Las tribulaciones de un contribuyente honrado
Don Arsenio es un buen representante de la clase media espa?ola, que en 1972 invirti¨® sus ahorros en la compra de un piso. Era un buen piso y tuvo que pagar por ¨¦l un mill¨®n de pesetas de las de entonces. Como ya ten¨ªa vivienda propia, decidi¨® ponerlo en alquiler.Don Arsenio siempre ha sido temeroso de la Hacienda. Paga todos los a?os la Contribuci¨®n Urbana, seg¨²n un recibo en el que el piso aparece valorado en la misteriosa cifra de 557.512 pesetas. Hace todos los a?os su declaraci¨®n de la renta, indicando su sueldo y el alquiler que percibe. No ha hecho nunca declaraci¨®n de patrimonio porque, sumando los valores urbanos que la ley dice y el dinero que tiene en el banco, no llega a los cuatro millones exigidos.
Ha pasado el tiempo y estamos en 1984. El inquilino deja el piso y don Arsenio se anima a venderlo. Encuentra un comprador que le paga la cifra de seis millones de pesetas.
Y es entonces cuando don Arsenio comienza a tomar conciencia, del descomunal l¨ªo en que se ha metido. Para empezar, el comprador del piso le sugiere que al hacer la escritura de venta no se declaren los seis millones, sino una cantidad inferior, como, por ejemplo, dos millones. As¨ª, el comprador se ahorra una parte sustancial del Impuesto de Transmisiones, que es del 6%.
Preguntas tontas
Don Arsenio no puede acceder en modo alguno a tama?a falsedad, pero el comprador, que parece un hombre avisado, le hace una pregunta tonta: "?Qu¨¦ valor dio usted al piso en la declaraci¨®n de patrimonio de 1979?". Don Arsenio contesta que ¨¦l nunca ha hecho declaraci¨®n de patrimonio porque no estaba obligado a ello, que el piso le cost¨® un mill¨®n de pesetas en 1972 y que su valor catastral es de 557.512 pesetas. El comprador se ensa?a: "?Y no rellen¨® usted unos impresos de actualizaci¨®n que ven¨ªan con la declaraci¨®n de la renta?". Don Arsenio no recuerda haber tenido noticia de tales impresos ni para qu¨¦ serv¨ªan. Las palabras del comprador tienen entonces el tono de una sentencia de muerte: "Bien. Si ponemos en la escritura seis millones, usted tiene una plusval¨ªa de 6.000.000 - (1.000.000, x 1,5) = 4.500.000 pesetas. Tendr¨¢ usted que declarar esos 4,5 millones en 1.985. como renta y pagar por ella casi como si fuese un sueldo, o sea, un 20% o un 22% aproximadamente; en n¨²meros redondos, un mill¨®n de pesetas". Don Arsenio, completamente l¨ªvido, pide unos d¨ªas de reflexi¨®n.
Al d¨ªa siguiente acude a un vecino que tiene fama de enterado. "?Pero, hombre? ?C¨®mo no actualizaste en 1979? Podr¨ªas haber valorado tu piso en cuatro millones de pesetas, por ejemplo, y ahora, multiplicando por 1,5 no tendr¨ªas ninguna plusval¨ªa. Y si hubieras puesto 4.500.000 pesetas, a lo mejor colabas, con un poco de suerte, una minusval¨ªa de 750.000 pesetas, que se restar¨ªan de tu sueldo. Hay mucha gente que est¨¢ encantada con esto. Pero lo tuyo tiene mal arreglo".
Don Arsenio regresa a su casa profundamente abatido. Intuye que la ley fiscal es complicada y hay que aconsejarse bien. S¨®lo con haber rellenado aquel maldito impreso hoy ser¨ªa un hombre feliz. ?C¨®mo es posible que por haber desatendido un detalle tan insignificante tenga que pagar ahora un mill¨®n de pesetas? ?Por qu¨¦ en casos parecidos al suyo los listillos y los bien asesorados pueden tener hasta minusval¨ªas? Y, adem¨¢s, ?d¨®nde est¨¢ la plusval¨ªa, si hoy, con los seis millones que le dan por la venta del piso s¨®lo puede comprar otro piso igual o peor que el que vende? ?Si entre 1972 y 1984 el coste de la vida se ha multiplicado casi por cinco!
