Un balance, de visita a Roma
Mi convocatoria a Roma para presentarme ante la m¨¢s alta instancia doctrinaria de la Iglesia no constituy¨® un hecho trivial en la biograf¨ªa de un te¨®logo, especialmente porque provengo de la periferia y produzco teolog¨ªa en condiciones de subdesarrollo, muy diferente de las que prevalecen en los grandes centros metropolitanos de reflexi¨®n y publicaci¨®n.De cualquier forma, mi libro Iglesia: carisma y poder, escrito en 1981, atrajo la atenci¨®n de los ¨®rganos de vigilancia doctr¨ªnaria de la Iglesia, comenzando con el inflexible cardenal Eugenio Salles, de R¨ªo de Janeiro (a trav¨¦s de su Comisi¨®n Arquidiocesana para la Doctrina de la Fe, que est¨¢ dirigida por un obispo auxiliar obsesionado por la ortodoxia de los te¨®logos brasile?os), siguiendo con el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Sagrada Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, ex Santo Oficio, en Roma.
Mi libro re¨²ne 13 ensayos sobre distintos temas relacionados con la Iglesia, con una perspectiva de liberaci¨®n. Toca problemas pol¨¦micos relativos a la violaci¨®n de los derechos humanos dentro de la Iglesia, sobre las formas de distribuci¨®n del poder sagrado (hay profundas desigualdades que afectan a seglares y mujeres), sobre las caracter¨ªsticas de la Iglesia en una sociedad de clases y, finalmente, sobre la posibilidad de transformaciones es tructurales en el seno de la Igle sia, a partir de la experiencia de miles de comunidades eclesi¨¢sticas de base y de la participaci¨®n de los oprimidos, en su mayor¨ªa cristianos, en el proceso global de liberaci¨®n. Et 15 de mayo pasado, el cardenal J. Ratzinger me envi¨® una carta de seis carillas, con cr¨ªticas al libro mencionado, que, de cualquier forma, ser¨ªan publicadas "en beneficio del pueblo de Dios". Pese a esta decisi¨®n, se me convocaba para mantener un coloquio en Roma, cuyas caracter¨ªsticas y significado no estaban en claro, ya que la carta-cr¨ªtica iba a tomar estado p¨²blico.
Fueron vanas las solicitudes de la conferencia de los obispos brasile?os, las m¨ªas personales y las del cardenal Lorscheider, que toc¨® el tema en un encuentro personal con el cardenal Ratzinger en Munich, a comienzos de julio, para realizar el coloquio en Brasil, ya que en este pa¨ªs se cuenta con una comision episcopal de doctrina bien estructurada: el encuentro deb¨ªa tener lugar en Roma, pues los procedimientos hab¨ªan sido ordenados seg¨²n los reglamentos internos del ex Santo Oficio.
La presi¨®n de los medios de comunicaci¨®n y la presencia de los cardenales Lorscheider y Arns, que me acompa?aron, determinaron que el car¨¢cter jur¨ªdico del coloquio se diluyera y ¨¦ste se convirtiera en una conversaci¨®n de esclarecimiento en los recintos del dicasterio vaticano. Ahora, luego de los sucesos, algunos puntos surgen como relevantes.
En primer lugar, pude sentir una inmensa corriente de solidaridad de millares de cristianos de mi pa¨ªs, Brasil, y del mundo entero, desde Polonia hasta Pakist¨¢n, desde cardenales hasta un grupo de prostitutas. Esta solidaridad no estaba dirigida espec¨ªficamente hacia m¨ª, sino hacia una causa: el valor de una Iglesia local, sus opciones teol¨®gico-pastorales y la legitimidad de las reflexiones que las acompa?an. Es totalmente descabellado creer que esta solidaridad es un desprecio por la figura del Papa.
La presencia de los dos cardenales y del presidente de la conferencia de los obispos brasile?os, Ivor Lorscheider, constituy¨® un hecho in¨¦dito en la historia del ex Santo Oficio. All¨ª estaban para testimoniar sobre la eclesialidad de la teolog¨ªa producida en Brasil, en Am¨¦rica Latina. Teolog¨ªa que podr¨¢ contener equ¨ªvocos y hasta errores: los equ¨ªvocos pueden ser esclarecidos, y los errores, corregidos. Sea como sea, se trata de una teolog¨ªa realizada dentro de la Iglesia y en beneficio de ella.
En segundo lugar, mi convocatoria a Roma provoc¨® un vasto proceso de concientizaci¨®n y hasta de evangelizaci¨®n, a trav¨¦s de los canales seculares, los medios de comunicaci¨®n de masas. Se capt¨® perfectamente que el problema opresi¨®n-liberaci¨®n trasciende los l¨ªmites de las igle-
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sias, que concierne a la conciencia ¨¦tica de la humanidad y representa un desafio para la concepci¨®n pol¨ªtica a nivel mundial.
La teolog¨ªa de la liberaci¨®n, dentro del campo religioso, procur¨® encontrar respuestas pr¨¢cticas y te¨®ricas para este grav¨ªsimo problema. Para muchos, el cristianismo gan¨® en credibilidad: sirvi¨® de conducto para el grito de los oprimidos, que encontraron en el seno de las iglesias espacios que necesitaban para humanizarse, para una transformaci¨®n social. El cristianismo puede ser un factor de cambio y de liberaci¨®n.
Finalmente, pudieron percibirse los l¨ªmites y debilidades de las instancias eclesi¨¢sticas, responsables de la rectitud de la doctrina, de protegerla y promoverla. Como muy bien dec¨ªa, en los d¨ªas de mis tribulaciones romanas, el sabio Yves Congar en un art¨ªculo aparecido el 8 de septiembre en La Croix. El carisma del poder central, seg¨²n Congar, consiste en no poseer ninguna duda. Ahora bien, no tener ninguna duda sobre uno mismo es, al mismo tiempo, terrible y magn¨ªfico. Es magn¨ªfico porque el carisma del centro consiste precisamente en permanecer firme cuando todo a su alrededor vacila. Y es terrible porque en Roma hay hombres que tienen limitaciones: en su inteligencia, en su vocabulario, en sus referencias y en su perspectiva de visi¨®n.
Estas limitaciones se hicieron evidentes con la publicaci¨®n del documento sobre la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, registrada durante el per¨ªodo de mi estancia en Roma. Pero, a pesar de ellas, no nos cabe ver como grandes inquisidores a las autoridades que all¨ª laboran concienzudamente. Se trata de personas que, dentro de l¨ªmites humanos (y, a pesar de ellos), procuran conservar el dep¨®sito de la fe en su total integridad, as¨ª como los te¨®logos, con similar fidelidad, tratan de profundizarlo y de expresarlo en una forma que pueda generar un sentido trascendente, a ojos de los hombres de hoy, en el contexto del Tercer Mundo, de una forma de liberaci¨®n integral a la luz de la fe.
Fui a Roma como te¨®logo cat¨®lico. Regres¨¦ como te¨®logo cat¨®lico. Espero continuar mi ministerio y reflexi¨®n en el interior de la Iglesia.
Parafraseando al mayor poeta de Am¨¦rica Latina, Pablo Neruda, dir¨ªa, con intenci¨®n humilde, que es memorable y desgarrador para un te¨®logo haber encarnado por un instante, a ojos de quienes buscan la liberaci¨®n, la esperanza y el destino de la fe cristiana por los caminos de los oprimidos.
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