Las ra¨ªces de la corrupci¨®n en Italia
El sistema electoral favorece que pol¨ªticos y funcionarios sucumban a las tentaciones
JUAN ARIAS Cada d¨ªa es m¨¢s amplia la lista de personajes pol¨ªticos, funcionarios y dirigentes p¨²blicos italianos que se ven citados a juicio por causa de supuestos delitos financieros.
En las ¨²ltimas horas hasta un cat¨®lico como el presidente de la Democracia Cristiana, Flaminio Piccoli, ha sido acusado de asociaci¨®n para delinquir y apropiaci¨®n indebida de fondos p¨²blicos por los jueces romanos, vi¨¦ndose por ello impulsado a dimitir de su cargo.
El mi¨¦rcoles pr¨®ximo, de nuevo, todo el Parlamento en pleno deber¨¢ volver a juzgar en secreto al ministro de Asuntos Exteriores, el democristiano Giulio Andreotti; esta vez por el esc¨¢ndalo quiz¨¢ m¨¢s grave de los ¨²ltimos a?os en el campo financiero, el del petr¨®leo.
Y a la c¨¢rcel siguen entrando cada d¨ªa alcaldes y tenientes de alcalde, concejales y funcionarios p¨²blicos de las regiones y provincias, siempre bajo la misma acusaci¨®n de corrupci¨®n financiera y de asociaci¨®n para delinquir, casi siempre de tipo mafioso.
Sin embargo, la verdad es que quiz¨¢ en este pa¨ªs no haya m¨¢s esc¨¢ndalos que en otros vecinos. Lo que ocurre es que en Italia la corrupci¨®n p¨²blica tiene una caracter¨ªstica muy peculiar: es como una epidemia, como un contagio, del que se salvan muy pocos, ya que ¨²ltimamente hasta el mito comunista de las llamadas manos limpias ha empezado a desmoronarse. La virginidad proverbial en el campo de la moralidad del partido de Togliatti ha sido violada por toda una serie de funcionarios locales que ha acabado reciente mente en la c¨¢rcel. Lo ha revelado y condenado duramente el mismo partido con gran preocupaci¨®n y lealtad.
Ante este rosario continuo de procesos o de ¨®rdenes judiciales que est¨¢ lloviendo sobre el aparato p¨²blico se multiplican los an¨¢lisis para intentar comprender mejor el fen¨®meno. Y se est¨¢ buscando una salida honrosa antes de que el c¨¢ncer acabe invadiendo de met¨¢stasis la comunidad entera, a riesgo de perder seriamente la confianza en los hombres que la gobiernan.
Maldita costumbre
Lo primero que se discute es s esta corrupci¨®n es hoy superior a la de los a?os del boom econ¨®mico Hay magistrados que aseguran que en los a?os setenta la corrupci¨®n era mayor, y que lo ¨²nico que ha crecido es la maldita costumbre de la llamada tangente, es decir, una especie de mordida o porcentaje ofrecida al pol¨ªtico para obtener ilegalmente, por ejemplo, una subasta, una licencia para construir, un permiso de exportaci¨®n o importaci¨®n, un favor cualquiera Porque todo hay que pagarlo. Y se asegura que si hoy el fen¨®meno es p¨²blico, y si parece m¨¢s grande, es por un solo motivo: porque entonces era m¨¢s fuerte el poder pol¨ªtico y m¨¢s d¨¦bil la magistratura, y hoy es al rev¨¦s.
?Qu¨¦ ocurre en realidad con la magistratura? Hay quien alaba a todos esos jueces j¨®venes, de izquierda, valientes, que se est¨¢n jugando el tipo, que no est¨¢n dispuestos a ser comprados y acaban sacando a flote los esc¨¢ndalos. Otros, al rev¨¦s, acusan a la magistratura de este pa¨ªs hasta de terrorismo pol¨ªtico y de actuar sin responsabilidad para enturbiar las aguas pol¨ªticas sin respetar siquiera la ley del secreto sumarial.
