Convergencias
Alguien tendr¨ªa que felicitar al jefe del Gobierno y secretario general del PSOE por su habilidad t¨¢ctica en el acoso y derribo de lo que queda del PCE. Es cierto que Felipe Gonz¨¢lez, al azuzar el enfrentamiento entre Gerardo Iglesias y Santiago Carrillo, no se inventa el enfrentamiento, pero lo activa de cara al incremento de la minimizaci¨®n de la oferta comunista en Espa?a. Las apariencias no siempre enga?an. ?Asistimos a una batalla de personalismos entre un secretario general y un portavoz parlamentario? ?A una disputa de competencias entre un secretariado y un ex secretario general? ?A una discrepancia estrat¨¦gica y, por tanto, ideol¨®gica, entre comunistas partidarios de una convergencia de izquierda y comunistas temerosos de que se desnaturalice el ser y el estar del partido? No hay una respuesta ¨²nica a una pregunta ¨²nica. En el nuevo pleito del PC se mezclan personalismos con problemas de crisis de funci¨®n colectiva.Mientras la actual direcci¨®n del PCE lanzaba la posibilidad de una propuesta de convergencia de izquierda para elaborar las candidaturas de 1986, prosegu¨ªan los intentos de construir en todo el Estado la oferta comunista llamada prosovi¨¦tica, m¨¢s propiamente llamada esencialista. Como una tercera toma de posi ci¨®n aparece el carrillismo, en lo fundamental movilizado por la fidelidad a un l¨ªder y luego abastecido de ideolog¨ªa diferencial, discrepante, enfrentada al su puesto liquidacionismo de la direcci¨®n gerardista y a la vuelta atr¨¢s que implicar¨ªa la operaci¨®n prosovi¨¦tica. Progresivamente estas cuestiones han ido convirti¨¦ndose en debates de familia que en nada afectan a la sociedad extramuros. Est¨¢ cada vez m¨¢s claro que el impulso disgregador comunista iniciado en el V Congreso del PSUC a¨²n no ha terminado y que las piedras rotas se pueden descomponer m¨¢s, qui¨¦n sabe si hasta convertirse en arena. Lejos est¨¢ la consciencia comunista de evidencias como la que aporta el PCI o el PSUC anterior al V Congreso: la evidencia de que el pluralismo cultural interno es una condici¨®n sine qua non para que un partido comunista pueda hacer una oferta pol¨ªtica al nuevo sujeto emancipador que est¨¢ en v¨ªas de conformaci¨®n. Reducidos al prosovietismo como principal se?a de identidad, los partidos comunistas esencialistas que operan en pa¨ªses de capitalismo avanzado se convierten en formaciones testimoniales, f¨¢cilmente manipulables para ni hacer ni dejar hacer. Podados y remendados en busca de la homogeneizaci¨®n y de una supuesta coherencia ¨ªntima, los partidos eurocomunistas que se han dejado llevar por la ley del bistur¨ª vagan por las junglas de asfalto pidiendo el espacio elec
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toral, que ocupan los socialistas, los cuales, con todo el derecho de este mundo, se niegan a entregarles de buenas a primeras.
Las terribles presiones que se hicieron desde el PCE, por quien pod¨ªa hacerlas, para que el PSUC podara sus ramas prosovi¨¦ticas fueron el impulso inicial de cainismos sucesivos que han llevado al PCE y al PSUC a un marasmo hist¨®rico dif¨ªcilmente superable. La propuesta de una convergencia de izquierdas del PC con independientes y otras formaciones sociales y pol¨ªticas, de cara a oponer una candidatura de izquierda alternativa al PSOE, s¨®lo tendr¨¢ sentido hecha desde un partido reunificado, estabilizado y disciplinado, es decir, desde un partido que, previa a esa convergencia de izquierda, hubiera conseguido realizar una convergencia comunista. Si se ausculta el sentir de la base, salvo en bolsas navajeras de uno u otro signo, esa necesidad de rehacer la unidad comunista, de llegar a un c¨®digo de convivencia interna de distintas culturas unificadas por un mismo proyecto social se impone d¨ªa a d¨ªa. Hasta ahora la sensatez de las bases no ha conseguido ser m¨¢s determinante que los encastillamientos de aparatos o de barones, que en ocasiones basan su legitimidad en las consecuencias de las estisiones, algo as¨ª como si se consideraran ganadores de una guerra civil.
Cuanto m¨¢s tiempo pase m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ el reencuentro comunista, no s¨®lo un reencuentro impulsado por la necesidad estrat¨¦gica de ofrecer una alternativa a la pol¨ªtica socialista, sino fruto de esos movimientos, todav¨ªa inconexos, de resituar un saber social y un proyecto de transformaci¨®n superador de ret¨®ricas oxidadas. Frente a la tendencia autolegitimadora de los aparatos y al hilarante gallear de gallos sin apenas gallinas, poco pueden hacer bases sensatas desarticuladas e imposiblemente articulables seg¨²n la estructura org¨¢nica de los partidos. Se dice que los congresos sirven precisamente como respuesta articulada del colectivo, pero los congresos pueden ser convertidos en reuniones rituales, mucho menos importantes que dos horas de conversaci¨®n en una cafeter¨ªa entre barones u otros poderes f¨¢cticos, para no hablar ya de las tesis congresuales, poemas bizantinos de vida ef¨ªmera, que nadie tiene en cuenta entre c¨®ngreso y congreso.
No es mala propuesta la de una convergencia de izquierda futura si parte de una convergencia comunista previa abordada en todos los frentes, que siente en una mesa a todas las familias comunistas, mesa a situar frente al espejo imp¨ªo que refleje con toda su crueldad el gesto est¨²pido y el resabio in¨²til. De lo contrario, continuaremos presenciando la extinci¨®n de una especie, espect¨¢culo a la vez dram¨¢tico y fascinante que no se repet¨ªa, con tales caracter¨ªsticas, desde que el mamut se extingui¨® en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica.
Pues parece cierto y demostrado que los partidos no tienen un cheque en blanco, ni de Dios ni de la Historia. Los m¨¢s listos y eficaces sobreviven. Los m¨¢s tontos e in¨²tiles se mueren o se suicidan.
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