La 'gente del toro' halla como culpable exclusivo al animal
Francisco Rivera, Paquirri, recibir¨¢ hoy sepultura en el cementerio de San Fernando, de Sevilla, donde reposan los restos de Joselito, S¨¢nchez Mej¨ªas y El Espartero, entre otros. Sevilla no ten¨ªa ayer otro tema de conversaci¨®n que la tr¨¢gica muerte del torero, cuyo domicilio se encontraba acosado por periodistas, telegramas y por la curiosidad popular, y que recibi¨® continuas visitas de gente del toro y del mundo del espect¨¢culo. La Prensa, que exige rigor en la aplicaci¨®n del reglamento, y las condiciones sanitarias de la plaza eran acusadas por algunos como culpables de la tragedia. Pero la gente del toro s¨®lo encontraba un culpable: el propio toro.
Ram¨®n de Carranza, 22, era ayer el alma de Sevilla. En el quinto piso hab¨ªa un torer¨® muerto, y a sus pies una tonadillera deshecha. Abajo, en el portal, unas 500 personas curioseaban la entrada y salida de los familiares y los taurinos, que no entend¨ªan nada. ?Tiene la culpa la Prensa, que exige fr¨ªa, cruelmente, un toro ¨ªntegro, en puntas, como dec¨ªa lloroso Manili? ?La ten¨ªa la enfermer¨ªa de Pozoblanco, mal dotada, como acusaba uno de los picadores de Paquirri? Manolo V¨¢zquez, desde la serenidad de sus 54 a?os, rechazaba buscar culpables: "Es el toreo, que es as¨ª". Paquirri ser¨¢ enterrado hoy en Sevilla, y lo que fue un torero voluntarioso se convertir¨¢ en mito.Deshecha en llanto
"?Usted lo ha visto, usted ha podido entrar?" "No, se?ora, no he podido entrar, s¨®lo dejan pasar a familiares o a amigos". Los periodistas, f¨¢cilmente reconocibles por su aspecto e instrumental, sufr¨ªan el rechazo en el portal, debidamente custodiado por el portero con el refuerzo de varios polic¨ªas nacionales y el agobio de la curiosidad popular en la calle. Una curiosidad que si era sana el 30 de abril del a?o pasado, cuando Paquirri y la Pantoja se casaban en el Gran Poder, ayer se antojaba malsana, quiz¨¢s injustamente. Aquel d¨ªa era primavera, y ¨¦l viajaba en un coche tirado por cinco caballos tordos, y ella en otro tirado por cinco caballos blancos. Esta vez era distinto: estamos entre el verano y el oto?o, ¨¦l lleg¨® en un coche f¨²nebre y ella en el coche familiar, deshecha en llanto. No recorrieron Sevilla a plena luz del d¨ªa, entre los aplausos, sino de noche, en silencio.
Sevilla lo supo al anochecer de la v¨ªspera, cuando la noticia corri¨® como la p¨®lvora. Quiz¨¢ el primero en enterarse fue Ram¨®n Vila, m¨¦dico, especialista en cirug¨ªa taurina. Adem¨¢s de cirujano jefe de La Maestranza es, era, amigo personal de Paquirri. Los dos matrimonios acostumbraban a salir juntos, a comer, a cenar, a pasar un fin de semana en tal o cual finca. "Paco", dice la mujer de Ram¨®n Vila, "no se tomaba una pastilla sin consultar con mi marido". Desde la misma plaza de Pozoblanco llamaron a Ram¨®n Vila y le dijeron que la cornada era tremenda. ?l se puso inmediatamente en carretera. Tambi¨¦n avisaron a Isabel Pantoja, que se puso en carretera con su hermano, confiada en que no ser¨ªa tanto. El resto de Sevilla se enter¨® por la radio, poco a poco, o de voz en voz.
Las noticias se fueron completando poco a poco. Fue en Pozoblanco, all¨¢ al norte de C¨®rdoba, en el valle de Los Pedroches. ?Y por qu¨¦ toreaba en una plaza de tercera? Porque la lleva Canorea, y se lo pidi¨®, para meter un buen cartel en la feria. Y a fe que lo consigui¨®: Paquirri, El Yiyo, y El Soro. Fue el cuarto toro, Avispado, cuando lo llevaba al caballo. Se confi¨® y le pill¨® por el muslo. Parece que le tuvo mucho tiempo en lo alto, con el pit¨®n clavado, hasta que pudo desasirse. Muri¨® en el quir¨®fano. No, antes de llegar. No, ni una cosa ni otra. Intentaron reanimarle en el quir¨®fano, pero no fue posible.