Un magistrado romano, que ha preferido ocultar su nombre, ha confiado a EL PAIS que la verdad es otra: en esta Italia poli¨¦drica hay un fallo fundamental, y es que las instituciones no saben vigilar su propia moralidad. En vez de ser ellas quienes se interesen por expulsar de su cuerpo a las piezas corruptas, lo que hacen es encubrirlas, descargando sus propios esc¨¢ndalos sobre los jueces o sobre la Prensa, como si fueran ellos quienes se los inventan y no quienes los delatan.
Echar a la calle
Esta ausencia de vigilancia institucional ha obligado a los jueces, seg¨²n el magistrado, a cumplir una. funci¨®n que en realidad muchas veces podr¨ªa hab¨¦rseles ahorrado.
Si en un partido, en vez de encubrir a los corruptos, los echasen a la calle inmediatamente, incluso durante la fase de expediente disciplinario, se evitar¨ªan despu¨¦s muchos procesos e intervenciones judiciales.
Otros piensan que la clave de la corrupci¨®n pol¨ªtica en este pa¨ªs reside en la ley electoral, que acepta el voto de preferencia. M¨¢s a¨²n, un pol¨ªtico volver¨¢ a ser presentado a la reelecci¨®n por su partido s¨®lo si ha sido capaz de conquistar muchos votos personales. Estos votos son indispensables para poder obtener despu¨¦s un puesto en el partido o en el Gobierno. Pero para conseguirlo, los pol¨ªticos incapaces de obtenerlos por su prestigio p¨²blico necesitar¨¢n gan¨¢rselos, conquist¨¢rselos, mantenerlos y hasta comprarlos. Y para eso hace falta una m¨¢quina electoral personal eficiente y con mucho dinero. Un dirigente socialista ha confiado a EL PAIS que para asegurarse una reelecci¨®n al Parlamento, un diputado medio no necesita menos de 500 millones de pesetas. ?De d¨®nde los saca? Ah¨ª, dicen, empiezan la corrupci¨®n. Y se alega que en el partido comunista, donde esto tiene menor incidencia y donde a los candidatos los elige el partido, la corrupci¨®n es mucho menor.
Para otros, la corrupci¨®n tan generalizada nace de otra ra¨ªz: de la falta de recambio pol¨ªtico en este pa¨ªs desde hace 40 a?os. Quiere decir que no existe el miedo al control de la oposici¨®n que puede ma?ana llegar al poder; que existe, a trav¨¦s de los a?os, una especie de connivencia entre los que gobiernan para cubrirse mutuamente las corrupciones, pudiendo as¨ª seguir manteniendo su poder. Por eso, cuando el esc¨¢ndalo estalla se defienden los unos a los otros.
Desfile de pol¨ªticos en la c¨¢rcel
Hay, sin embargo, quien cree que esta raz¨®n no basta, ya que, por ejemplo, el recambio pol¨ªtico existe en las administraciones locales (ayuntamientos, regiones y provincias), donde, tras un Gobierno comunista, puede volver otro democristiano o al rev¨¦s. Y donde, a pesar de esto, no existe el freno y el miedo al control, ya que se ve cada d¨ªa c¨®mo desfilan hacia la c¨¢rcel alcaldes y administradores perif¨¦ricos de todos los partidos, incluso de la izquierda comunista y socialista.
La impresi¨®n que tienen muchos pol¨ªticos honestos es que en realidad faltan en este pa¨ªs aut¨¦nticos sistemas de control: desde la vida nacional a la Administraci¨®n local, como sucede por ejemplo en el Reino Unido. Y todo acaba as¨ª siendo posible y legal hasta que no intervienen los jueces. Sobre todo porque existen en el campo de la Administraci¨®n actualmente m¨¢s de 2.000 leyes y 1.000 propuestas de leyes, y cada una a cu¨¢l m¨¢s dif¨ªcil de interpretar. Por eso el escritor siciliano Leonardo Sciascia afirma que en este pa¨ªs cualquier ciudadano, hasta el m¨¢s sano, podr¨ªa acabar en la c¨¢rcel si un juez lo desease, porque es imposible, dice, "conocer y cumplir sin equivocarse las infinitas leyes que nos acosan".
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