La maestra,
El ajetreo de un d¨ªa normal en una escuela de barrio obrero
Por aqu¨ª tambi¨¦n se vende alg¨²n bajo, adem¨¢s de revistas del coraz¨®n y peri¨®dicos de cr¨ªmenes. Una pintada pregunta: El cambio en la polic¨ªa, ?cu¨¢ndo?, y esa pintada pueden leerla los guardias desde la puerta de la comisar¨ªa. Una ni?a hace multiplicaciones en la pared del colegio estatal con tiza del Estado. Y un chaval escribe con letras enormes: ?Hola, encanto!
De pronto pasa el tren de cercan¨ªas y debe de haber una madre que teme por el hijo que juega en los ra¨ªles. Dentro del edificio, construido en la ¨¦poca de Blasco Ib¨¢?ez, suena el tel¨¦fono, y la directora, Mar¨ªa Teresa Barcel¨®, 36 a?os, soltera y de Cartagena atiende la llamada.
No era nada de particular. La alumna Emanuelle St¨¹mpler, que es hija de jud¨ªos, se ha roto un diente a los 13 a?os por saltar contra la valla del patio, aut¨¦ntica pista de cemento que huele a zapato de tenis. La ni?a Emanuelle se rompi¨® la paleta derecha y, sangraba mucho ayer. Por eso la madre telefonea esta ma?ana y pide explicaciones, quiere un certificado para que el seguro pague la factura de la cl¨ªnica de San Juan de Dios. Ojal¨¢ en San Juan de Dios puedan ponerle una fundita al diente.
La directora del colegio opina que si no le ponen fundita le limen el otro diente. Hay que igualar las paletas. Pero la madre sigue preocupada, insiste, no se explica c¨®mo no vigilaban a los ni?os durante el recreo de la comida. Y la directora ya quiere colgar el tel¨¦fono. Dice: "Mire, la ni?a lo que deber¨ªa haber hecho es recoger los trozos de diente y guard¨¢rselos; pero ella los tir¨® y ahora ya no le apa?ar¨¢n igual la paleta; es culpa de la ni?a que a los 13 a?os ya tiene que saber esas cosas".
Asuntos propios
A Mar¨ªa Teresa la llaman para todo, para cualquier peque?o problema. Incluso la molestan en casa. Cobra, netas, unas 96.000 pesetas al mes y tiene tres trienios es propietaria definitiva de la plaza de profesora de educaci¨®n especial y gobierna a una plantilla de 30 maestros que, a su vez, gobiernan a 745 alumnos. Dice que trabaja 12 horas y que est¨¢ agotada. Sus vacaciones de verano duran un mes y medio. Las de invierno son cortas: 10 d¨ªas en Navidad y otros 10 en Pascua.
En cambio, los maestros se toman otros 10 d¨ªas, cuando les conviene, por asuntos propios. Y tienen derecho si dejan sustituto por su cuenta: "Oye, Mar¨ªa Teresa, que se me ha roto la lavadora; ?puedo hacer puente? Oye, Mar¨ªa Teresa, que a mi t¨ªa, que vive sola, se le ha ca¨ªdo el armario encima; ?puedo irme con mi t¨ªa? Y as¨ª, siempre hay asuntos propios".
Ella no se toma esos 10 d¨ªas. No puede, caramba. Y adem¨¢s ahora les han metido a los maestros cuatro a?os de valenciano. Hay que aprender la lengua vern¨¢cula. Y es una lengua m¨¢s dif¨ªcil que el esperanto para una persona de Cartagena, por ejemplo. Incluso para un castellonense, que ya habla las dos lenguas usuales en la comunidad: "?Verdad Mari Carmen que se te cargan en el escrito? Se te cargan, porque una cosa es hablar y otra hacer un dictado. En el dictado se te cargan. O se te cargan luego, en la redacci¨®n. Y eso es una gaita. Te puede volar la plaza, con el tiempo te la vuelan. Y cuatro a?os para valenciano es mucho tiempo; para eso se hace uno la carrera de derecho".
