El partido y el Gobierno
El partido socialista constituye un concepto m¨¢s amplio que el Gobierno y en sus relaciones con el Ejecutivo debe jugar como un elemento dial¨¦ctico y como ¨®rgano de control del cumplimiento del programa de cambio. ?stas son algunas de las tesis centrales de este art¨ªculo, que propugna para el congreso del PSOE la exigencia de una pol¨ªtica de izquierdas a la Administraci¨®n socialista.
El 30? Congreso del Partido Socialista Obrero Espa?ol constituye una ocasi¨®n muy importante para que los socialistas reflexionemos sobre una serie de cuestiones que nos preocupan como ciudadanos y militantes de un partido de izquierda. La circunstancia de que el PSOE est¨¢ actualmente en el Gobierno de la naci¨®n y su importancia y proyecci¨®n en la vida pol¨ªtica espa?ola han dado lugar, l¨®gicamente, a una gran expectativa de la opini¨®n p¨²blica ante el congreso, que se traduce, entre otros efectos, en crecientes especulaciones sobre la futura composici¨®n de los ¨®rganos estatutarios o vicisitudes que pueda sufrir la correlaci¨®n interna de fuerzas.Adem¨¢s, existe cierta polarizaci¨®n en tomo a determinadas cuestiones muy puntuales que de alguna manera impide contemplar algunos problemas en su conjunto. Las siguientes l¨ªneas intentan huir de estos esquemas y no constituyen m¨¢s que una modesta aportaci¨®n, que se realiza para contribuir a que el debate se produzca y sea, si es posible, fruct¨ªfero. No son otra cosa estas reflexiones que la expresi¨®n de un militante preocupado por el devenir del PSOE que, como ciudadano, siente un deseo sincero de contribuir al futuro del pa¨ªs. Los temas que se debatir¨¢n en el congreso (pol¨ªtica econ¨®mica, construcci¨®n del Estado, libertades de los ciudadanos, papel de Espa?a en el mundo) no son cuestiones exclusivas de los militantes del PSOE, sino que interesan a toda la izquierda, preocupan especialmente a los trabajadores y conectan, en fin, con la sensibilidad de millones de personas. Las ideas que siguen deben entenderse como lo que realmente son: aportaciones de elementos para el debate nunca realizados con el ¨¢nimo de la oposici¨®n o la confrontaci¨®n, sino con el prop¨®sito de la reflexi¨®n.
Soy plenamente consciente de las dificultades que entra?a la tarea de gobernar nuestro pa¨ªs y hacer que "Espa?a funcione" con los atrasos seculares con los que nos enfrentamos y la coyuntura particularmente dif¨ªcil a la que hemos de responder. Estoy convencido que se nos juzgar¨¢ a los socialistas, m¨¢s que en funci¨®n de la fidelidad a nuestros principios, en relaci¨®n con nuestra capacidad para solucionar los problemas m¨¢s graves que tiene nuestro pa¨ªs. Pero igualmente tengo la convicci¨®n de que, en un momento de profunda mutaci¨®n y cambio de nuestra sociedad, la eficacia, entendida como proyecto de futuro para nuestro pueblo, pasa por la adaptaci¨®n y la fidelidad a los valores que hist¨®ricamente representa el socialismo.
El papel del PSOE
La funci¨®n de nuestro partido en la sociedad ha sido objeto de la preocupaci¨®n de los socialistas en muchas oportunidades anteriores y sus conclusiones est¨¢n plasmadas en resoluciones de congresos, comit¨¦s federales y otros documentos. Las consideraciones que se han realizado guardan todav¨ªa su vigencia y basta con remitirse a ellas para no incurrir en redundancia.
A mi juicio, siguen siendo v¨¢lidos los conceptos vertidos en la resoluci¨®n aprobada en el 29? Congreso, donde se resalta el car¨¢cter instrumental del PSOE para plasmar la ideolog¨ªa socialista y lograr la transformaci¨®n y modernizaci¨®n del pa¨ªs, para lo cual debe insertarse en la sociedad y proyectarse en ella. Me parece importante destacar especialmente nuestra vocaci¨®n de constituir un n¨²cleo de vertebraci¨®n de la sociedad y de ser aut¨¦ntica escuela de actitudes democr¨¢ticas. En suma, constituirnos un partido de masas movido por imperativos ¨¦ticos socialistas desde los cuales pretendemos articular una organizaci¨®n pol¨ªtica que sea instrumento para lograr una sociedad m¨¢s libre, justa e igualitaria. Sin embargo, probablemente hemos incurrido en omisiones que, en s¨ªntesis, pueden agruparse en dos bloques: no se ha reflexionado lo suficiente sobre la relaci¨®n del partido con el Gobierno; y no hemos sido todo lo eficaces que debi¨¦ramos para poner en pr¨¢ctica nuestros principios en una sociedad sumida en una profunda crisis en la que se ponen en entredicho muchos de nuestros conceptos program¨¢ticos.