" ?C¨®mo est¨¢ ella?" Manolo V¨¢zquez, quiz¨¢ el torero m¨¢s respetado de la ¨²ltima ¨¦poca, responde elegantemente a la pregunta: "Se puede usted imaginar. Est¨¢ ah¨ª, a los pies del f¨¦retro, diciendo, Paco, despierta; Paco, despierta". Manolo V¨¢zquez no quiere buscar culpables. Ha pasado una mala noche. Est¨¢ en casa de los Rivera Pantoja desde las tres de la madrugada, cuando lleg¨® el cuerpo, y se va ya muy de ma?ana, a descansar a casa. "Esto es el toreo. El riesgo est¨¢ siempre ah¨ª. Que nadie piense que hay trampa, porque la muerte sale en cualquier momento. ?l era un torero experimentado y, sin embargo...," Sin embargo, est¨¢ arriba, en el dormitorio despojado de muebles, en una caja y entre cuatro cirios, con ella a sus pies, llorando.
La Prensa
Manili es m¨¢s duro cuando sale: "La culpa la tiene la Prensa". Los informadores que est¨¢n poco metidos en el mundo taurino se quedan perplejos. Hay que explicarles la raz¨®n de ese duro aserto. Un aserto que no va contra toda la Prensa, sino contra la cr¨ªtica taurina que exige rigor, fidelidad al reglamento, integridad en el toro, peso, tama?o, cuajo, arboladura. La Prensa que denuncia el fraude del afeitado y que rechaza los argumentos de quienes sostienen que muchos toros liman sus puntas rasc¨¢ndolas contra el suelo o contra los ¨¢rboles. Las palabras de Manili restallan en los codos de periodistas y curiosos: "La culpa la tiene la Prensa". Un miembro de la cuadrilla de Paquirri, picador, apunta otra causa: "La enfermer¨ªa de Pozoblanco era un desastre. No hab¨ªa nada". Es un argumento que horas antes, a las tres de la madrugada y cuando la tensi¨®n del suceso dejaba paso a la serenidad hab¨ªa rechazado Eliseo Mor¨¢n, cirujano de la plaza, el primero que atendi¨® al diestro herido: "Es dif¨ªcil decir si en caso de encontrarnos en una ciudad con un centro sanitario especializado le hubi¨¦ramos podido salvar. La cornada era tremenda, la m¨¢s grave que he visto nunca. Ten¨ªa seccionadas la femoral y la safena, y arrancada la ves¨ªcula. Adem¨¢s, desde la primera exploraci¨®n sospech¨¦ que podr¨ªa tener rota la inguinal, como as¨ª fue". A Eliseo Mor¨¢n le hab¨ªa impresionado en primera instancia la serenidad del torero: "Quiz¨¢ me vio muy preocupado y me dijo que no me preocupara, que hab¨ªa sufrido muchas cogidas y que no ten¨ªa miedo. Incluso me detall¨® con acierto la herida. Me habl¨® de que ten¨ªa tres trayectorias, una descendente, una horizontal y otra ascendente, la m¨¢s profunda.
?Va a venir Carmina Ord¨®?ez? No, no va a venir, pero ha venido su hermana Bel¨¦n. ?Y los ni?os? No, nadie los ha visto. ?Y Lolita? Tampoco. Pero hay materia para dar que hablar a la turba de curiosos, aunque no lleguen ni Carmina ni Lolita. Por ejemplo, se ha sabido que hoy mismo iba a ir a Venezuela: "Se lo hab¨ªa prometido a ella', como nueva luna de miel. Iba a ir a Venezuela, para pasar unos d¨ªas y torear en un festival. Luego ir¨ªan a Miami, para una cura de adelgazamiento de ella ("no se separa de la caja. Quer¨ªan llevarle a la Maestranza, para que le viera su p¨²blico, pero ella no quiere que lo saquen de la habitaci¨®n"). "Era, ?sabe usted?, su ¨²ltima corrida de la temporada. Su ¨²ltimo toro. Ahora se iba a Am¨¦rica. Qu¨¦ mala suerte, ?verdad?
A las 19.20, 24 horas despu¨¦s de la cogida, se celebr¨® una misa en el domicilio. "Dicen que la ha celebrado el padre Jes¨²s, del Gran Poder, el que les cas¨®. Ella est¨¢ toda de negro, con la mirada ausente".
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