Carta a los j¨®venes toxic¨®manos
Queridos amigos: En este escrito hemos hablado de vosotros, pero no hemos hablado con vosotros. Queremos intentarlo a pesar de que muchos nos sent¨ªs muy lejanos."La espera del pico de hero¨ªna es, como siempre, insoportable... De un momento a otro es posible que todo haya salido bien y me inyecte mi dosis. O, tal vez, mi sobredosis, ?por qu¨¦ no? Me estoy gastando dinero que no es m¨ªo, en un lugar al que no pertenezco y en una casa que no es m¨ªa. ?Por qu¨¦ no acabar? ?Por qu¨¦ comenzar de nuevo? ?Por qu¨¦ continuar el martirio? ?Por qu¨¦ todos los d¨ªas comienzan igual? ?Por qu¨¦ esta necesidad necia...? S¨®lo los muertos saben la respuesta. ?Por qu¨¦ se callar¨¢n esas cosas tan ¨²tiles que se les pudren con su alma en medio de tanta putrefacci¨®n? A lo mejor yo s¨¦ tanto como ellos y estoy esperando que alguien me aparte de aqu¨ª para tambi¨¦n acallar mi esp¨ªritu lleno de errores imperdonables".
Este texto est¨¢ escrito por uno de vosotros. Refleja un tormento interior que muchos compart¨ªs. Nosotros recogemos este sufrimiento con temblor y con respeto, sin tocarlo siquiera con nuestro comentario.
Mucha gente todav¨ªa os llama despectivamente drogadictos, marginados, delincuentes, chantajistas, manipuladores. Algunos os califican como enfermos. Sab¨¦is que algo de esto es verdad. Pero estamos persuadidos de que ¨¦sta no es la verdad m¨¢s profunda acerca de vosotros mismos.
Nosotros queremos miraros con ojos diferentes. Como un amigo que sufre al ver sufrir a su amigo. Convencidos de que todos, vosotros y nosotros, somos responsables de vuestro dolor y de vuetro vac¨ªo interior. Atentos a descubrir y secundar el deseo que ten¨¦is de salir de este pozo oscuro y profundo en el que est¨¢is metidos. Temerosos de que sig¨¢is minti¨¦ndoos y enga?¨¢ndoos a vosotros mismos cuando os dec¨ªs: "Es la ¨²ltima vez". O bien: "Yo s¨¦ controlarme la dosis". O bien: "?Qu¨¦ me ofrece la vida a cambio de dejar la droga?".
Nadie puede escaparse de s¨ª mismo. No pod¨¦is escaparos de vosotros mismos. Un hombre huye de s¨ª mismo mientras no acepte el riesgo de compartir con otros su propia intimidad. Abrirse es salvarse; cerrarse es hundirse.
Rota la costra de su incomunicaci¨®n, un hombre puede, por fin, ser ¨¦l mismo. Ni el gigante de sus sue?os ni el enano de sus temores. Nada m¨¢s y nada menos que un ser humano entre otros seres humanos, compartiendo con ellos un proyecto com¨²n. S¨®lo as¨ª puede encontrar sus ra¨ªces, florecer y fructificar. Poner t¨¦rmino a su soledad mortal. Vivir.
No podemos hacer por vosotros nada que vosotros no quer¨¢is. No podemos andar con vuestros pies. No vamos a correr detr¨¢s de vosotros si no quer¨¦is que os sigamos. Pero estamos dispuestos, si es que quer¨¦is, a acompa?aros a andar un camino de retorno, por largo y dif¨ªcil que sea. Este camino es posible. Muchos lo han recorrido ya. ?Por qu¨¦ no vosotros?
Al recorrerlo, tambi¨¦n nosotros tenemos que hacer camino de retorno. Tenemos que dejar drogas de muchas clases que tal vez no tienen este nombre. Al ayudaros nos ayudamos. Al dejaros ayudar, nos ayud¨¢is. ?Por qu¨¦ no caminamos juntos?".
Algunos toxic¨®manos segu¨ªs siendo creyentes. Jesucristo no es para vosotros un emblema vac¨ªo, sino una Persona viviente. ?l est¨¢ esperando reencontrarse con vosotros para devolveros, en su abrazo, vuestra dignidad perdida. Nada nos alegrar¨¢ tanto como preparar y asistir a este Encuentro.
Jos¨¦ Mar¨ªa Cirarda, arzobispo de Pamplona y de Tudela; Luis Mar¨ªa Larrea, obispo de Bilbao; Jos¨¦ Mar¨ªa Seti¨¦n, obispo de San Sebasti¨¢n; Juan Mar¨ªa Uriarte, obispo de Vitoria, y Juan Mar¨ªa Larrea, obispo auxiliar de Bilbao.
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