La pasividad masculina

He le¨ªdo d¨ªas atr¨¢s, entre pasmado y divertido, un art¨ªculo de Rosa Montero titullado Los hombres pasivos. Expresaba, a su entender, una visi¨®n generacional de "tr¨¦mulos treinta?eros" afectados de "catatonia" que, suponi¨¦ndoseles cierta experiencia a?eja, quedan mermados sus resultados en cuanto a "macho eficiente", aun reconoci¨¦ndoseles cierta amabilidad, cari?o y candorosa timidez.Mi sorpresa fue en aumento al declarar con solemne firmeza la tendencia de ¨¦stos a una mimesis trav¨¦stica, huyendo de su condici¨®n masculina en ansias de renuncia de su "c¨®digo de conducta".

Acusa a estos "treinta?eros" de aptitudes de debilidad de las que siempre han sido arquetipos las mujeres en sus formas m¨¢s extremas.

?Ser¨¢ acaso la mujer, por su condici¨®n como tal, inferior en cualidades ps¨ªquicas o humanas? Bien es verdad que si el macho ha dominado a su oponente hembra por pura fuerza bruta, ha sido debido a un inevitable proceso evolutivo en la cadena cronol¨®gica de la historia, no por ello lamentable.

Es cierto que el m¨²sculo ha impuesto sus sinrazones a este respecto hasta fechas bien recientes, pero hoy es el b¨ªceps del raciocinio, del que no est¨¢n disminuidas las f¨¦minas, el que mueve nuestros designios.

Es comprensible que la mujer adoptase mecanismos de defensa ante la desp¨®tica prepotencia machista; mas, al cesar sus causas, ¨¦stos se convierten en privilegios que no quiere perder.

No hagamos de la poes¨ªa un instrumento de deformaci¨®n y dejemos las ¨¦glogas para su mera contemplaci¨®n literaria. Afrontemos una problem¨¢tica que ya urge plantear en mutua colaboraci¨®n y comprensi¨®n prescindiendo de prejuicios e intereses creados.-