Un largo camino
Nacido en Mu?eca de la Pe?a, un pueblecito palentino cercano a la provincia de Le¨®n y hoy absorbido por Guardo, Claudio Prieto empez¨® desde ni?o a jugar con la m¨²sica. Fueron primero los instrumentos de percusi¨®n, m¨¢s tarde los de viento -muy especialmente la trompeta- y el viol¨ªn.De las actuaciones en fiestas y romer¨ªas locales pas¨® a recibir las ense?anzas de Luis Guzm¨¢n, el director de la banda de Guardo.
Introducido por un pariente agustino, entr¨® en contacto con Sarnuel Rubio y se instal¨® durante dos a?os en El Escorial para trabajar la armon¨ªa y la musicolog¨ªa. Pudo vivir, adem¨¢s, la m¨²sica de ¨®rgano -muchas veces Claudio toc¨® la trompeta con Rubio al ¨®rgano- y el c¨²mulo de partituras que guarda la biblioteca escurialense. La sombra de Soler se aparece ya en la existencia musical de Prieto.
De regreso en Madrid, nuevo cap¨ªtulo: el servicio militar en la Academia de Suboficiales y las ense?anzas del profesor Ricardo Dorado. Ejercicios de transcripci¨®n, pr¨¢cticas de contrapunto y fuga, todo cuanto pod¨ªa ense?ar Dorado, que era mucho, contribuy¨® a la formaci¨®n de Claudio Prieto, siempre dentro de unos cauces riguros¨ªsimamente escol¨¢sticos. Ingresa en el cuerpo de directores de bandas militares y tras un par de a?os de pr¨¢ctica, estando en Albacete, ve con claridad lo necesario de un cambio de rumbo, siente la necesidad de ampliar sus horizontes. Ha sido una intuici¨®n caracter¨ªstica de Prieto el saber con exactitud en qu¨¦ momento deb¨ªa dar un golpe de tim¨®n a su vida.
De Albacete, tras las necesarias gestiones y concursos, pasa a Roma en septiembre de 1960. Como la Academia de Santa Cecilia no inicia sus cursos hasta enero, asiste mientras tanto a las clases, magn¨ªficas, de Boris Porena en el conservatorio y entabla amistad con aquel personaje extraordinario que fue Franco Evangelisti: gracias a ¨¦l conoce el mundo de la electro ac¨²stica.
Desde el 63 al 66 vive con intensidad no s¨®lo las viv¨ªsimas y anal¨ªticas clases de Petrassi, sino todo el ambiente de la Roma de entonces, plet¨®rico de sucesos culturales en las artes, las letras, el teatro y el cine. Las artes pl¨¢sticas ganan el inter¨¦s del compositor, despu¨¦s de la m¨²sica. De hecho la valoraci¨®n pl¨¢stica de muchos pentagramas de Prieto puede hacerse de modo evidente, desde la transfiguraci¨®n musical de El Greco en Catedral de Toledo (1973) hasta la l¨ªrica gestual y multicolor de Al poeta, al fuego, a la palabra (1978), sobre Vicente Aleixandre. Como en el caso de Petrassi, Prieto tiene en M¨®nica, su mujer, una pintora capaz de ampliar las perspectivas visuales de su obra.
A la vuelta de Roma las cosas est¨¢n dif¨ªciles para el compositor. Casi el d¨ªa entero se le va en trabajos extramusicales -burocracia, representaci¨®n comercial-, hasta su ingreso pleno en la radio. No se queja jam¨¢s Claudio Prieto: "Ya pas¨®, lo viv¨ª, lo olvid¨¦ y ahora me siento pagado con creces". Castellano profundo, alma serena, esp¨ªritu sobrio, el m¨²sico palentino no sabe llorar: "Detr¨¢s de las quejas y las aparentes persecuciones suele haber un deseo de vender una imagen o una obra, y yo no s¨¦ promocionarme".
El resto es historia reciente: la alta madurez de las obras compuestas en la ¨²ltima d¨¦cada, el triunfo internacional de las Sinfon¨ªas, el concierto Preludio de verano o el Quinteto, la acumulaci¨®n de premios, la presencia en los festivales y, lo m¨¢s dificil para un contempor¨¢neo, el aplauso del gran p¨²blico. Nadie niega a Claudio Prieto su categor¨ªa de maestro, su gran cap¨ªtulo en la historia de nuestra m¨²sica. Un cap¨ªtulo hecho con esfuerzo, p¨¢rrafo a p¨¢rrafo, idea a idea: lo vanguard¨ªstico se torn¨® normalidad de lenguaje contempor¨¢neo, y al af¨¢n por estar a la altura de las circunstancias sucedi¨® la incisividad de un mensaje fuertemente personal.
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