Iconoclasta Labordeta

Jos¨¦ Antonio Labordeta tiene sobre el escenario aspecto de profesor, no s¨¦ si de historia o de otra cosa, pero profesor al fin y al cabo. Claro, que profesor iconoclasta, de humor cachazudo e irreverente, que hace del recital un espect¨¢culo en el que sus parlamentos entre canci¨®n y canci¨®n adquieren valor fundamental en la forma de desarrollarlo. Un espect¨¢culo con mucho de bu?uelesco en ese navegar constantemente en la frontera que constituye la irreverencia y el pudor, la hondura y la cr¨ªtica directa, descarnada.As¨ª son tambi¨¦n sus canciones, un constante vaiv¨¦n entre la reflexi¨®n en profundidad sobre la vida y la denuncia, la mayor¨ªa de las veces en clave sat¨ªrica, de las cosas que no le gustan: la prepotencia, el belicismo, el cretinismo o la injusticia.

En este primer recital de la tanda de siete que est¨¢ celebrando en Madrid dio un largo recorrido por las canciones de su reciente disco y por algunas de sus mejores composiciones de otros trabajos: La vieja, Carta a Lucimio, La albada, El poeta, Meditaciones de Severino el Sordo, Canto a la libertad y, c¨®mo no, Arag¨®n, que tuvo que interpretar para cerrar los bises.

Un recital medido, que muestra al cantante aragon¨¦s en su momento m¨¢s maduro, espl¨¦ndido de voz y de recursos esc¨¦nicos. Con un acompa?amiento plenamente adecuado de la Cooperativa Musical del Ebro, grupo que a la vista de los cuatro temas que, interpret¨® como tal, sin Labordeta, evidenci¨® estar situado en el camino de los mejores grupos que en Espa?a se dedican a renovar el folclor desde una perspectiva de modernidad sonora.

Algunos problemas de sonido y un crescendo en el desarrollo del recital hizo que fuera ganando en inter¨¦s hasta desembocar en una segunda parte plenamente conseguida de fuerza.