Los dem¨®cratas deben buscar un nuevo l¨ªder en la hora m¨¢s 'negra' de su historia
Los resultados de las elecciones estadounidenses del pasado martes confirman que el Partido Dem¨®crata, que tradicionalmente ha movilizado a la mayor¨ªa del electorado de este pa¨ªs, se encuentra en una era de plena crisis, tanto de programas como, sobre todo, de dirigentes. Ahora los dem¨®cratas, en su hora m¨¢s negra, deben buscar un nuevo l¨ªder.
Los dem¨®cratas pierden de forma estrepitosamente la posibilidad de recuperar la presidencia -de la que fueron desalojados por ¨²ltima vez en las elecciones de 1980, cuando Carter fue ampliamente derrotado por Reagan-, ganan dos puestos en el Senado -que contin¨²a con confortable mayor¨ªa republicana- y pierden esca?os en una C¨¢mara de Representantes, en la que siguen contando con amplia mayor¨ªa.La bipolarizaci¨®n pol¨ªtica de la sociedad norteamericana, entre republicanos y dem¨®cratas, ha demostrado a lo largo de la historia que hay unos ciclos de poder, generalmente m¨¢s marcados por el carisma de unos l¨ªderes que por los programas que puedan vender. Es en esta ausencia de un l¨ªder, donde hay que buscar la principal raz¨®n del fracaso del Partido Dem¨®crata en la actual elecci¨®n presidencial.
Tras la derrota de James Carter, el 4 de noviembre de 1980, que se calific¨® ya de hist¨®rica, pero que ha sido ahora superada por el que fue su segundo en la Casa Blanca, Walter Mondale, los dem¨®cratas salieron divididos en diferentes facciones. Sobre todo porque -caso at¨ªpico en los partidos que controlan la Casa Blanca- Carter tuvo que afrontar un largo proceso de elecciones primarias, donde ya le disputaban el liderazgo otros hombres del partido, como e1l senador Edward Kennedy, o el gobernador de California, Jerry Brown.
Ausencia de Kennedy
Frente a la elecci¨®n de 1984, sorprendi¨®, al comienzo de las ¨²ltimas primarias la ausencia de Edward Kennedy. ?ste hab¨ªa anunciado que no ser¨ªa candidato porque quer¨ªa dedicarse exclusivamente a su labor en el Senado y a su familia. Otra versi¨®n es que, desde mediados de 1983, Kennedy contaba con datos confidenciales que indicaban que si Reagan lograba mantener la recuperaci¨®n econ¨®mica de EE UU, los dem¨®cratas no tendr¨ªan nada que hacer. La arrolladora victoria del candidato republicano, el pasado martes, as¨ª lo ha demostrado.Walter Mondale inici¨® su campa?a con el apoyo del aparato pol¨ªtico del partido, con todos los sondeos favorables a su designaci¨®n como candidato dem¨®crata y con el apoyo popular y econ¨®mico de la potente central sindical AFL-CIO.
Pero desde la primera elecci¨®n primaria, a finales de febrero en el Estado de Nueva Hampshire, sonaron voces de alarma que indicaban que Mondale no era un candidato populista. En Nueva Hampshire, y despu¨¦s en otros muchos Estados, la gente vot¨® al senador dem¨®crata por el Estado de Colorado, Gary Hart.
Con la abrumadora derrota de Mondale, que ayer anuncio su retirada de la vida politica, se acaba un personaje, y se abre, al mismo tiempo, una crisis en el partido de Franklin Delano Roosevelt. Una crisis que no estar¨¢ exenta de tensiones y maniobras.
Gary Hart no queda excluido del futuro resultante de ese proceso, como tampoco el senador Edward Kennedy o el activo y popular Mario Cuomo, gobernador del Estado de Nueva York. Cuomo es uno de los valores en alza de estas horas de recapitulaci¨®n en que se encuentran confinados los dem¨®cratas, para los que la primera nueva prueba de fuerza llegar¨¢ en noviembre de 1986, cuando se renueve la C¨¢mara de Representantes y un tercio del Senado.
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