La 'guerra de las galaxias'
EN SU famoso discurso del 23 de marzo de 1983, Ronald Reagan bautiz¨® con el nombre expresivo de guerra de las galaxias una nueva dimensi¨®n de la estrategia militar, consistente en utilizar el cosmos, no ya para fines de observaci¨®n y espionaje (lo que llevan haciendo la URSS y EE UU desde hace a?os), sino para colocar en ¨¦l instrumentos destructivos susceptibles de modificar los actuales equilibrios militares y las condiciones de una guerra nuclear. En enero de este a?o, Reagan firm¨® la Directiva 119, que pone en marcha formalmente el llamado programa de defensa estrat¨¦gica. Estas medidas internas coinciden con la actitud adoptada por las delegaciones norteamericanas en diversos foros internacionales, contraria a que se proh¨ªba mediante textos internacionales la militarizaci¨®n del cosmos. Los principales objetivos de dicho programa son los veh¨ªculos espaciales pilotados y reutilizables; se calcula que aproximadamente el 30% de las operaciones Shuttle en los pr¨®ximos a?os tendr¨¢n un car¨¢cter militar. Pero el aspecto m¨¢s nuevo y desestabilizador de estos proyectos es el programa de creaci¨®n de un sistema de destrucci¨®n de misiles enemigos, utilizando desde los rayos l¨¢ser hasta los misiles antimisiles.Sobre los planes correspondientes que la URSS est¨¢, sin duda, estudiando, o poniendo en marcha, se sabe muy poco, salvo las pruebas de veh¨ªculos espaciales pilotados. Pero hay un aspecto pol¨ªtico que ha aparecido con toda claridad en los debates internacionales, sobre todo en el ¨²ltimo a?o: los sovi¨¦ticos est¨¢n obsesionados por ese peligro de militarizaci¨®n del espacio. Probablemente se sienten muy retrasados en ese terreno, cient¨ªfica y tecnol¨®gicamente; pero, adem¨¢s, una carrera de esos nuevos armamentos espaciales representar¨ªa costes tan gigantescos que podr¨ªan tener efectos definitivamente perturbadores en la castigada situaci¨®n econ¨®mica sovi¨¦tica. Si la URSS ha dejado de lado sus condiciones previas referentes a los euromisiles, para concordar la pr¨®xima conversaci¨®n Shultz-Gromiko, es en gran parte porque trata de lograr resultados en la cuesti¨®n del espacio.
La guerra de las galaxias est¨¢ encontrando una oposici¨®n neta entre diversos miembros de la OTAN, empezando por el Reino Unido y Francia. Margaret Thatcher y Fran?ois Mitterrand lo han dicho expl¨ªcitamente. Hac¨ªa mucho tiempo que una tal diferencia no suced¨ªa en el seno de la Alianza. La l¨®gica de estas actitudes responde, por un lado, a que las armas disuasorias francesas y brit¨¢nicas perder¨ªan raz¨®n de ser. Pero tambi¨¦n a que, de llevarse a cabo los planes norteamericanos, los presupuestos de la defensa de Europa por la OTAN quedar¨ªan anulados: en tal hip¨®tesis, tendr¨ªamos un EE UU protegido contra eventuales ataques nucleares y una Europa indefensa. Esta cuesti¨®n ha estado en el trasfondo del ambiente favorable que ha caracterizado la visita de Gorbachov a Londres, y de su coincidencia con Thatcher en el tema de la militarizaci¨®n del cosmos.
Existe tal vez otro aspecto esencial: la fuerte oposici¨®n en el propio EE UU, que desborda ampliamente las corrientes pacifistas. C¨ªrculos cient¨ªficos del m¨¢ximo prestigio consideran irreal el proyecto de un escudo antimisiles; piensan que tendr¨ªa, en cualquier caso, agujeros suficientes para que se produjese el aniquilamiento de Estados Unidos. Personalidades relevantes, como el antiguo secretario de Defensa Robert McNamara, opinan que dicho programa desestabilizar¨ªa radicalmente la situaci¨®n internacional y enterrar¨ªa toda posible negociaci¨®n de desarme. M¨¢s importante a¨²n es la contradicci¨®n sobre este tema entre la Secretar¨ªa de Estado y la de Defensa. La primera considera que el programa de las estrellas es -por emplear las palabras de The New York Times- "un instrumento de regateo" con la URSS. La segunda se opone a cualquier negociaci¨®n que limite la realizaci¨®n de dicho programa. Falta por ver cu¨¢l de las dos actitudes prevalecer¨¢. Que Reagan haya designado a Shultz y Nitze para Ginebra es una indicaci¨®n positiva; pero s¨®lo un paso inicial. El futuro est¨¢ aun cargado de amenazas.
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