El segundo descubrimiento del archivo de Aza?a
El a?o pasado, aproximadamente por estas fechas, caus¨® una impresi¨®n considerable en los medios culturales el descubrimiento, en unas dependencias de la Direcci¨®n General de Seguridad, de una buena parte de la documentaci¨®n personal de Manuel Aza?a, muerto en Francia exiliado como presidente ya dimisionario de la Rep¨²blica espa?ola. Esta documentaci¨®n estaba formada por un total de 26 cajas que conten¨ªan escritos de muy diversa significaci¨®n: desde los de car¨¢cter pol¨ªtico estricto a los literarios, y desde los informes que Aza?a recibi¨® en funci¨®n de su cargo presidencial hasta diarios y correspondencia de su cu?ado Cipriano Rivas Cheriff. Se recordar¨¢, tambi¨¦n, la procedencia de todo este archivo particular. En junio de 1940, cuando tuvo lugar la derrota de las fuerzas francesas ante las alemanas, Aza?a resid¨ªa en el suroeste de Francia en la poblaci¨®n de Pylasur-mer, no lejana a Burdeos. Era ¨¦sta su tercera residencia desde que en febrero de 1939 hab¨ªa atravesado la frontera hispano-francesa y en ella comenz¨® a sufrir las complicaciones de salud que lo llevar¨ªan a la tumba. El avance de los alemanes le hizo trasladarse a Montauban, donde morir¨ªa, pero sus papeles permanecieron, con su cu?ado, en la poblaci¨®n costera anteriormente citada, donde el 10 de julio la Gestapo los incaut¨® para luego entreg¨¢rselos al Gobierno espa?ol. Lo sucedido entonces prueba que Aza?a no hab¨ªa errado al cambiar de residencia y pasar a una zona que quedaba controlada por las autoridades de la Francia de Vichy y no directamente por los alemanes: como les sucedi¨® a Companys y a Zugazagoitia, tambi¨¦n Rivas Cheriff fue detenido y entregado a la polic¨ªa espa?ola, aunque no ser¨ªa ejecutado como en estos dos ¨²ltimos casos.Las 26 cajas encontradas en la Direcci¨®n General de Seguridad van a poder aportar datos preciosos para seguir la evoluci¨®n del Aza?a intelectual, y quiz¨¢ tambi¨¦n del fundamental pol¨ªtico y alto magistrado de la Espa?a republicana a partir de 1931. Habr¨¢ de ser, sin duda, Juan Marichal, el gran bi¨®grafo del escritor alcala¨ªno, el que asuma esta importante tarea, cuyos resultados se esperan ansiosamente. Lo cierto es, sin embargo, que en el dep¨®sito encontrado en la Direcci¨®n General de Seguridad, aunque hab¨ªa una muy abundante documentaci¨®n, faltaba una pieza esencial: los diarios del presidente de la Rep¨²blica cuando lo era del Consejo de Ministros en 1933, que fueron sustra¨ªdos por un diplom¨¢tico franquista a Rivas Cheriff, publicados, muy fragmentaria y malintencionadamente, por Joaqu¨ªn Arraras en plena guerra civil como medio de propaganda. Adem¨¢s, exist¨ªa la duda de si lo encontrado era todo lo que en su momento result¨® incautado en Pyla-sur-mer.
En el momento presente se puede asegurar que el hallazgo del a?o pasado no constituye la totalidad de la documentaci¨®n ocupada a Aza?a por los alemanes. El autor del presente art¨ªculo ha podido encontrar, en el curso de sus investigaciones acerca del primer franquismo, otra porci¨®n del citado conjunto documental. Por desgracia, en ella no se contiene el diario de 1933, al que hay que seguir considerando como p¨¦rdida. Pero se trata de una documentaci¨®n desgajada de la encontrada en la Direcci¨®n General de Seguridad, que contiene algunas piezas de singular inter¨¦s.
Hay, entre ellas, una copia, en parte mecanografiada y en parte manuscrita, del ¨²ltimo gran testimonio hist¨®rico de Manuel Aza?a: una serie de 10 art¨ªculos que escribi¨® acerca de la guerra civil y que se incluye entre sus Obras completas, ya publicadas. Hay, tambi¨¦n, una serie de informes sobre la situaci¨®n militar redactados por varias autoridades en el transcurso de la guerra civil y entregados, presumiblemente, a Aza?a en funci¨®n de su cargo presidencial. Por ejemplo, entre estos informes figuran uno relativo a la ca¨ªda de M¨¢laga y otros dos sobre el derrumbamiento del frente republicano en marzo de 1938. La importancia de estos ¨²l-
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El segundo descubrimiento del archivo de Aza?a
quiz¨¢ no fue recibida por su destinatario, dadas las circunstancias que viv¨ªa Francia en aquellos momentos. En ellas hace Aza?a consideraciones muy amargas sobre su propia salud y sobre el destino del exilio republicano. Hay una alusi¨®n a que el futuro le parec¨ªa estar mucho m¨¢s en las manos de f¨®rmulas intermedias que del franquismo o del republicanismo. Tard¨® 35 a?os en ser cierto, pero al final Aza?a tuvo raz¨®n: en definitiva, la Monarqu¨ªa fue esa f¨®rmula intermedia destinada a recuperar las libertades para Espa?a.En este segundo hallazgo del archivo de Aza?a todav¨ªa se pueden citar algunos documentos m¨¢s de inter¨¦s. Hay, por ejemplo, fotos del presidente de la Rep¨²blica o recibidas por ¨¦l (entre estas ¨²ltimas una, muy curiosa, de Gregorio Mara?¨®n y Alfonso XIII ba?¨¢ndose en pa?os menores y m¨¢s que menores, en un lago, durante su famosa excursi¨®n a Las Hurdes). Y aparecen, tambi¨¦n, otros dos documentos cuyas caracter¨ªsticas me dan pie para concluir este art¨ªculo y explicar su sentido fundamental. Se trata, en primer lugar, de la carta de dimisi¨®n de Alcal¨¢ Zamora como presidente de la Rep¨²blica, en octubre de 1931, documento que ha permanecido in¨¦dito hasta el momento y que de haber sido conocido cuando fue escrito hubiera producido un considerable revuelo, y, en segundo, una especie de informe para el indulto del general Sanjurjo, sublevado contra la Rep¨²blica en agosto de 1932. Son dos textos fundamentales que sorprende fueran a parar a las manos de Aza?a y de los que no existe copia alguna.
Lo sucedido en este caso confirma algo que cualquier historiador de la pol¨ªtica espa?ola contempor¨¢nea conoce de forma suficiente. Son los archivos de los personajes pol¨ªticos de primera magnitud, mucho m¨¢s que los archivos p¨²blicos o de las instituciones estatales, los que encierran la soluci¨®n a las grandes inc¨®gnitas de nuestro m¨¢s inmediato pasado. En alg¨²n lugar hasta ahora rec¨®ndito, pero que conf¨ªo acabe descubri¨¦ndose, reposa el diario de Aza?a que todav¨ªa falta. En muchos viejos despachos o destartalados desvanes, familias de antiguas figuras relevantes de la pol¨ªtica conservan testimonios preciosos de la vida de nuestro pa¨ªs. Es preciso una tarea de concienciaci¨®n de la sensibilidad colectiva e individual hacia tan preciados documentos y es preciso, tambi¨¦n, que la Administraci¨®n cultural emprenda una decidida acci¨®n para su recuperaci¨®n en beneficio de nuestro autoconocimiento.
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