La pol¨ªtica exterior y la seguridad nacional seguir¨¢n en las mismas manos en la nueva 'era' de Reagan
El presidente norteamericano, Ronald Reagan, ha optado por la continuidad, y mantendr¨¢ en su segundo mandato el mismo equipo de pol¨ªtica exterior y seguridad nacional. Los dos hombres que mantienen opiniones enfrentadas sobre c¨®mo negociar con los sovi¨¦ticos o la actitud a seguir frente a Nicaragua continuar¨¢n en sus puestos. George Shultz, el hombre de negocios flexible y moderado, seguir¨¢ al frente del Departamento de Estado. Caspar Weinberger, que tambi¨¦n viene del mundo de la empresa privada y que es partidario de la pol¨ªtica de confrontaci¨®n con la URSS, permanece al mando del Pent¨¢gono.
Un portavoz de la Casa Blanca anunci¨® tambi¨¦n ayer que Robert McFarlane mantendr¨¢ su puesto como consejero de Seguridad Nacional, y que el pol¨¦mico William Casey seguir¨¢ dirigiendo la tambi¨¦n pol¨¦mica Agencia Central de Inteligencia (CIA).Cuando Richard Nixon fue reelegido en 1972, con una avalancha de votos, frente a George McGovern, puso en la calle a 2.000 altos cargos. Su estilo pol¨ªtico persegu¨ªa demostrar su autoridad e inspirar temor a sus subordinados. Reagan funciona de otra manera: no le gusta cambiar, se fia de sus amigos personales, aunque, como en este caso, la consecuencia sea la falta de una doctrina definida y ¨²nica para enfrentarse a las grandes cuestiones de pol¨ªtica internacional.
Se va Kirkpatrick
El principal resultado de esta pol¨ªtica salom¨®nica de Ronald Reagan ser¨¢ la exclusi¨®n de la ide¨®loga conservadora Jeanne Kirkpatrick, actual embajadora de Estados Unidos en la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas (ONU), del codiciado puesto de consejero de Seguridad Nacional.La esperanza blanca de los sectores m¨¢s derechistas de este pa¨ªs no controlar¨¢ este cargo, por el que ha luchado abiertamente en las ¨²ltimas semanas.
Aunque es posible que le sea ofrecido un puesto menor en el servicio exterior, se cree que Kirkpatrick rechazar¨¢ para tomarse un a?o sab¨¢tico o regresar a su c¨¢tedra en la universidad de Georgetown. Ayer anunci¨® que presentar¨¢ su dimisi¨®n al presidente de su puesto en las Naciones Unidas, en cuanto concluya la actual Asamblea General.
No obstante, un portavoz de la Casa Blanca afirm¨® que no sab¨ªa nada de los planes de la embajadora, y a?adi¨®: "El presidente est¨¢ extraordinariamente complacido de su trabajo, y le gustar¨ªa que se quedara".
El paso de Kirkpatrick a la Casa Blanca como consejera de Seguridad Nacional habr¨ªa ahondado la confrontaci¨®n sobre los temas de pol¨ªtica exterior y hecho pr¨¢cticamente imposible la continuidad de Shultz.
Hubiera supuesto, sin embargo, para Weinberger, una importante ayuda en su pol¨ªtica de rearme y de firmeza ante Mosc¨².
El presidente, que admira profesionalmente a Kirkpatrick, ha tenido que ceder ante el consejo de sus asesores m¨¢s pragm¨¢ticos.
Al mismo tiempo que la Casa Blanca confirma esta l¨ªnea de continuidad, se anunci¨® ayer en Washington que el Kremlin ya ha respondido positivamente a la posibilidad de que el ministro de Asuntos Exteriores de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Andrei Gromiko, y el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, mantengan una entrevista a comienzos del pr¨®ximo a?o. La Administraci¨®n Reagan ha establecido como su m¨¢xima prioridad en pol¨ªtica exterior la negociaci¨®n de acuerdos de reducci¨®n de armamento con la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Aunque Weinberger se opone a cualquier tipo de concesi¨®n para volver a sentarse en la mesa de negociaciones con los sovi¨¦ticos, la l¨ªnea m¨¢s flexible de Shultz, que podr¨ªa llegar a ceder en cuestiones menores para reanudar el di¨¢logo, est¨¢ triunfando en las primeras semanas de la segunda Administraci¨®n Reagan. El presidente ha enviado varias se?ales que demuestran que quiere convertir a Shultz en el verdadero n¨²mero uno en pol¨ªtica exterior.
Varios meses de trabajo
Inmediatamente despu¨¦s de su reelecci¨®n, Reagan convoc¨® al secretario de Estado y al consejero nacional de Seguridad a una reuni¨®n en el Despacho Oval para establecer la agenda de pol¨ªtica exterior de los pr¨®ximos a?os. Shultz llevaba trabajando en este tema varios meses.De momento, la iniciativa est¨¢ en sus manos, ayudado por Robert McFarlane, un ex coronel de marines que defiende una pol¨ªtica exterior pragm¨¢tica y que carece de la preparaci¨®n, pero tambi¨¦n del af¨¢n de notoriedad, que ten¨ªa su antecesor en el cargo, Henry Kissinger.
Sin embargo, Shultz tendr¨¢ muchos problemas para establecer su l¨ªnea de di¨¢logo y se encontrar¨¢ enfrente, situ¨¢ndose siempre en apoyo de Weinberger, al director de la CIA, William Casey.
Mantener el di¨¢logo
Esta confrontaci¨®n constante, que provoc¨® la imposibilidad, en la primera Administraci¨®n, de llegar a ning¨²n tipo de acuerdo con los sovi¨¦ticos, y que ha puesto en un callej¨®n de dif¨ªcil salida a la crisis centroamericana, puede repetirse en los pr¨®ximos a?os.Shultz necesitar¨¢ toda su habilidad y reconocida paciencia para convencer a Reagan de que hay que mantener el di¨¢logo con los sandinistas -por supuesto continuando con la presi¨®n militar para obligarles a negociar en condiciones de inferioridad.
Esta presi¨®n es una constante que es defendida en Washington por todos los sectores pol¨ªticos importantes, en el Gobierno y en el Congreso. Weinberger y Casey, por su parte, reiteran continuamente al presidente que la mejor pol¨ªtica con Nicaragua, la ¨²nica posible, es derrocar a la Junta de Managua.
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