El hambre no deja crecer las manos
Ahora entra un tal Miquelet y dice que la madre del ni?o que tiene que ir al Tribunal Tutelar de Menores ya est¨¢ esperando abajo con el ni?o: "Muy nerviosa, y pregunta si usted les acompa?a o se van solos para all¨¢".
Solos no se van. La directora va a acompa?arles. Un momento, a¨²n tiene que hacer un certificado a la ni?a Pilar Estefan¨ªa para que la admitan en el Conservatorio y pueda hacer danza espa?ola: "Me chifla la danza espa?ola, me chifla", dice Pilar, de 13 a?os, esperando la firma.
El 60% de estos ni?os del centro estatal Enrique Terrasa son hijos de t¨¦cnicos y obreros portuarios. S¨®lo hay cinco familias universitarias y el resto forma un dif¨ªcil lote de ni?os de hogares rotos, de parados, madres solteras, gitanos y vendedores ambulantes. Ni?os que, por regla general, desaparecen a los nueve o 10 a?os. Sin acabar el cuarto de EGB: "Se los llevan para trabajar".
Tambi¨¦n Juan tiene 10 a?os. Es flaco, menudo, rubio y con ojos muy azules. Se mueve mucho. Las manos se le van. Las manos, no le han crecido demasiado. El hambre y otras cosas no dejan crecer las manos. Y parecen unos tenedores raqu¨ªticos, tenedores de postre. "Tranquilo, Juan", le dice la directora empuj¨¢ndolo al taxi. "Y usted, tambi¨¦n; usted tranquila, que no pasar¨¢ nada", a?ade la directora.
La madre es quien habla sin parar en el taxi: "Lo que nos faltaba: el juez ahora, con otros seis hijos que tengo y divorciada como estoy, y el Juan no tir¨® las piedras; si dice que no las tir¨®, no las, tir¨®". Los cristales ya estaban rotos. Y Juan no miente: "?Verdad que t¨² no me mientes nunca, Juan?".
Juan lleva un pantal¨®n de pana vaquero y una camisa a cuadros, y mira por la ventanilla mientras lo oye todo: ahora est¨¢ viendo los anuncios de la moda de oto?o; tambi¨¦n ve a otros ni?os que van en coches buenos hacia el centro de la ciudad, y ve a las se?oritas casi desnudas chupando con una paja una coca-cola enorme en los carteles publicitarios. Y oye todo lo que va diciendo la madre en el taxi, que ya est¨¢ muy cerca de los juzgados: "S¨®lo tengo trabajo una vez al a?o, un mes al a?o, para suplir a las de la limpieza en el Hospital General; esa noche yo estaba trabajando, la noche de los cristales, por eso el Juan sali¨® de casa; yo no lo dejo por ah¨ª, a santo de qu¨¦, ni por irme con un hombre lo dejo salir por ah¨ª".
El taxi ha parado delante de un cabo de la Guardia Civil que se apoya en el m¨¢rmol rosa de la fachada, donde puede leerse: ?Aborto libre y gratuito!
Las escaleras del juzgado tambi¨¦n son de m¨¢rmol . De m¨¢rmol de color crema. Y hay un cojo con muletas de madera que se pone ah¨ª, entre el guardia y el aborto, a vender iguales. Arriba hay tres puertas y estos carteles sobre cada puerta, de izquierda a derecha: Ni?as, Ni?os, M¨¦dico. Pero nadie lee en Espa?a los avisos de juzgado, y el conserje, un hombre bondadoso que se llama Martorell, le hace una caricia a Juan: "?El denunciado es ¨¦l?", pregunta. Y el ni?o se retuerce los dedos y tiembla.
