Porla
Me cuentan que se est¨¢ poniendo de moda un juego tonto. Naci¨® este verano al amparo de los viajes en grupo y de las vacaciones colectivas. Porque se necesita la concurrencia de bastante gente para poder hacerlo.La cosa es de ¨ªndole nocturnal y algo alevosa. Un pu?ado de mujeres se juntan en estrecha pifl¨¢ e irrumpen sin previo aviso en la habitaci¨®n de alg¨²n var¨®n conocido. Entonces se abalanzan sobre ¨¦l, le desnudan, le marean y manosean. Y cuando el hombre empieza a dar se?ales de p¨¢nico o de entusiasmo (y abunda m¨¢s lo primero que lo segundo), las asaltantes dicen: "Y ahora vamos a hacerte el porla". Momento en que se detienen todas, Se persignan con la vieja f¨®rmula del Por la se?al de... y se marchan de la habitaci¨®n dejando al despelotado individuo en plena desolaci¨®n, ya sea por exceso o por defecto en la duraci¨®n del tratamiento.
Un tratamiento que es de cho que y que las ejecutantes juzgan sin duda desparpajado y modern¨ªsimo. Y, sin embargo, a m¨ª el porla me parece de una antig¨¹edad recalcitrante. Desprende un aroma a broma pesada de colegio mayor, a abuso machote y cuartelero. En ese meter mano y retirarse est¨¢ la impronta de una ?o?ez at¨¢vica; no s¨®lo el porla no es"un ejercicio de desinhibici¨®n, sino que responde a la m¨¢s pura tradici¨®n del calent¨®n salvaje, disciplina de honda raigambre en nuestra tierra.
El porla es hijo del equ¨ªvoco, del despiste general que padecemos. Algunas mujeres creen que la liberaci¨®n pasa por la asunci¨®n de los tics depredadores de los machos. Algunos hombres creen que para no ser tachados de machistas no hay que abrirle jam¨¢s una puerta a una mujer. Pues no, no es eso. No es malo cederle el pasba otra persona en ocasiones: es un detalle amable. No es malo ser pasiva a veces: lo pernicioso es serlo siempre, por obligaci¨®n, por definici¨®n y estereotipo. Tenemos que aprender a serlo todo, agresivas y pac¨ªficas, activos y pasivos al mismo tiempo, dependiendo del car¨¢cter, de la situaci¨®n y del momento. Tenemos que aprender a cruzar primero las puertas o a cederlas seg¨²n nos caiga la otra persona y no seg¨²n el torpe imperativo de su sexo.
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