En la Casa Blanca vive un anciano presidente al que el pueblo perdona sus defectos

Algo hab¨ªa fallado, 48 horas despu¨¦s del primer debate entre Ronald Reagan y Walter Mondale, en Louisville (Kentucky), la Prensa, liderada por The Wall Street Journal -curiosamente, el peri¨®dico que inspira la doctrina Reagan-, comenz¨® a dudar de la capacidad del presidente para continuar dirigiendo el pa¨ªs a sus 73 a?os. Hasta ese momento, Reagan parec¨ªa indestructible: sus fotos a caballo, cortando le?a en su rancho de California, nadando en el Pac¨ªfico o haciendo gimnasia en los s¨®tanos de la Casa Blanca hab¨ªan servido para que nadie se refiriera al factor edad en la campa?a. Una simple frase y el efecto multitudinario creado por la Prensa sobre el tema -las opiniones de los mejores geriatras del pa¨ªs sobre la senilidad y sus posibles consecuencias sobre el cerebro de un hombre en la octava d¨¦cada de su vida se han convertido en lectura obligada en los principales diarios- han hecho a Reagan vulnerable.Un amigo del presidente explic¨® as¨ª lo que ya se conoce como la noche amarga de Kentucky: "Para que no apareciera como un est¨²pido que no conoce los informes, le atiborraron de datos y consiguieron confundirle". Evidente: mente, lo suyo es otra cosa. Su poder de comunicaci¨®n se basa en la repetici¨®n de esl¨®ganes del estilo de "Americano, vuelve a amanecer".
?Se puede ser presidente Je una superpotencia a 15 a?os del siglo XXI, en un mundo brutalmente acelerado por la revoluci¨®n tecnol¨®gica, habiendo cumplido los 73 a?os, con serios problemas en el o¨ªdo derecho, trabajando m¨¢s bien poco, con una muy escasa preparaci¨®n intelectual y un desconocimiento admitido de las grandes complejidades de los asuntos econ¨®micos o estrat¨¦gicos? En cualquier democracia europea la respuesta ser¨ªa al menos dudosa. Aqu¨ª est¨¢ claro: s¨ª. El presidente es un buen l¨ªder de la naci¨®n, y as¨ª es visto por la mayor¨ªa de sus conciudadanos.
Reagan no trabaja mucho, prefiere actuar como el presidente de un consejo de administraci¨®n, con una jornada de nueve a cinco. El consejero nacional de seguridad le va a ver todas las Ma?anas a las 7.30 horas para informarle de la situaci¨®n en el mundo.
No est¨¢ muy preparado intelectualmente, y aborrece los an¨¢lisis pol¨ªticos de fondo. Reagan jam¨¢s se ha encontrado a gusto entre intelectuales. Se acepta que tiene grandes lagunas en el conocimiento de las cuestiones econ¨®micas, internacionales y de seguridad. Es famosa su confusi¨®n de Bolivia con Brasil en los brindis de una cena en Brasilia.Sin embargo, es el presidente m¨¢s popular desde los tiempos de Dwight Eisenhower. Los ciudadanos no parecen pedirle datos o respuestas concretas, sino que se conforman con que est¨¦ en la Casa Blanca como una figura paterna que les reafirme continuamente que los asuntos p¨²blicos van bien y que el futuro es brillante.
Como escribi¨® James Reston en The New York Times, Reagan es como el vaquero del anuncio de Marlboro. Cabalga sobre una visi¨®n id¨ªlica del sue?o americano, sobre un mito, sobre un estado de humor optimista que no quiere o¨ªr que 36 millones de norteamericanos viven en la pobreza, que el peligro de guerra nuclear es real o que el d¨¦ficit p¨²blico es un caballo desbocado que puede arruinar a la siguiente generaci¨®n. Estos datos se los deja a Mondale, a, quien continuamente acusa de vender pesimismo con su discurso de sangre, sudor y l¨¢grimas.
La mayor¨ªa del pa¨ªs perdona a Reagan sus limitaciones y conecta con su liderazgo. El reconocimiento de que un l¨ªder cre¨ªble y firme ocupa la Casa Blanca ha sido el principal ¨¦xito de su mandato. No hay nada peor que ver c¨®mo se erosiona el poder adquisitivo de los salarios. El presidente, que sufri¨® personalmente los amargos tiempos de la gran depresi¨®n, lo sabe, y ha tenido el acierto y la suerte de reducir la inflaci¨®n a un 4%.
S¨®lo, como escribi¨® Newsweek "es detestado por una ferviente minor¨ªa de votantes, formada esencialmente por pol¨ªticos liberales, intelectuales y un sector de las mujeres, que le ve como a un reaccionario machista, insensible a los problemas de las clases m¨¢s despose¨ªdas de la poblaci¨®n.
Exito con los j¨®venes
Sorprende su ¨¦xito con los j¨®venes, y durante la campa?a ha sido incluso bien recibido en los campus de las universidades californianas, crisol de los antiguos hippies, ahora convertidos en yuppies. Mondale, el candidato m¨¢s pacifista, ha sido abucheado. "La nueva generaci¨®n no tiene ya nada que ver con el movimiento de los derechos civiles, y la guerra de Vietnam acab¨® hace 12 a?os", afirma el psiquiatra de Harvard Robert Coles. "Lo que los j¨®venes ven en Reagan", a?ade, "es optimismo. Le perdonan sus ideas sobre el aborto. Lo que les identifica con el presidente es la idea de que hay un futuro econ¨®mico para ellos".
Sus frecuentes declaraciones de firmeza en la conducci¨®n del pa¨ªs frente a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, algo que es sentido en Europa como una cualidad negativa y atemorizante, provoca aqu¨ª el efecto contrario. Reconforta saber que en la Casa Blanca habita un hombre que no se deja presionar. Todos los intentos, ya iniciados por Carter en 1980, de convertir a Reagan en un vaquero dispuesto a disparar el primero el bot¨®n nuclear han fracasado.
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