Nuestro hombre no puede hacer el primo de esta manera. Y, al fin, toma una decisi¨®n: escriturar por dos millones. En 1985 declarar¨¢ la plusval¨ªa hasta los dos millones, y a ver qui¨¦n le demuestra que ha recibido seis. En todo caso, m¨¢s vale correr el riesgo.
Sin embargo, no terminan aqu¨ª las tribulaciones de don Arsenio. ?Qu¨¦ hacer con el dinero? Est¨¢ claro que los dos millones escriturados puede ponerlos tranquilamente en el banco, sin miedo a que Hacienda lo sepa . cuando desaparezca el secreto bancario (cosa que algunos ven pr¨®xima). Pero los cuatro millones restantes tiene que esconderlos en alg¨²n sitio, no sea que aparezcan por ah¨ª en alg¨²n listado de ordenador, no pueda dar explicaciones convincentes sobre su origen y tenga que pagar por la plusval¨ªa.
A estas alturas, don Arsenio ha emprendido ya un camino sin retomo, y tiene que seguir como sea. Y compra pagar¨¦s de una empresa. Los pagar¨¦s dan buenos rendimientos, no tiene la retenci¨®n del 18% y, lo que es m¨¢s importante, Hacienda no se entera. De esta forma, por no haber rellenado un impreso a tiempo, don Arsenio se ha convertido en uno de los peligrosos detentadores del dinero negro.
Y en su nueva condici¨®n, nuestro hombre sigue angustiado porque en estos d¨ªas oye hablar de una ley que someter¨¢ a tributaci¨®n los rendimientos de sus pagar¨¦s y, lo que es mucho peor, que permitir¨¢ a Hacienda saber que ¨¦l tiene esos pagar¨¦s.
En realidad, a don Arsenio nunca le hubiera importado tributar por los rendimientos de los pagar¨¦s. Le parece justo. Pero el caso es que nunca ha podido declararlos porque pondr¨ªa de manifiesto la plusval¨ªa, y probablemente tendr¨ªa que pagar el terrible mill¨®n. Y eso es lo que verdaderamente teme, y lo que verdaderamente le parece injusto. Sobre todo, cuando piensa en los otros que rellenaron a tiempo aquellos impresos de actualizaci¨®n de tan nefasta memoria.
Por eso, lo que le preocupa de la nueva ley no es tener que pagar por los rendimientos de los pagar¨¦s, sino que Hacienda descubra los cuatro millones y tenga que pagar por la plusval¨ªa del piso. Eso es lo malo, habida cuenta adem¨¢s de que ¨¦l no ve la plusval¨ªa por ninguna parte.
Don Arsenio no deja de darle vueltas al asunto, y en su turbaci¨®n ha llegado a pensar que el mayor perjudicado en este infernal asunto de las plusval¨ªas es la propia Hacienda, porque: 1?) el comprador del piso no ha pagado debidamente transmisiones; 2?) ¨¦l mismo no tributa por los rendimientos de los pagar¨¦s; 3?) hasta el momento, la verdad es que tampoco ha tributado por la plusval¨ªa, pues hay posibilidades de ocultaci¨®n suficientes (y parece que algo va a seguir habiendo); 4?) desmantelar sin contemplaciones el actual estado de cosas puede producir conflictos monetarios y financieros, y 5?) despu¨¦s de todo, resulta que por cada peseta de plusval¨ªa que el contribuyente espa?ol declara se declaran tambi¨¦n dos pesetas de minusval¨ªa.
Y, para colmo, don Arsenio y muchos m¨¢s siguen sin dormir tranquilos.
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