El juez respira
Primero debe atenderse a la directora. El se?or juez da una voz al conserje: "?Martorell! ?Que pase la representante del ministerio!". Mar¨ªa Teresa Barcel¨® entra en una habitaci¨®n presidida por un Cristo sobre seis altares llenos de expedientes azules. Tambi¨¦n hay un magnet¨®fono detr¨¢s del juez, que sonr¨ªe afablemente. Lo ¨²nico que quiere saber el juez es si hay
La maestra
reclamaci¨®n de da?os. Como son pobres los que ocasionaron las roturas de cristales, no hay reclamaci¨®n: "No, el colegio pagar¨¢; fue una metedura de pata del conserje llamar a la polic¨ªa", declara la directora.Y el juez respira. El juez tampoco puede m¨¢s. Saca jeringuillas del caj¨®n y frascos de drogas, y dice: "Firme. Y al ni?o, cuando pase ahora, palmada al culo y a casa, ?no es eso?".
Eso es. "?Martorell! ?El menor, que pase!", grita el juez, repitiendo que ya no puede m¨¢s; esta ma?ana, dos polic¨ªas heridos por menor. "?Venga, que pase el menor!".
El menor, Juan, pasa y a¨²n parece menos de lo que es. Est¨¢ en esa sala que se llama de correcci¨®n, y el juez le habla despacio y, con dos dedos, escribe a m¨¢quina a¨²n m¨¢s despacio. Son los deditos para la palmada al culo y a casa. Mientras hace estas diligencias el juez, Martorell habla de su vida: "Todo el verano de viaje, pescando ni?os que se escapan, que se van de casa, de los reformatorios; bueno, tremendo ha sido el verano".
Y por fin Juan sale de esa habitaci¨®n y parece tranquilo: "No, nada, que no lo haga m¨¢s, que si lo hago la pr¨®xima vez me encerrar¨¢n donde est¨¢n Rafa y David, mis hermanos, all¨ª en Burb¨¢guena, con los frailes, y nada m¨¢s. Que si fumo. Eso me pregunt¨®: '?T¨² fumas?'. Y le he dicho que no, yo no fumo nada".
Alumnos dif¨ªciles
Por lo dem¨¢s, el d¨ªa es un d¨ªa normal. Mar¨ªa Jes¨²s Velasco, maestra, de 36 a?os, soltera y con sueldo de 80.000 pesetas (neto) al mes, trabaja en el centro con dedicaci¨®n exclusiva: "Se nos cay¨® el edificio y nos trajeron aqu¨ª a cuatro profesores con los 80 alumnos de nivel marginal. Ha pasado un a?o y medio y aqu¨ª seguimos, de favor hasta para sacarlos al patio. Sin medios. Y las autoridades contratan profesores para ense?arnos valenciano, cuando lo que necesitamos es profesorado de apoyo para los alumnos".
Son alumnos dif¨ªciles. Mercedes Utrera, gitana, de nueve a?os, no sabe leer y lleva zapatos de tac¨®n alto y se pinta. Silvana Olmedo, de ocho a?os, cree que remar se escribe con d. Y otra ni?a grita para que le den celo, porque se tiene que pegar el lazo del pelo.
Cerca de la clase de do?a Soledad y de do?a Humildad se abre la puerta de la clase de don Miguel. El maestro ha escrito en la pizarra esta pregunta, que todos contestan lo mejor que saben: "?Para qu¨¦ sirven los puntos cardinales?". Y luego, a fin de celebrar la utilidad de estos puntos, el maestro pide voluntarios: "T¨², V¨ªctor, haznos una payasada". V¨ªctor mete los brazos por debajo de la cazadora, deja colgar las mangas vac¨ªas, y desde dentro le sube un vientre por arte de magia, y todos se carcajean. Luego sale un gordifl¨®n y mueve el culo, tapando la pregunta de los puntos cardinales. Y acto seguido, a Sergio le reclaman su especialidad: el ni?o clava el cr¨¢neo en el suelo, se da impulso con ambas manos, los pies en alto, y grita: "?Bitter Kasss!".
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