Al movimiento socialista le ha tocado vivir en los ¨²ltimos a?os una de las etapas m¨¢s fecundas de su historia. Apenas emergido de las tinieblas de la clandestinidad, el PSOE se lanz¨® con enorme entusiasmo a la tarea de convencer a la sociedad de que pod¨ªa llevarse a cabo un cambio de las estructuras desde el respeto a los derechos individuales y colectivos.
El ¨¦xito en esa labor, realizada ante ciudadanos convencidos de la incapacidad de los Gobiernos de centro-derecha para afrontar las transformaciones, ha sido notable, y a los triunfos electorales obtenidos en elecciones municipales, a la cada vez m¨¢s eficaz tarea en el Parlamento, sigui¨® la inolvidable jornada del 28 de octubre de 1982.
Pero ahora tenemos un Gobierno socialista, elegido por una mayor¨ªa sin precedentes, empe?ado en afrontar tareas demasiado tiempo postergadas, que acomete con singular decisi¨®n (que todo el mundo echaba en falta en los Gobiernos de la transici¨®n) la resoluci¨®n de los graves problemas que tenemos. Es el momento de recordar que dentro del conjunto del movimiento socialista el partido constituye un concepto m¨¢s amplio que el Gobierno y, por tanto, no puede confundirse con ¨¦l. Es fundamental que el PSOE recobre una postura activa tanto respecto del Gobierno como de la sociedad y que evite una posici¨®n pasiva frente a aqu¨¦l, porque la acci¨®n de los socialistas no empieza y acaba en el Gobiemo, sino que se proyecta en todos los organismos de la sociedad.
En alguna medida parece que hemos estado imbuidos exclusivamente de una responsabilidad de administraci¨®n del Estado cuando en realidad nuestra tarea es tambi¨¦n el debate de las ideas, el control de la actuaci¨®n de nuestros militantes en funciones p¨²blicas y, esto hay que recordarlo especialmente, el ejercicio de un cierto papel dial¨¦ctico respecto al Gobierno. S¨®lo por haber incurrido en omisiones puede explicarse que algunos graves problemas que afectan a nuestra sociedad y que han dado lugar a grandes movilizaciones ciudadanas (con la reconversi¨®n industrial, por ejemplo) est¨¦n ausentes de la gesti¨®n que se presenta.
Interesa recalcar la funci¨®n del partido como foro de debate ideol¨®go porque en este campo tendremos que realizar un gran esfuerzo, as¨ª corno la necesidad de situamos en una experiencia hist¨®rica concreta para que las grandes decisiones no pasen por nuestro lado sin que las toquemos. Pero no basta que la discusi¨®n ideol¨®gica se desarrolle en una sede del partido, porque es necesario que ¨¦ste sienta las bases por las que ha de discurrir, aporte los elementos del debate y, en cierta medida, que lo ahorme. De lo contrario puede producirse una dispersi¨®n ideol¨®gica que lleve a la constituci¨®n de algo as¨ª como un conglomerado de partidos o de tendencias donde se sustentan las tesis m¨¢s opuestas y contradictorias.
Control del partido
El partido debe ser un elemento dial¨¦ctico respecto de la acci¨®n del Gobierno y debe constituir el primer y fundamental ¨®rgano de control del cumplimiento del programa. Los socialistas hemos ofrecido a la sociedad un ambicioso planteamiento de lucha por la creaci¨®n de empleo con objetivos y medidas concretas que se nos recuerdan constantemente. No puede aceptarse impasiblemente una versi¨®n triunfalista de lo realizado en general, que no es poco, donde se omita la explicaci¨®n de aspectos muy concretos del programa de gobierno que no se cumplen. La costumbre, que se?alaba un ex ministro recientemente, de formular programas y declaraciones destinadas a caer en el olvido s¨®lo afecta a ciertos dirigentes pol¨ªticos, porque los ciudadanos tienen la mala costumbre de creer a pie juntillas en las promesas que se realizan y exigir su cumplimiento. Al hombre de a pie no se le escapa que los responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica, no exentos de cierta soberbia en sus pedag¨®gicas intervenciones, han formulado previsiones de inflaci¨®n y de crecimiento del empleo que se han dado de bruces con la dura realidad.
Es importante que dentro del partido tengamos una vida rica en participaci¨®n y debate ideol¨®gico, porque los grandes temas que afectan a la sociedad de nuestro tiempo (desempleo, pol¨ªtica econ¨®mica, Seguridad Social, la pretensi¨®n de flexibilizar el despido, la paz y el desarme) no pueden de manera alguna quedar al margen de la discusi¨®n. Si sucediera nos convertir¨ªamos en un organismo totalmente carente de vida y desconectado de la realidad.
