Sonia Gandhi
La esposa del nuevo primer ministro de la India es hija de un alba?il italiano
Creo que era el mes de julio de hace 15 a?os. Estaba sentado con unos amigos en la terraza del bar Pino, de Orbassano (ltalia), ciudad industrial del hinterland turin¨¦s, cuando Sonia apareci¨® con un joven alto, camisa blanca, de manga corta, de un moreno entre andaluz y siciliano. "Te presento a un amigo; se llama Rajiv. Bueno, su nombre es algo m¨¢s complicado, pero le llamamos as¨ª". Fue as¨ª como conoc¨ª al hoy ya primer ministro de la India, Rajivaratna Gandhi, el chico que sorprendi¨® a Orbassano y el Piamonte con una historia de amor alestilo pr¨ªncipe azul y bella durmiente.
Sonia y yo viv¨ªamos cerca; ella, en el chal¨¦ que su padre Stef¨¢no Maino, un inmigrante del Veneto, se hab¨ªa construido en las afueras de la ciudad con el dinero de sus primeros negocios inmobiliarios. Un alba?il que las inundaciones del r¨ªo Po hab¨ªan enviado al Piamonte a hacer fortuna. Un rojo de los viscerales, tipo Peppone el alcalde adversario de Don Camilo, que quiso llamar a sus hijas con nombres rusos: Anuska, la mayor, Sonia y la peque?a Nadia. Creo que ten¨ªa hasta un perro apodado Stalin. Y creo tambi¨¦n que abrigaba grandes proyectos, entre un tute y un chatito del bueno que guardaba en la bodega, para sus rebeldes hijas.Sonia, como todas las chicas de casa Maino, empez¨® los estudios con pocas ganas y escaso ¨¦xito. Al final, la vocaci¨®n de los idiomas, alg¨²n que otro empleo espor¨¢dico de int¨¦rprete en los salones del autom¨®vil y, por ¨²ltimo, Cambridge (Reino Unido). All¨ª conoci,5 a un t¨ªmido indio que fue inmediatamente cautivado por aquella rubia simp¨¢tica y mal hablada, transformada de repente en una belleza reposada. Se lo llev¨® a Orbassano y lo pase¨® entre sus amigos y parientes. Nunca dijo claramente que era su novio y que se iban a casar, pero nos miraba a todos con ojos que violaban al secreto de Estado que se tra¨ªan entre manos.
Rajiv volvi¨® con ella a Cambridge; luego se fueron a Delhi, donde la dama de hierro de: la India, la hoy desaparecida Indira Gandhi, dio su bendici¨®n y manifest¨® el deseo de conocer a sus futuros consuegros. A medida que se iban confirmando nuestros pron¨®sticos y los de todos los amigos, casa Maino se hizo m¨¢s impenetrable. Tambi¨¦n Stefano, a pesar de pasearse con la camisa manchada de cal y no perderse la partida de tute en la cafeter¨ªa de siempre, se volvi¨® herm¨¦tico. Y un d¨ªa nos anunci¨¦ que iba a salir de viaje por alg¨²n tiempo, el primero de su vida al extranjero. Y fue la boda de Las mil y una noches, con suspense incluido: un desvanecimiento de Sonia que fue interpretado como un envenenamiento de palacio y que luego result¨® ser un embarazo.
Volvieron los Maino al Piamonte con el sue?o de su vida realizado, y m¨¢s tarde, la misma Indira fue de inc¨®gnito a conocer la casa del alba?il. Nunca consegu¨ªr¨¦ saber c¨®mo se entendieron los consuegros, no por las dificultades-idiom¨¢ticas, sino por las diferencias abismales de estatura social y de temperamento. Pero la hija del alba?il se hab¨ªa convertido en la nuera de la hija del Pandit Neliru y hoy es tr¨¢gicamente la esposa italiana de un joven premier. Yo la vi en distintas ocasiones despu¨¦s de la boda, hasta que se enfad¨® por haber contado en una entrevista que se hab¨ªa pintado el signo de la casta en la frente y que hac¨ªa yoga tragando pa?uelos y sac¨¢ndolos por la nariz. Quien no hab¨ªa cambiado era ¨¦l, Rajiv, comandante de Air India, lejano a la pol¨ªtica y al final volcado en ella despu¨¦s de la tragedia del hermano, Sanjay.
No veo a Stefano Maino desde hace alg¨²n tiempo, pero adivino sus temores por su hija y los nietos. Y adivino tambi¨¦n su ¨ªntima satisfacci¨®n de emigrante expulsado por el mayor r¨ªo de Italia y que ha conseguido Regar hasta las mismas orillas del Ganges. Seguro que, anteayer baj¨® a la bodega del chal¨¦. Para llorar y luego brindar: "?Suerte, Sonia.!"
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