El 'paisito', en libertad condicional
Los militares uruguayos podr¨ªan llegar a inspirar cierta ternura de no ser por la sangre derramada, los sufrimientos, la ruina econ¨®mica y el tiempo perdido. Due?os prepotentes de una llanura de 170.000 kil¨®metros cuadrados, apenas poblada por dos millones y medio de habitantes, y desplegando unas fuerzas armadas profesionales de 68.000 hombres, con m¨¢s coroneles que cabos y m¨¢s generales -proporcionalmente- que Estados Unidos, no han hecho otra cosa en los ¨²ltimos 12 a?os que perder todas su batallas interiores.Instalaron en el pa¨ªs -en el paisito- una de las dictaduras menos sangrientas, pero m¨¢s obtusas, del Cono Sur, cimentada en polic¨ªas, confidentes, rencores, mezquindades, ciudadanos de primera, segunda y tercera categor¨ªas, seg¨²n su fiabilidad pol¨ªtica, represalias laborales contra los desafectos" pago de la estancia en la c¨¢rcel por los presos pol¨ªticos, crueldad penitenciaria consideraci¨®n de los presos como rehenes del Estado, asesinato de exiliados en la otra orilla del r¨ªo de la Plata, control generalizado del correo y del tel¨¦fono y una censura de Prensa que en alg¨²n morriento lleg¨® al absurdo de prohibir la difusi¨®n de informaci¨®n pol¨ªtica nacional.
No obstante, en un caso sin precedentes en la historia de las dictaduras, los militares uruguayos patrocinaron un plebiscito y unos comicios partidarios, y perdieron ambos. En 1980, convocaron un refer¨¦ndum para modificar la Constituci¨®n y establecer una democracia tutelada. Vot¨® el 85% del electorado y un 58% de los sufragios emitidos lo fueron contra el proyecto. Dos a?os despu¨¦s convocaron elecciones internas en los tres partidos tolerados -Colorado, Nacional (Blanco) y Uni¨®n C¨ªvica (derecha de la democracia cristiana)-, para ver c¨®mo quedaban estrepitosamente derrotados los candidatos oficialistas a manos de la oposici¨®n frontal al r¨¦gimen.
Preocupados por una Administraci¨®n urbana demostrativa y detallista, a la postre muy femenina, de continuas inauguraciones de placitas, jardincillos, fuentes y monumentos, los uniformados erigieron en la plaza montevideana del Ej¨¦rcito un descomunal monolito cuya cima recordaba sospechosamente a un falo. A la ma?ana siguiente fue preciso colocar guardia armada al monumento, mientras cuadrillas de obreros rascaban con arena la gran pintada: "Esta es la pija que los militares le metieron al pueblo". Poco despu¨¦s inauguraron un costoso monumento a la bandera, en cuyo m¨¢stil izaron una gigantesca ense?a especialmente fabricada en el Reino Unido por una acreditada firma de vel¨¢menes, que flameaba a la menor brisa. Al d¨ªa siguiente les hab¨ªan robado la bandera.
Con una deuda externa de cerca de 6.000 millones de d¨®lares (las exportaciones, a la baja, apenas superan losI.000 millones de d¨®lares anuales), visiblemente empobrecido el pa¨ªs incluso en el centro montevideano, y convencidos los militares, al fin, de que el pueblo uruguayo, muy civilizado y culto, no entiende otra forma de gobierno que la democracia por sufragio universal, la dictadura se retira.
Problemas para el futuro
Los militares, en vez de establecer con los partidos pol¨ªticos un acuerdo para preservar su impunidad (s¨®lo hay 17 desaparecidos y los asesinatos dentro y fuera del pa¨ªs y los homicidios en los penales y centros de tortura costar¨¢ probarlos judicialmente), han organizado unas elecciones sembradas de trampas in¨²tiles y problemas grav¨ªsimos para el inmediato futuro democr¨¢tico.
As¨ª, a los comicios del pr¨®ximo domingo no concurre el Partido Comunista con su propio nombre, al estar proscrito, aunque lo hace bajo el lema de Democracia Avanzada; su secretario general, Rodney Arismendi, que acaba de poner fin a su exilio en Mosc¨², tampoco puede ser candidato. El general L¨ªber Seregni, presidente del Frente Amplio (Democracia Avanzada, Partido Socialista, Izquierda Democr¨¢tica Independiente, Partido Dem¨®crata Cristiano y Lista 99, una escisi¨®n por la izquierda de los colorados), no puede optar a la candidatura presidencial y le representa el ginec¨®logo Juan Crottogini, su compa?ero de f¨®rmula en las elecciones de 1981. Wilson Ferreira Aldunate,jefe de la Mayor¨ªa Nacional o blanca, contin¨²a preso en un cuartel a 200 kil¨®metros de Montevideo, esperando la nulidad de su procesamiento por presunta traici¨®n a la patria. Su vicario electoral es un oscuro hacendado -Alberto Zumar¨¢n-, llamado a desempe?ar el papel que H¨¦ctor C¨¢mpora jug¨® en Argentina respecto a Juan Domingo Per¨®n en caso de triunfo electoral blanco, con la previsible convocatoria de unas nuevas elecciones verdaderamente libres.
694 presos pol¨ªticos
Miles de partidarios del Frente Amplio permanecen pol¨ªticamente proscritos y no pueden ser candidatos (s¨®lo el Partido Colorado de Julio Mar¨ªa Sanguinetti no ha sufrido trabas electorales: su persona y su partido son los preferidos de la dictadura en su condici¨®n de lo menos malo) y al menos 3.000 exiliados no pueden votar al estar reclamados por la supuesta comisi¨®n de delitos por convicci¨®n. Los militares se han negado a decretar una amnist¨ªa y han accedido s¨®lo a liberar a 411 presos pol¨ªticos con la mitad de la pena cumplida. En prisi¨®n quedan 694, entre ellos el legendario fundador de los tupamaros, Ra¨²l Sendic. De las tres grandes figuras de la pol¨ªtica uruguaya -Sanguinetti, Ferreira y Seregni-, dos no pueden ser elegidos y est¨¢n representados por vicarios. El futuro embrollo es seguro.
Sin embargo, todas las precauciones anteriores no satisfacen la cicater¨ªa y medrosidad militares. Hace tres meses, en el Club Naval de Montevideo, la dictadura saliente impuso a los partidos Colorado, Frente Amplio y Uni¨®n C¨ªvica -el Partido Nacional no particip¨® de las conversaciones y hasta se retir¨® de la Multipartidaria tras la detenci¨®n de Wilson Ferreira al regresar al pa¨ªs el 6 de junio- un pacto de cinco puntos previo a la convocatoria electoral: constituci¨®n de un Consejo de Seguridad Nacional en el que participen los militares, en minor¨ªa, junto a las autoridades civiles; control militar de los ascensos hasta marzo de 1986; creaci¨®n de la figura jur¨ªdica del estado de insurrecci¨®n; vigencia de todos los decretos de la dictadura hasta que sean aprobados o rechazados por plebiscito en noviembre de 1985; y mantenimiento de la proscripci¨®n de Ferreira, Seregni y el Partido Comunista hasta el 1 de marzo de 1985, fecha de la entrega del poder a las autoridades electas.
Por lo dem¨¢s, Montevideo es una fiesta de pasquines, m¨ªtines, marchas y c¨¢nticos bufos contra el presidente, general Gregorio Goyo ?lvarez, sin que la gendarmer¨ªa se moleste en dar un palo al agua. La izquierda levanta libremente el pu?o y se denuncia por radio y televisi¨®n el pacto del Club Naval. El paisito camina hacia su libertad condicional.
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