La ceguera del autor
En principio, Buero Vallejo plantea en Di¨¢logo secreto el viejo problema entre la cr¨ªtica y la creaci¨®n. Lo plantea mal. Acude a un caso inveros¨ªmil: un historiador, ensayista, cr¨ªtico de arte, privado de nacimiento de la facultad de ver los colores (discromatopsia, daltonismo), ocultando su defecto, ha llegado a la fama. No se puede dar el caso. Buero ha declarado que lo oy¨® decir hace a?os de un ilustre cr¨ªtico: acogi¨® con demasiada fruici¨®n un maligno chiste de caf¨¦, acun¨® la calumnia con tal fervor que ahora le produce este disparate. Inventa su maniqueo para el serm¨®n, y lo inventa inveros¨ªmil, lo cual le arrastra ya inevitablemente por la pendiente del error y del abultamiento de sucesos y personajes. Una cr¨ªtica dura de este perverso sujeto arrastra al suicidio a un joven pintor; para justificarlo, la v¨ªctima tiene que ser drogadicto, inestable, depresivo.No es suficiente: ha de ser adem¨¢s el novio de la hija del ciego clandestino y aciago, para que el melodrama se traslade a las cuatro paredes cl¨¢sicas del saloncito del teatro burgu¨¦s. El dramaturgo sufre aqu¨ª el problema del condenado por desconfiado; con una casu¨ªstica m¨¢s normal pod¨ªa haber llevado al escenario, en efecto, la discusi¨®n cr¨ªtica-creador, que hubiera tenido otro inter¨¦s dial¨¦ctico, aunque s¨®lo hubiese sido interno. Pero esto exigir¨ªa otro equilibrio, un razonamiento m¨¢s amplio. Otra probidad intelectual. Con el riesgo de que en ¨¦l se hubiera perdido la tesis tendenciosa. El recurso al abultamiento de caracteres hasta la exageraci¨®n y de las situaciones hasta lo inveros¨ªmil es propio de una falta de seguridad para hacerse cre¨ªble con el mero razonamiento.
Di¨¢logo secreto, de Antonio Buero Vallejo
Int¨¦rpreies: Manu 'el Tejada, C¨¢rios Lemos, Lola Cardona, Natalia Dicenta, Ismael Merlo. Espacio esc¨¦nico:Tony Cort¨¦s. Director: Gustavo P¨¦rez Puig. Estreno: Infanta Isabel, 24 de agosto de 1984.
La angustia del creador
Bajo este principio puede haber otras cosas. Hay algunos momentos de humanizaci¨®n de los personajes, rasgos y discursos con alg¨²n inter¨¦s que permiten las interpretaciones del espectador. La m¨¢s sencilla podr¨ªa ser la del traslado de sentimientos del dramaturgo a sus criaturas: en principio, los que denotar¨ªan la preocupaci¨®n del propio Buero, creador, por sus cr¨ªticos. La m¨¢s compleja, la que en alg¨²n momento podr¨ªa llevarle a identificarse con el personaje central y su verdadero drama personal, conmovedoramente expresado hacia el final, cuando describe su aut¨¦ntica angustia de no poder gozar de los colores: podr¨ªa haber sentido Buero alguna vez, en esos di¨¢logos secretos de todo creador, lo que tantos, incluso genios -sobre todo genios-, han confesado: su angustia porque el arte dram¨¢tico tenga muchos m¨¢s matices mucha m¨¢s riqueza de lenguaje, de expresi¨®n, de matices, de los que ¨¦l puede alcanzar; o las dudas sobre s¨ª mismo y sobre si su prestigio se debe a otras razones que las intr¨ªnsecamente dependientes de su arte. Esta interpretaci¨®n se produce porque precisamente esos momentos de duda, de angustia o de reflexi¨®n del personaje son los m¨¢s sinceros de la obra.Adem¨¢s est¨¢ el simbolismo, el derrame, sobre la sociedad del problema peculiar, sobre la base de que ¨¦sta es una ¨¦poca en la que: todos ocupan un lugar que no les corresponde y ejercen cargos o profesiones para las que no est¨¢n dotados: nos conducen -o nos conducimos- al desastre. La tesis nos la explica un personaje venido a la acci¨®n por artificios, un viejo militante borrach¨ªn,. de- talento universalmente alabado, despegado de la. sucia realidad: no deja de recordar los curillas de las obras de Pem¨¢n y del costumbrismo que dec¨ªan con humor ¨¢cido las verdades.
