El Papa se pronuncia en defensa de las minor¨ªas ¨¦tnicas de Am¨¦rica del Norte durante su visita a Canad¨¢
El papa Juan Pablo II, que contin¨²a en Montreal su peregrinaci¨®n en la Canad¨¢ de lengua francesa, tras su visita a Quebec, tuvo ayer su primer encuentro con una representaci¨®n de pieles rojas en el famoso santuario de Santa Ana de Beaupr¨¦. Este es el santuario m¨¢s antiguo de Am¨¦rica del Norte, cuya primera capilla fue construida en 1656, centro de peregrinaci¨®n de todos los indios, de quienes las cr¨®nicas cuentan relatos maravillosos. Juan Pablo II se encontr¨® ayer con varios cientos de pieles rojas canadienses pertenecientes a las diez provincias del pa¨ªs, pronunci¨¢ndoles su primer discurso de este en defensa de todas las minor¨ªas ¨¦tnicas de Am¨¦rica del Norte, comprendidos los esquimales, que visitar¨¢ en Fort Simpson el d¨ªa 18 pr¨®ximo.
El Papa empez¨® record¨¢ndoles que ellos hab¨ªan sido los primeros habitantes de esta inmensa regi¨®n de Am¨¦rica del Norte y que "Dios ha dado la tierra a todos los hombres".Era una escena casi irreal la de aquellos pieles rojas, algunos ya muy ancianos, con sus mejores plumas y vestidos de colores, con sus largas trenzas negras, con sus rostros a veces ?impasibles y a veces tremendamente expresivos, con un orgullo ancestral que se les escapaba de los ojos, forcejeando con el cord¨®n de polic¨ªas para intentar tocar al Papa de los rostros p¨¢lidos con las puntas de los dedos de sus manos rugosas extendidas, en las que Juan Pablo II iba colocando rosarios y medallitas que le iba pasando su secretario polaco, sac¨¢ndolas de una bolsa de cuero negra.
"Vosotros ten¨¦is que ser los art¨ªfices de vuestro futuro, en total libertad y responsabilidad", les dec¨ªa el Papa, a?adiendo: "Yo s¨¦ que las relaciones entre vosotros y los blancos son a¨²n con frecuencia muy tensas y pre?adas de prejuicios y que pertenec¨¦is a¨²n a los m¨¢s pobres y marginados de la soc?edad".
Los ni?os de estos pieles rojas, vestidos con sus flecos y maravillosos plumajes, miraban de abajo para arriba al Papa grande, con los ojos abiertos de par en par para no perderse: nada de ¨¦l. Entre los apretujones de la gente y de los guardaespaldas, el Papa casi les pisaba y ellos se escabull¨ªan con una agilidad de ardillas.
Otras veces, el Papa les cog¨ªa sus cabezas menudas entre sus manos grandes y les besaba en la frente. Uno de ellos esboz¨® con pudor como'una caricia a la cara blanca de Juan Pablo II, que le cogi¨® su manita oscura y rechoncheta y se la bes¨® con afecto. Los m¨¢s ancianos le hicieron al Papa preciosos regalos de artesan¨ªa, hechos por ellos durante meses enteros de trabajo, desde una preciosa m¨¢scara construida con hojas de ma¨ªz, a unas estupendas botas de piel de carib¨², a una preciosa pipa de la paz colocada en un cesto de madera perfumada.
Hace s¨®lo unos meses, el nuncio apost¨®lico de EE UU, P¨ªo Lagahi, en un congreso al que .hab¨ªan asistido algunos representantes de estas comunidades de pieles rojas y esquimales, hab¨ªa confesado que la Iglesia tiene que pedirles perd¨®n porque m¨¢s de una vez sus misioneros hab¨ªan llegado a considerarlos como "de una raza inferior".
Ayer el Papa, aludiendo veladamente a estas dificultades e incomprensiones del pasado, les dijo que el Evangelio no va en contra de su identidad cultural y que, por el contrario, la estimula y la defiende. Record¨¢ndoles la usanza de sus antepasados, que durante sus peregrinaciones hac¨ªan hoyos en la tierra para dejar v¨ªveres escondidos para los que pasaran detr¨¢s de ellos, les dijo -utilizando seis de sus idiomas indigenas- que la Iglesia quiere ser hoy para ellos como aquellas "despensas escondidas" bajo la tierra de sus prader¨ªas para alimentar su sed de espiritualidad en los momentos de dolor y de abandono.
Los marginados
En todo Canad¨¢, los aut¨¢ctonos que viven a¨²n al margen de la civilizaci¨®n industrial son, seg¨¹n las cifras oficiales, 491.460 personas, de'los cuales 25.390 son esquimales, 292.700 pieles rojas con estatuto de nacin¨²ento indio, 75.110 pieles rojas sin ning¨²n estatuto y 98.260 mestizos. El Papa les dijo ayer que ¨¦l sabe muy bien que el problema no es que ellos se opongan al progreso de la ciencia y de la tecnolog¨ªa moderna, como muchos intentan hacer creer, sino que lo que temen, con raz¨®n, es que dicho progreso "os depoje de vuestra identidad india".
Las escenas de ayer en el santuario de Santa Ana recordaban el otro encuentro de este mismo Papa en Manaos (Brasil) con un grupo de jefes indios del Amazonas. El jefe de todas aquellas tribus le hab¨ªa dicho en aquella ocasi¨®n literalmente a Juan Pablo II: "Esta tierra., Santo Papa, era nuestra y ahora los cristianos nos echan de ella y hasta nos exterminan con veneno".
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