Profetas y pol¨ªticos
M¨¦xico entero rinde un merecido homenaje a Octavio Paz con motivo de su 70 aniversario, homenaje largo y tendido porque ya hace unos meses, concretamente en marzo, Televisa nos ofreci¨® un inusual programa de larga duraci¨®n, consistente en un di¨¢logo socr¨¢tico entre Paz y dos de sus principales y m¨¢s j¨®venes disc¨ªpulos. Ahora es incluso el Gobierno mejicano el que presta marco y plataforma para un homenaje que resultar¨ªa inexplicable en la descre¨ªda Europa fin de milenio. No hay pa¨ªs de Am¨¦rica Latina que no tenga su profeta armado exclusivamente de verbo: Paz en M¨¦xico, Vargas Llosas en Per¨², Garc¨ªa M¨¢rquez en Colombia, son tres ejemplos de poder intelectual sin equivalencia en ning¨²n otro pa¨ªs del mundo. En otras naciones latinoamericanas se producen enfrentamientos objetivos entre dos figuras para la plaza de profeta nacional: S¨¢bato y Borges en Argentina, Uslar Pietri y Otero Silva en Venezuela, Onetti y Benedetti en Uruguay y en Chile, Jorge Edwards y Jos¨¦ Donoso son los mejor situados para la lucha futura por la hegemon¨ªa.Algunos de estos escritores se han visto situados en la posici¨®n hist¨®rica de or¨¢culos nacionales sin vocaci¨®n para el cargo. Hay una demanda social de cabeza visible del poder verbal que se aplica sobre los escritores m¨¢s prestigiados y en ocasiones esa demanda se convierte en una corona de laurel sobre el profeta, pero en otras la corona es de espinas, cuando el profeta ha de decirse pies para que os quiero porque los dedos que le se?alan se han convertido en bayonetas. Lo cierto es que los pol¨ªticos latinoamericanos m¨¢s letrados citan a sus profetas verbales siempre que pueden y en un intercambio de discursos protocolarios entre Alfons¨ªn y Miguel de la Madrid cont¨¦ tantas citas literarias de prestigio que m¨¢s que discurso de sobremesa parec¨ªa de ingreso en la Real Academia. En las democracias americanas los pol¨ªticos necesitan glosar y homenajear a sus profetas verbales. Respetan la palabra porque les inquieta. Es decir, la palabra, en Am¨¦rica Latina a¨²n, por lo visto, es un arma cargada de futuro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.