciera el primer Jos¨¦ Arcadio Buend¨ªa, aunque con m¨¢s sentido especulativo que ¨¦pico, Domingo do Santos, el portugu¨¦s, arrastr¨® el a?o 1960 a 33 familias de traperos para fundar en un descampado arenoso, cerca de Carabanchel, lo que ser¨ªa luego el barrio de la Fortuna, lugar azotado por las desgracias y albergue actual de 20.000 almas. No ser¨ªa, sin embargo, hasta el 9 de junio de 1984.cuando se pavimentasen las calles, y hace poco que el barrio ha sido dotado de servicios m¨ªnimos. Pero antes el portugu¨¦s ya fallecido se hab¨ªa hecho de oro.
Cuando hace 18 a?os Amalia de Andr¨¦s y su marido preguntaron al constructor por un piso en la Fortuna, ¨¦ste, convencido de que pertenec¨ªan a un nivel social m¨¢s alto, les dijo: "Pero, c¨®mo, ?se van a ir a vivir all¨ª?". "S¨ª, porque no nos importa el qu¨¦ dir¨¢n", contest¨® Amalia. Las calles de aquel poblacho hab¨ªan sido trazadas por la garrota del portugu¨¦s, estrechitas; de siete metros de ancho, para que hubiese m¨¢s. Claro que hubo gente como Manuel S¨¢nchez, uno de los fundadores, que se opuso porque no pod¨ªa meter all¨ª la camioneta o el carro y consiguieron algunas calles de 10 metros de ancho.El resultado es que hoy, si los vecinos quieren mantener la intimidad, tienen que tener las persianas bajadas. Las casas son de tres pisos de altura, aunque algunos dicen que eso es para que no se estrellen las avionetas del cercano aeropuerto de Cuatro Vientos.
El d¨ªa que a Domingo do Santos el Ministerio de la Vivienda le dio aquel desierto a cambio de otro parecido que pose¨ªa en Orcasitas, no se pod¨ªa imaginar que iba a crecer tanto. ?l era un h¨¢bil negociante, un cacique patriarcal al que a¨²n hay gente que, pese al dinero que supo sacarles, le recuerda con respeto y cari?o. Domingo les vend¨ªa o alquilaba las casas y los terrenos, les cobraba por utilizarlas calles, hac¨ªa de especie de banco que arrendaba ganado, caballer¨ªas y cualquier otra cosa. Luego, cuando aquel lugar de viviendas baratas se repobl¨® de emigrantes y obreros de econom¨ªa l¨ªmite, diversific¨® su negocio.
"Muchas ma?anas, para ir a trabajar a Madrid, me ten¨ªa que remangar los pantalones hasta las rodillas para que no se llenasen de barro", cuenta Manuel Mu?oz Cejudo, actual teniente de alcalde de la Fortuna (que pertenece al Ayuntamiento de Legan¨¦s), que vive en el barrio desde hace 15 a?os. Los propios vecinos tuvieron que hacer un camino de zahorra (carbonilla y piedras) para que la camioneta se atreviese a llegar hasta el pueblo, lo que s¨®lo hac¨ªa si no hab¨ªa llovido en demas¨ªa. Cuando la actual corporaci¨®n se decidi¨® a pavimentar las calles tuvieron que levantarlas todas, ya que lo ¨²nico que se hizo en su d¨ªa fue meter adoquines -en la tierra y cubrirlos con una capa de cemento.
Casas hasta en el patio
Domingo le sacaba partido a todo. Hizo el contrato con el Canal de Isabel II y puso un contador de agua a la entrada del pueblo, lo que dur¨® hasta hace unos dos a?os. Luego ¨¦l se encargaba de cobrar los recibos con precios aleatorios a sus vasallos. Igual con la luz. Las casas, muchas de ellas construidas por ¨¦l, le daban una buena renta, y para m¨¢s aprovechar constru¨ªa peque?as viviendas en el patio de luces, algunas sin ventanas, con servicio com¨²n, ilegales y antihigi¨¦nicas, de las que a¨²n quedan un centenar.
