De la sensualidad a la sexualidad

La ronda fue una comedia elegante, c¨ªnica, sensual; hoy es sexual y c¨®mica. Puede que el director, Morera, y el adaptador, Larreta, hayan pensado que todas las liberaciones de costumbres producidas desde entonces, el cambio de sociedad en Espa?a, pod¨ªan dejar demasiado suaves o excesivamente inteligentes las breves historietas que Schnitzler enlaz¨® en su manuscrito de 1897, que no pudo estrenarse hasta 1920 y que, aun as¨ª, fue perseguida y castigada por esc¨¢ndalo. Cuesta mucho m¨¢s trabajo escandalizar, y tal vez haya que forzar la finura y darle trazos m¨¢s gruesos. El teatro busca desesperadamente un p¨²blico, y pueden haber pensando que hay que cazarlo con la eficacia, y que el humor fr¨ªo y el juego psicol¨®gico necesitan convertirse en caricatura.Quiz¨¢ otra obra hubiera servido mejor sus prop¨®sitos. Schnitzler representa lo que se ha llamado el esp¨ªritu vien¨¦s; lo fue m¨¢s bien centroeuropeo, y Budapest y Praga lo produjeron tambi¨¦n; y todo ese movimiento literario, teatral, forma parte de una historia de la cultura y de la sociedad. En otro texto describ¨ªa su idea del teatro: "furtivas intuiciones, agon¨ªas, an¨¦cdotas... ", y tambi¨¦n: "precoces, tiernos y tristes, representemos la comedia de nuestra alma...".

La ronda hace, precisamente, una cala de ese estilo en la sociedad. Es el enlace, por el amor f¨ªsico, intercambiando parejas de cuadro en cuadro, de una teor¨ªa de personajes: soldado, prostituta, criada, estudiante, dama, se?or mayor, jovenzuela, escritor, actriz, militar arist¨®crata: un ciclo que se cierra, que iguala a todos en un mismo acto -el del amor f¨ªsico-, que tiene esa vaga tristeza del post coitum... Quiz¨¢ el esc¨¢ndalo de su tiempo fuera, m¨¢s que por lo sensual o lo sexual, por el desenfado aparentemente superficial de la cr¨ªtica a las gentes de la ciudad: fue la caracter¨ªstica de su vida literaria.

Esta versi¨®n, queda dicho, acent¨²a no solamente el aspecto sexual, practicado generalmente con entereza en cada cuadro, sino que busca la teatralidad subray¨¢ndola con trazo grueso, con estilo, a veces, de revista antigua, de sainete c¨®mico.

Hallazgos

No sin hallazgos. El personaje que realiza Ana Marzoa es una creaci¨®n de la actriz, que ha trabajado sin l¨ªmite sobre esta direcci¨®n, y recuerda a Guadalupe Mu?oz Sampedro en alg¨²n momento; sus cuadros se convierten en lo que podr¨ªa ser, en el mejor de los casos, la exhibici¨®n de un personaje enloquecido de Jardiel Poncela; y arrastra con ella a Fernando Delgado, que trata despu¨¦s de encontrar la profundidad y la delicadeza en el ¨²ltimo cuadro.Hay actores que, a pesar de todo, se aproximan a la calidad original: Manuel Collado ?lvarez, en el cuadro con Mar¨ªa Jos¨¦ Alfonso; Mercedes Lezcano, en el suyo con el mismo Manuel Collado ?lvarez... Es un reparto muy dif¨ªcil, porque todos los papeles tienen la misma importancia.

La direcci¨®n, el sentido de la obra, lleva a los int¨¦rpretes por el camino de la contradicci¨®n entre el texto y el estilo de la representaci¨®n. Morera, director, con Gregorio Esteban, escen¨®grafo -los bonitos figurines son de Arti?ano-, han hecho verdaderos malabarismos para meter los sucesivos decorados en un escenario tan peque?o y tan dif¨ªcil, sin que las mutaciones pesen; han tenido la valiosa colaboraci¨®n -y Morera lo explic¨® en sus palabras finales- del equipo t¨¦cnico.

Convertido as¨ª a la m¨¢ximaeficacia, espa?olizado el esp¨ªritu vien¨¦s, caricaturizado el humor, podr¨¢ encontrar, sin duda, el p¨²blico que lo busque as¨ª un est¨ªmulo, algunas risas p¨ªcaras, un tono subido que le har¨¢ divertirse. Esa sensaci¨®n se pudo tener en el estreno.