Nicaragua y la democracia
Cuesta trabajo creer que el papa Juan Pablo II a¨²n no se haya pronunciado p¨²blicamente sobre la a todas luces m¨¢s que probable intervenci¨®n norteamericana en Nicaragua, especialmente cuando los obispos estadounidenses s¨ª lo han hecho, recusando moralmente la invasi¨®n.?Es que el Papa aprobar¨¢ el genocidio sobre esa lengua de tierra centroamericana? ?Por qu¨¦ interviene en el conflicto entre Chile y Argentina sobre el canal de Beagle, absteni¨¦ndose, sin embargo, sobre un conflicto que arrojar¨¢ igual o mayor n¨²mero de v¨ªctimas? La violaci¨®n del espacio a¨¦reo nicarag¨¹ense por parte del avi¨®n esp¨ªa constituye un signo inequ¨ªvoco de que las amenazas se van a cristalizar, pues la ruptura de cristales en Managua ha coincidido con un ambiente chanchullero de declaraciones, en donde tan pronto se justificaba la declaraci¨®n de guerra con el argumento de que ese peque?o pa¨ªs sobredimensionaba su rearme como inmediatamente se desment¨ªa la posibilidad de agresi¨®n.
Ese fuego cruzado de afirmaciones y desmentidos ha tejido en anteriores ocasiones el felpudo de la entrada en guerra del Ej¨¦rcito estadounidense. ?Por qu¨¦ ese silencio c¨®mplice por parte del Vaticano? ?Acaso est¨¢ esperando a que los partidarios de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n aplaudan el asesinato de sacerdotes polacos para legitimar su mutismo partidista? ?Por qu¨¦ no se denuncia la violaci¨®n de los derechos humanos con la misma intensidad a uno y otro lado del tel¨®n de acero? Toda esta serie de interrogantes que gravitan sobre la conciencia de buena parte de la comunidad creyente ser¨ªa bueno que empezasen a ser contestados desde las alturas eclesi¨¢sticas, especialmente por parte de quienes se arrogan una capacidad infalible.-
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