En un principio el agua se obten¨ªa de pozos, y ¨¦l mismo hizo la canalizaci¨®n, con tuber¨ªas de uralita de apenas 60 cent¨ªmetros, que a la menor sobrepresi¨®n se romp¨ªan. "Desde luego, fortuna hemos tenido, porque el canal de agua iba a pocos cent¨ªmetros del de residuos, y lo m¨¢s f¨¢cil es que hubiese habido una filtraci¨®n?.
A¨²n quedan casas en estado de ilegalidad, ya que no las inscrib¨ªa en el Registro de la Propiedad, y, cuando m¨¢s tarde, ante el crecimiento imparable del poblado
Domingo se asesor¨® de abogados el asunto se refin¨®. En los contratos, que no pasaban por el Registro, se consignaba que las partes conoc¨ªan la posible situaci¨®n de ilegalidad y que era el comprador el que, se responsabilizaba de lo que pudiera suceder por ello Esto especialmente ocurri¨® en la zona de las Presillas, la m¨¢s lumpen del barrio y que se proyecta demoler aunque de momento no hay presupuesto para viviendas sociales.
El primer servicio que tuvo el barrio, y ¨²nico por mucho tiempo, fue la tasca-tienda del t¨ªo Paco, y fue el portugu¨¦s quien se hizo con los mejores negocios de suministro, desde vender gallinas hasta arreglar carros. Hasta hace muy poco no ha habido un parque, ni casa para la tercera edad, ni biblioteca, ni una mala plaza con bancos para sentarse. Pero, eso s¨ª m¨¢s de 100 bares jalonan el lugar.
Mu?oz Cejudo cuenta cuando fue al Ayuntamiento de Legan¨¦s a reclamar la bombilla de su calle, que llevaba mucho tiempo rota. "No es tan f¨¢cil", le dijeron; "se tienen que poner de acuerdo Iberduero, que pone la escalera; el ayuntamiento, que pone el operario, y el portugu¨¦s, que pone la bombilla".
Vida de pueblo
Ahora han logrado que el autob¨²s de l¨ªnea privada funcione con cierta regularidad, para poder ir a Legan¨¦s incluso en d¨ªas festivos, y que mantenga hasta una l¨ªnea nocturna. Antes pasaba una camioneta por la ma?ana, otra al mediod¨ªa y la ¨²ltima por la tarde, y pasadas las diez de la noche el camino era cerrado por los frailes del convento al que pertenec¨ªa. Hubo otro camino que pertenec¨ªa a los militares, y que durante un tiempo ten¨ªa aduana, a la que hab¨ªa que pagar por pasar con cami¨®n de trapero. Una vez hicieron huelga de 18 d¨ªas sin subir al autob¨²s porque les quer¨ªa reducir el servicio.
Barrio de gente m¨¢s bien pobre, que se iba all¨ª a vivir porque las casas eran mucho m¨¢s baratas, arrastra las l¨®gicas secuelas de escasez cultural y paro. "La vida aqu¨ª ha sido mon¨®tona, aunque ahora empieza a haber una pequef¨ªa infraestructura, el barrio est¨¢ m¨¢s habitable y la gente empieza a no maldecir por vivir aqu¨ª". Aunque viven unas 20.000 personas, la vida all¨ª es m¨¢s parecida a la de los pueblos. "Aqu¨ª todo el mundo
El fin de la desgracia en el barrio de la Fortuna
sabe lo que le pasa a todo el mundo. Son dif¨ªciles los secretos, pero tambi¨¦n hay mucha comunicaci¨®n y mayor solidaridad entre la gente, lo que hace la vida m¨¢s agradable".Muchos de los que se fueron all¨ª a vivir hace 20 a?os eran reci¨¦n casados, y por eso el barrio est¨¢ lleno de j¨®venes. Muy cerca est¨¢ la c¨¢rcel de Carabanchel y m¨¢s de un joven del barrio la visita de cuando en cuando. "Ahora la cosa est¨¢ m¨¢s tranquila, porque hay mucha vigilancia y el barrio no es muy grande. Pero hace unos meses hab¨ªa dos bandas que se liaban a tiros por menos de nada. Esto pare c¨ªa Chicago. De todas formas aqu¨ª nos conocemos todos, y se sabe qui¨¦nes son, a qui¨¦n se ha metido en el talego". "Adem¨¢s", remacha Jos¨¦ G¨®mez, "los maestros se van a robar fuera y aqu¨ª s¨®lo act¨²an los novilleros".