El partido debe ser un instrumento de proposici¨®n de alternativas, de constante preparaci¨®n de programas futuros. Para decirlo gr¨¢ficamente, creo que nada m¨¢s finalizado este congreso deber¨ªan comenzar los trabajos de elaboraci¨®n de objetivos para el pr¨®ximo.
Creo que debemos procurar mantener una conexi¨®n permanente con la sociedad y producir una pol¨ªtica propia en todas las cuestiones que se presenten. El PSOE naci¨® con la pretensi¨®n de constituir un foco de cultura y de comportamientos de izquierda donde se rechace toda idea de jerarquismo y nomenclatura, y en esa l¨ªnea tenemos que perseverar, manteniendo adem¨¢s una actitud de constante vigilancia del comportamiento de los compa?eros que ocupen funciones p¨²blicas.
Las cuestiones que se abordan son complejas en muchos casos y tenemos que procurar desarrollar una incesante tarea de explicar a la sociedad todo lo que estamos deba tiendo y todo lo que estamos haciendo. En fin, nuestro partido debe realizar un esfuerzo para atemperar cierto inquietante mensaje que se est¨¢ propalando y que contradice expl¨ªcitamente nuestras declaraciones program¨¢ticas.
La tarea que tenemos por delante los socialistas a partir de este congreso es de gran importancia. En dos a?os de gobierno se han obtenido avances en muchos campos pero ha habido evidentes fallos en otros. La acusaci¨®n de arrogancia en el ejercicio del poder no debe desecharse simplemente como arma electoralista de la derecha, ya que es l¨ªcito preguntarse si en la relaci¨®n del pueblo con la Administraci¨®n se ha avanzado sustancialmente. La vieja tradici¨®n espa?ola de que los altos cargos fabriquen su propia ley y constituyan una oligarqu¨ªa alejada de los ciudadanos sigue siendo un factor de reflexi¨®n e inquietud.
Se pueden formular muchas preguntas inquietantes y hay mucho que reflexionar en tomo a ellas: con el Gobierno socialista la lucha de clases ?se ha atenuado o acentuado?, ?existe un ¨¢rea social?, ?estamos logrando sustituir la noci¨®n de jerarqu¨ªa por las de participaci¨®n y consenso?, ?es la Administraci¨®n m¨¢s transparente que antes?, ?han dejado de predominar los componentes de poder sobre los sociales? Algunos interrogantes tienen f¨¢cil respuesta: por citar un ejemplo, hay que tener presente el rechazo a incrementar la participaci¨®n y el control de los sindicatos sobre las instituciones. Todav¨ªa no hemos o¨ªdo ninguna explicaci¨®n coherente sobre la resistencia a un mayor control de las empresas p¨²blicas por los sindicatos o a constituir el Consejo Econ¨®mico y Social.
La herencia recibida
Evidentemente, la herencia recibida es pesada y no se puede creer en soluciones milagrosas. El triunfo del PSOE ha despertado algunas impaciencias, ilusiones y esperanzas que, por llevar var¨ªas d¨¦cadas amordazadas, est¨¢n en algunos casos desvinculadas de las posibilidades reales del Estado en un futuro inmediato. Pero hay muchas cosas que pudieron hacerse y no se han hecho. Sobre todo aquellas que no cuestan dinero no hay raz¨®n alguna para postergarlas. La eliminaci¨®n de cierta prepotencia en el ejercicio del poder implicar¨¢ un cambio notable que todos agradeceremos. No es bueno, por ejemplo, que el establecimiento de los salarios en empresas p¨²blicas se haga por ley cuando se pueden negociar contratos-programa con los trabajadores.
A la Administraci¨®n socialista debemos exigirle, como resumen, que ponga en ejecuci¨®n una pol¨ªtica de izquierdas que lleve a efecto el programa del cambio con el que tuvo acceso al Gobierno. La derecha en ninguna parte, y menos en Espa?a, aceptar¨¢ voluntariamente la p¨¦rdida de sus privilegios. Para ello no utiliza ahora, afortunadamente, del ca?¨®n y la bayoneta pero s¨ª de su fuerza pol¨ªtica y de su fascinaci¨®n. La t¨¢ctica del "abrazo aristocr¨¢tico" (frase feliz de H. Laski.) sigue teniendo singular vigencia.
La mayor¨ªa pol¨ªtica que gobierna debe corresponder a una mayor¨ªa social porque de lo contrario el ciudadano puede percibir la impresi¨®n de que el poder cambia de color pero no su propia naturaleza.
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