Cementerios o museos
EL REGRESO del Museo del Prado a la autonom¨ªa es una medida afortunada, cuyo alcance habr¨¢ que confirmar cuando se conozcan detalles, estatutos, organizaci¨®n rectora y, sobre todo, presupuestos. Hay que suponer que se trata de un primer paso y que los otros museos nacionales van a pasar a la misma condici¨®n. De otra forma se repetir¨ªa la antigua tendencia espa?ola de remediar o aderezar las grandes cabezas y dejar desmedrados los cuerpos. Todos los museos espa?oles est¨¢n sufriendo un deterioro continuo, y hay que mirar otro pa¨ªs de gran patrimonio art¨ªstico, como es Italia, donde los museos son astrosos y abandonados, para ver cu¨¢l puede ser el futuro muy pr¨®ximo de los nuestros si esta medida y las complementarias no se hacen con eficacia y rapidez. Alguno de ellos ha llegado ya a una degradaci¨®n l¨®brega: el de Ciencias Naturales ense?a los despojos polvorientos y apolillados de animales cuya contemplaci¨®n incita al horror y la piedad en lugar de al estudio y la admiraci¨®n.El Museo del Prado, ampliado como va a serlo en edificios pr¨®ximos (el palacio de Villahermosa y el actual Museo del Ej¨¦rcito), en los que podr¨¢n respirar los cuadros ahora abarrotados y salir de los s¨®tanos los que ahora constituyen importante reserva, puede ser la prueba o el ensayo de algo que parece positivo: su desburocratizaci¨®n. Tenemos los espa?oles una prevenci¨®n importante, creada a lo largo de los siglos -por lo menos desde el rey bur¨®crata Felipe II- frente a ese amasijo impersonal y fofo que es la burocracia, donde cada funcionario por s¨ª mismo puede ser trabajador, responsable y hasta genial pero cuyo conjunto llega a producir el inmovilismo, la incapacidad de adaptaci¨®n a la din¨¢mica de la vida y la insensibilidad a los accidentes de la historia en creaci¨®n. Tenemos tambi¨¦n toda clase de reservas frente al exceso de poder y decisi¨®n de la autoridad que puede llamarse ministerial: una reserva que crece a medida que la complejidad de las materias aumenta y se pueden emitir todas las dudas acerca de la capacidad enciclop¨¦dica de quienes mandan. Sin caer en los riesgos de la tecnocracia, conociendo que el sentido moderno de la democracia consiste en que la opini¨®n p¨²blica informa continuamente y los pol¨ªticos deben dirigir a partir de esa informaci¨®n que les llega por los afinados cauces que existen para ello, hay que aceptar una ley de sentido com¨²n, que es la de que las cosas deben ser administradas por las personas que saben de ellas, personas de las que puede venir el necesario impulso creador. Esto es espec¨ªficamente manifiesto en lo que ata?e a la cultura, que es precisa y originariamente una emanaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica.
Por eso hay que pensar que la normativa para el funcionamiento auton¨®mico del Museo del Prado, que seg¨²n el ministro de Cultura comenzar¨¢ a elaborarse inmediatamente de aprobada la ley de Presupuestos y, por tanto, con el conocimiento exacto de la dotaci¨®n que va a tener, se har¨¢ ya atendiendo primordialmente la exposici¨®n de los que saben. Comenzando por algo tan sencillo como la limpieza del establo de Aug¨ªas en que se ha ido convirtiendo. No parece necesario detenerse ahora en hacer el balance negativo de las medidas de encubrimiento del viejo abandono: lo que importa es la etapa que parece abrirse. Y la insistencia en que el rescate tiene que hacerse mucho m¨¢s all¨¢ del Prado, extenderse a todos los museos espa?oles hasta que se olvide la antigua acusaci¨®n de que el museo es sin¨®nimo de lo muerto o lo fosilizado: pueden ser organismos vivos y ¨¢giles en lugar de cementerios del arte.
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