En un verdadero drama las tesis y el simbolismo se desprenden de la acci¨®n, los caracteres y las situaciones. Cuando esto falla, hay que acudir al personaje que representa la conciencia. T¨¦cnica de pel¨ªcula de dibujos animados (Pepito Grillo) para espectadores-ni?os. Es, sin embargo, imprescindible en este caso por la inverosimilitud. del planteamiento envenenado. Si la obra pierde su ocasi¨®n de ser un di¨¢logo est¨¦tico sobre cr¨ªtica y creaci¨®n, pierde. tambi¨¦n la de ser una cr¨ªtica de la ¨¦poca. No bastan para ninguno de los dos casos la acumulaci¨®n de discursos did¨¢cticos, morales, ¨¦ticos y hasta cient¨ªficos. En todo caso, apesadumbran la obra -ya de por s¨ª aburrida- con su ensayismo.
Sufre naturalmente la interpretaci¨®n del manique¨ªsmo de la obra y de su pintoresquismo psicol¨®gico. El actor principal -el cr¨ªtico dalt¨®nico-, Manuel Tejada, no puede hacer una interpretaci¨®n -interiorizada de su personaje porque todo se le va en la an¨¦cdota de su texto, en la irrealidad del personaje mal creado. Carlos Lemos representa un personaje enteramente sobrante, ¨²til solamente para que el mon¨®logo se convierta en di¨¢logo, como un mero desprendimiento del actor principal: ni su largo oficio puede obtener m¨¢s brillo. La joven Natalia Dicenta est¨¢ tambi¨¦n presa de su puro esquema de venganza, a veces con la puerilidad propia de muchas situaciones o personajes de Buero); y Lola Cardona, tan buena actriz, tampoco puede salir de la inanidad del papel de buena madre y buena esposa metida en todas las molestias del t¨®pico. El papel¨®n es para Ismael Merlo -el del viejo militante cr¨ªtico y humor¨ªstico-, y lo hace con excelencia: con ¨¦l pueden respirar los espectadores. Hay un elegante decorado de Tony Cort¨¦s, que est¨¢ sometido tambi¨¦n a las obligaciones ¨®pticas de reflejar el daltonismo.
Una correcta direcci¨®n
La direcci¨®n de Gustavo P¨¦rez Puig es correcta. Hace a?os que este director saca partido brillante de textos espa?oles, especialmente de humor: en este caso no le queda m¨¢s recurso que su oficio, y se refleja por la constante de intentar dar verosimilitud a lo que no lo tiene y ritmo y vivacidad a lo que es discursivo y lento.La sensaci¨®n es que Buero ha dejado pasar delante de ¨¦l algunos buenos temas, pero que sus fantasmas personales, su desconfianza por las sutilezas y los matices del arte dram¨¢tico, su necesidad perentoria de convencer a toda costa y la ceguera para los colores del arte dram¨¢tico los han dejado ir intactos.
En la primera representaci¨®n de la obra el teatro se llen¨® hasta m¨¢s de la mitad: el p¨²blico trabaj¨® en silencio -s¨®lo roto por las apariciones de Ismael Merlo- para recibir el mensaje que esperaba, y al final ovacion¨® a todos puesto en pie: acept¨® la obra. Sigue creyendo en Buero como en un moralista bondadoso e implacable.
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