Un hombre, 600 ratas
M¨¢s de un vecino ha aprovecha do las cercan¨ªas del arroyo de Butarque para montarse huertas clandestinas. Este arroyo alica¨ªdo sirve de cauce para los vertidos que bajan hasta la depuradora de Villaverde, y "por la noche no hay quien aguante el olor", adem¨¢s de ser foco de ratas. Ahora ya las han eliminado bastante, pero no est¨¢ muy lejos el tiempo en que calcula ron que por cada vecino hab¨ªa 600 ratas afortunadas.
Ahora est¨¢ pr¨¢cticamente ultimado un proyecto que, adem¨¢s de meter las sucias aguas en un colector, prev¨¦ la plantaci¨®n de un bosque en las riberas del arroyo, lo que servir¨¢ de pulm¨®n y esparcimiento para el barrio.
A¨²n no hay ambulatorio ni discoteca, y el ¨²nico cine lleva cerrado dos meses. No hay instituto, aunque el barrio s¨ª est¨¢ bien surtido de plazas de Ense?anza General B¨¢sica y de preescolar. Ya no es un barrio de polvo, como si fuera una verruga de la gran ciudad. No es que sea una zona residencial, pero la gente dice que ya empieza a dar gusto vivir all¨ª, que por fin se termina la mala suerte del barrio de la Fortuna.
Domingo do Santos, el portugu¨¦s, era alcalde y patriarca, con derecho a usufructo de casi todo. El pueblo se llama la Fortuna por su mujer, Fortunata, y la mayor¨ªa de las calles tienen nombre de santos basados en los de su amplia familia. A¨²n hoy, en la antes avenida de la Victoria, que se llama ahora de la Libertad, se conserva la ventanilla que usaba el se?or para cobrar.
Pero tampoco era un tirano, seg¨²n le recuerdan sus compa?eros pioneros, como Manuel S¨¢nchez. "Ayud¨® a mucha gente. Si se mor¨ªan tus cerdos, ¨¦l se las apa?aba para conseguirte otros que ya le pagar¨ªas. M¨¢s de uno vivi¨® a costa de ¨¦l. A muchos les sac¨® de la pobreza. Lo que pasa es que era analfabeto, pero catedr¨¢tico. Sacaba todo lo que pod¨ªa, pero cuando le necesitabas te echaba una mano. Adem¨¢s, te sacaba el dinero seg¨²n te dejabas. El que ced¨ªa, pagaba m¨¢s; el que le hac¨ªa frente, pagaba menos".
Cuando lleg¨® la democracia, el portugu¨¦s tuvo que soportar que le pusiesen juicios y le reclamasen por enga?os. Ten¨ªa posesiones en varios barrios de Madrid, pero sigui¨® viviendo en la Fortuna, su pueblo, y al poco de marcharse se muri¨®. A¨²n sus hijos siguen regentando casas en el barrio.
Aquel clan de traperos no vivi¨® del todo mal. Los tiempos cambiaron la ocupaci¨®n de la poblaci¨®n, aunque a¨²n quedan algunos. "La basura es un r¨ªo de oro, y en casa del trapero puede haber mierda, pero nunca hambre ni fr¨ªo".
El barrio, s¨ª, ha cambiado, pero la busca sigue. Un joven camello explica: "Hasta hace poco estaba todo el d¨ªa descargando camiones para un t¨ªo que me daba 25.000 pesetas sin seguros ni nada. Ahora, con el chocolae (hach¨ªs), saco el triple sin matarme".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.