Valle-Incl¨¢n, madrile?o
El marqu¨¦s de Bradom¨ªn, en reciente visita a Madrid, ha contado que alguien se propone llevar Divinas palabras al idioma gallego. Cuando el marqu¨¦s se ha opuesto, con muy buen sentido, le han llamado, claro, "traidor a la patria". Aqu¨ª siempre estamos traicionando a la patria, por un lado o por otro. Hay tantas patrias como traidores.Y no es que el hijo de Valle no est¨¦ incardinado en la patria gallega, que lo est¨¢, y mucho. Lo que pasa es que Divinas palabras, como otras obras de Valle, nace y vive en un clima gallego subyacente y obvio al mismo tiempo. A Cela se le ha reprochado, en carta al director de este peri¨®dico, llamar gallega a su ¨²ltima novela, y se arguye que la inclusi¨®n final de un ¨ªndice de palabras galaicas no justifica el galleguismo del libro. Claro que ese galleguismo no es cosa de un cent¨®n, sino que emana del libro y en ¨¦l entona.
As¨ª las cosas, no parece cauto titular "Valle-Incl¨¢n, madrile?o", pero se sobreentiende que Valle ha hecho en su teatro, con todas las lenguas hisp¨¢nicas, incluidas las german¨ªas madrile?as, lo que Kantor con su polaco o Gadda con sus mil dialectos italianos mezclados en un mismo libro: utilizar el lenguaje cual un elemento est¨¦tico m¨¢s, pero no s¨®lo como veh¨ªculo bello de lo que se dice, sino como objeto l¨¦xico que vale por s¨ª mismo (el polaco en Kantor, insisto), que es una pieza m¨¢s del decorado.
Todo idioma es, en principio, una guturalidad, y si retiramos la comprensi¨®n de ese idioma, o nos la retiran, lo que queda es el ga?ido inici¨¢tico de la especie, el llanto y el grito, el aullido humano, la risa, el quejido y la indignaci¨®n. Eso-suena igual en todas las len guas, y as¨ª se comprende que un teatro en polaco, o en el alem¨¢n de Brecht, pueda hacerse universal tambi¨¦n por el lenguaje.
Esto explica que Valle-Incl¨¢n, en posesi¨®n mareante, de todos los idiomas de la tierra, los que conoce y los que intuye, los que inventa y los que plagia (el plagio, en ¨¦l, es una obra de arte), los que lee atenido a su guturalidad, decida un d¨ªa pasarlos por el castellano de Madrid, por el cheli de la ¨¦poca, madrile?izarlos. La primera experiencia, al respecto, hab¨ªa sido Tirano Banderas, en cuanto a babelizaci¨®n literaria.
Valle-Incl¨¢n, madrile?o del idioma, patriota de esa patria veraz que es la lengua, y en este caso la de Madrid, desde el habla redicha de don Adelardo L¨®pez de Ayala a los quiebros esquineros de la Pisa-bien, decide un d¨ªa hacer novela y teatro de escritor nacido por vez segunda a ese nacimiento definitivo del lenguaje propio: la trilog¨ªa del Ruedo Ib¨¦rico y, en el teatro, Luces de bohemia y otros esperpentos, como, en la poes¨ªa, la Farsa y licencia de la reina castiza, son ya la,creaci¨®n pluripaladial de un madrile?o empadronado en los confusos y riqu¨ªsimos distritos de los madriles, o sea, de sus hablas.
No s¨®lo porque tales inventos ocurran en Madrid y traten de esta villa, e incluso se nutran de la peor literatura que genera Madrid, como ha probado magistralmente Alonso Zamora, sino, sobre todo, porque son estructuras l¨¦xicas que soportan toda la acci¨®n, todo el drama, todo el costumbrismo expresionista, el naturalismo l¨ªrico y trascendido, la imaginaci¨®n del autor y la vida siempre simult¨¢nea de la ciudad.
Es la creaci¨®n verbal de Ma- drid, espuria e incesante, rica y va riante como una interflora (las cla ses sociales intercambian argots m¨¢s que monedas, ay), la que sustenta el segundo Valle-Incl¨¢n (el mejor) o es sustentada por ¨¦l. Aparte otros madrile?ismos de Valle, anecd¨®ticos o puramente crnool¨®gicos, don Ram¨®n, escritor primero de las Espa?as, desde Villarroel y el XVIII, se avecinda en el idioma de este pueblo, de lo atroz al sal¨®n, de lo canalla al palacio, del sainete a la novela corta, y sobre esa inmensa riqueza levanta una ciudad, una ¨¦poca, una reina. El escritor es de donde escribe. Ah, y de donde cobra.
Babelia
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