El amargo y prolongado lirismo de Penderecki
Orquesta Nacional de Espa?aDirector. Jan Krenz. Violinista: Konstanty Kulka. Obras, de Prokofiev, Penderecki y Brahms.
Teatro Real. Madrid, 23, 24 y 25 de noviembre.
La presencia del director Jan Krenz (Varsovia, 1926) y del violinista Konstanty Kulka (Gdansk, 1947), m¨¢s la audici¨®n del Concierto para viol¨ªn y orquesta, de Krysztof Penderecki (Debika, Cracovia, 1933), daban particular inter¨¦s al ¨²ltimo concierto de la Orquesta Nacional de Espa?a (ONE). Krenz es una de las excelentes figuras de la direcci¨®n aportadas por Polonia a la m¨²sica contempor¨¢nea y hac¨ªa 14 a?os que no dirig¨ªa la ONE.
De Kulka cabr¨ªa decir otro tanto en su especialidad: se mantiene en lugar de honor entre los violinistas de su generaci¨®n y ahora ha vuelto a mostrar sus dotes y su talento al protagonizar, de manera admirable, el muy dif¨ªcil concerto de Penderecki, una de esas obras en las que un compositor de nuestros d¨ªas logra hacerse, con el p¨²blico, incluso con el remiso y en gran parte conservador de los viernes del Teatro Real..
Se trata de una p¨¢gina amplia, de extraordinario lirismo, generalmente amargo, lo que la emparenta en alguna medida con el padre de todos los conciertos violin¨ªsticos de nuestra ¨¦poca: el de Alban Berg. Construida de modo que parece responder a un solo y largo aliento, a trav¨¦s de una continuidad de casi 40 minutos, Penderecki nos lleva a su mundo; en ¨¦l la novedad reside en la sustancia musical y no en la sorpresa de tal cual procedimiento t¨¦cnico. El mismo virtuosismo de la parte solista, de alto vuelto (no en vano Penderecki estudi¨® el viol¨ªn y no el piano, como la mayor¨ªa), adquiere valor constitutivo.
Escrito en 1976, el Concierto asume objetivamente la obra anterior del m¨²sico polaco, incluso la dram¨¢tica, y transparenta con claridad un pensamiento humanista, hondo y de gran comunicatividad a trav¨¦s de una orquesta fascinante: viva, pl¨¢stica, flexible en las densidades y en el tempo y buscadora de la belleza. Uno de los asiduos estudiosos de Penderecki, Wolfram Schwinger, sostiene con toda raz¨®n que el concerto "est¨¢ fuertemente arraigado a la tradici¨®n de la gran literatura violin¨ªstica desde Beethoven a Shostakovitch, pasando por Brahms, Chaikovski, Sibelius, Berg y Bart¨®k". Como tal fue recibido con largos aplausos por el p¨²blico madrile?o.
La extraordinaria labor de Jan Krenz en la obra de su compatriota estuvo al mismo excelente nivel que la sorprendente exposici¨®n del Scherzo y marcha de El amor de las tres naranjas, de Prokofiev, y la Tercera sinfon¨ªa en fa mayor, de Brahms, la m¨¢s honda y explicativa de ese especial sentido de la melancol¨ªa que determina la creaci¨®n entera del hamburgu¨¦s, desde los m¨¢s breves lieder hasta el amplio Requiem alem¨¢n.
En definitiva, todo pertenece a un ¨²nico mundo sonoro, conceptual y sensible: el del gran adi¨®s al romanticismo. Cuanto viene despu¨¦s, en la misma l¨ªnea, es prolongaci¨®n a partir de, ruptura, nostalgia o mera actitud rezagada.
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