La lucha contra la corrupci¨®n , objetivo prioritario
Si un golpista militar africano quiere obtener el apoyo inmediato de su pueblo tras el derrocamiento de un r¨¦gimen civil, debe dedicar sus primeros esfuerzos a dos tareas esenciales: la reducci¨®n de los precios de los bienes de consumo b¨¢sicos y la acusaci¨®n al r¨¦gimen anterior de practicar una corrupci¨®n masiva. Esto es, efectivamente, lo que hizo el general nigeriano Mohamed Buhari tan pronto como desplaz¨® al presidente Alhaji Sehu Saghari.La reducci¨®n de precios fue labor f¨¢cil. Tan pronto se conocieron las primeras noticias del golpe, los tenderos bajaron a la mitad o la tercera parte los precios de alimentos y otros bienes esenciales, temiendo medidas dr¨¢sticas del Gobierno. En lo referente a la corrupci¨®n, Saghari dio instrucciones muy precisas a sus subordinados para que desarrollaran una campa?a de limpieza desde el primer d¨ªa del golpe. Tanto el presidente Buhari como el vicepresidente, y un buen n¨²mero de comisarios (ministros) y gobernadores de los Estados, fueron arrestados. En total fueron detenidos 475 altos cargos del r¨¦gimen civil, acusados de malversaci¨®n, apropiaci¨®n indebida, corrupci¨®n, etc¨¦tera.
El tercer decreto del nuevo Gobierno (sobre recuperaci¨®n de propiedades del Estado) puso en marcha una cadena de tribunales militares para que juzgaran a los acusados. Ante las sentencias de estos tribunales no caben recursos, y la pena m¨ªnima es de 21 a?os. Estos tribunales han venido juzgando en los ¨²ltimos meses a varios prohombres del r¨¦gimen civil, pronunciando diversas sentencias, algunas absolutorias, y otras, por supuesto, de largas penas de prisi¨®n.
En su celo anticorrupci¨®n, las autoridades nigerianas han llegado hasta extremos insospechados. El pasado 5 de julio, un comando formado por ciudadanos nigerianos e israel¨ªes (estos ¨²ltimos, presuntos miembros del Mosad) secuestraron en una calle de Londres al cu?ado de Saghari y ex comisario de Transportes, Umaru Dikko. Introducido en una camioneta, Dikko fue llevado hasta el aeropuerto de Stansted drogado y metido en una caja. La brigada antiterrorista brit¨¢nica, conocida como C-13, recibi¨® inmediatamente la denuncia de la secretaria de Dikko y la relacion¨® con las dos cajas que tres horas despu¨¦s del secuestro unos miembros de la embajada nigeriana intentaban introducir en un avi¨®n de carga Boeing 707 de la Nigerian Airways. En una de ellas estaba Dikko. El episodio cost¨® a Nigeria la mayor tensi¨®n que se recuerda en sus, relaciones con el Reino Unido.
En la lucha contra la corrupci¨®n, por tanto, el Gobierno de Buhari no ha admitido l¨ªmite alguno. Y la continuaci¨®n de esa campa?a es especialmente necesaria en estos momentos en que el pa¨ªs se encuentra negociando con el Fondo Monetario Internacional (FMI) la obtenci¨®n de un cr¨¦dito puente de 3.000 millones de d¨®lares para hacer frente a los vencimientos pr¨®ximos de la cuantiosa deuda del pa¨ªs. La dificultad de obtenerlo estriba precisamente en las condiciones que el FMI quiere imponer en cuanto a medidas de austeridad, a las que se oponen duramente los sindicatos nigerianos.
La opini¨®n p¨²blica nigeriana no parece dispuesta a aceptar las condiciones de Nueva York, aunque las aceptar¨ªa mejor si al propio tiempo se condenara ej¨¦mplarmente a los acusados de corrupci¨®n, contrabando, etc¨¦tera. Y la opini¨®n nigeriana es especialmente sensible a todo lo relacionado con el petr¨®leo, tema que Buhari conoce adem¨¢s muy bien, pues fue ministro del ramo durante el r¨¦gimen militar de Obasanjo (1976-1979).
El contrabando de productos petrol¨ªferos, en el que aparece implicado el nav¨ªo espa?ol Izarra, afecta directamente al ciudadano de a pie, puesto que este inmenso tr¨¢fico (de unos 400 millones de d¨®lares anuales) ata?e no a petr¨®leo en crudo para la exportaci¨®n, sino a derivados refinados que han recibido el subsidio del Estado para su venta al consumidor nigeriano. La salida del pa¨ªs de estos productos ha causado una acuciante escasez en el mercado nigeriano, sin que a menudo las autoridades se expliquen la raz¨®n.
En cualquier caso, tambi¨¦n parece evidente que la lucha anticorrupci¨®n ha sido frenada en algubos sectores muy determinados para apaciguar a posibles inversores o a Gobiernos extranjeros. La conexi¨®n americana de la mafia del petr¨®leo, por ejemplo, no ha sido investigada. Caben, pues, discretas presiones para solucionar situaciones personales muy concretas.
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