La jungla del ¨¦ter espa?ol
El caos de las ondas que ha caracterizado hist¨®ricamente a la radio espa?ola desde la d¨¦cada de los veinte se ha trasladado en los ¨²ltimos a?os a la banda de frecuencia modulada. La proliferaci¨®n de radios piratas y libres y la utilizaci¨®n de potencias excesivas por parte de algunas radios privadas y de emisoras de la propia Administraci¨®n han convertido el dial en una selva donde impera la ley del m¨¢s fuerte. Seg¨²n el autor de este art¨ªculo, la responsabilidad hist¨®rica de este caos, de la que no escapan los actuales gobernantes, cabe atribuirla a la Administraci¨®n, que debe decidirse de una vez a regular la banda de frecuencia modulada de forma definitiva y establecer el marco legislativo preciso para ello.
La conferencia de la UIT en Ginebra ha otorgado a Espa?a 2.104 nuevos puntos de emisi¨®n en frecuencia modulada. Estas nuevas frecuencias para la radiodifusi¨®n en FM se ubican en las zonas de nuestro estado limitrofes con otros territorios nacionales, lo que equivale a decir que en el resto de? pa¨ªs se pueden otorgar muchos puntos m¨¢s de emisi¨®n.Esta informaci¨®n obliga a resituar el reciente debate generado en Espa?a en torno a la guerra de ondas y las radios libres.
Hay que extraer inmediatamente una primera consecuencia: hay aire para todos. Y pese a ello, no era alarmista la denuncia de una situaci¨®n de caos en el ¨¦ter espa?ol.
En las zonas de alta concentraci¨®n urbana, el uso irresponsable de un bien p¨²blico y limitado aunque amplio, como es el espacio electromagn¨¦tico, crea un aut¨¦ntico caos que imposibilita la audici¨®n radiof¨®nica en condiciones aceptables. La ley del m¨¢s fuerte se ha convertido en la ¨²nica regla que ha inspirado el desarrollo de la radiodifusi¨®n en los ¨²ltimos a?os.
La Administraci¨®n, las sucesivas Administraciones, tienen la mayor cuota de responsabilidad en este problema. Desde el inicio de la radiodifusi¨®n en los a?os veinte, el Estado se manifest¨® incapaz de desarrollar en orden nuestra radio. Esta incapacidad ha llegado hasta nuestros d¨ªas y puede decirse que no hay un marco legislativo di¨¢fano que contemple el desarrollo del sistema radiof¨®nico en su conjunto.
La d¨¦cada de los treinta se caracteriza por la incapacidad del Estado para organizar el servicio p¨²blico de radiodifusi¨®n, pese a los sucesivos intentos que no llegan a cuajar. En su ausencia, la iniciativa privada asume esa responsabilidad en un marco de provisionalidad permanente que genera un desarrollo desigual de la radio espa?ola.
Cada nuevo intento del Estado por normalizar el sector produce una nueva reglamentaci¨®n, que se suma a las anteriores sin derogarlas, lo que da como resultado una legislaci¨®n de aluvi¨®n que propicia el caos.
Tras la guerra civil se produce un reparto del pastel radiof¨®nico para satisfacer los intentos de los diferentes grupos ideol¨®gicos y econ¨®micos que soportan el r¨¦gimen. Se configura un sistema mixto de radiodifusi¨®n en onda media, en el que convive la radio p¨²blica y la iniciativa privada, que profundiza el caos al no atenerse a ninguna de las normas internacionales de distribuci¨®n de frecuencias. La utilizaci¨®n de precarias instalaciones t¨¦cnicas y el abuso de puntos de emisi¨®n producen constantes invasiones e interferencias en el espacio radioel¨¦ctrico internacional.
Mediada la d¨¦cada de los setenta, con la transici¨®n democr¨¢tica, Espa?a debe integrarse al concierto internacional, tambi¨¦n en el terreno radiof¨®nico, y debe atenerse a los acuerdos de distribuci¨®n de frecuencias. Era. el momento de la racionalizaci¨®n. Pero fue tambi¨¦n una ocasi¨®n perdida. Para mantener todos los intereses creados, la adecuaci¨®n a los acuerdos internacionales se realiza de forma sui generis.
Se utilizan las frecuencias y potencias atribuidas a Espa?a, pero en lugar de reducir las emisoras y aumentar la potencia se opta por mantener la mayor¨ªa. Si las normas internacionales nos destinaban para la frecuencia X, Y kilovatios de potencia, se respetaba la regla pero con una peque?a treta. La frecuencia X se ubicaba en puntos geogr¨¢ficos distanciados y se repart¨ªa la potencia Y otorgada. De esta forma se daba satisfacci¨®n a todos los intereses creados al precio de tener una radiodifusi¨®n en OM que se puede calificar de "juguete".
La picaresca de las ondas
As¨ª, en lugar de disponer de pocas emisoras con mucha potencia, se tienen muchas emisoras de poca potencia y, consecuentemente, a las horas de mejor propagaci¨®n, las nocturnas, se hace extremadamente dif¨ªcil la sintonizaci¨®n de nuestras estaciones que se ven invadidas por otras frecuencias lim¨ªtrofes a las suyas utilizadas por las estaciones internacionales que emiten con gran potencia. Y ah¨ª se inicia la picaresca, el aumento de las potencias autorizadas y la desviaci¨®n en el dial a la busca desesperada de un punto donde hacerse o¨ªr.
En el terreno de la FM se sigue un camino paralelo e igualmente ca¨®tico. En 1964 se obliga por decreto a las estaciones de OM a instalar tambi¨¦n emisoras de FM en la perspectiva de abandonar progresivamente el dial de la OM, lo que nunca llega a ocurrir. Ah¨ª se cimentan las bases del relativo caos que ahora vivimos.
Iniciada la transici¨®n democr¨¢tica, se produce en nuestro pa¨ªs una explosi¨®n de vitalidad social que se traduce en la aparici¨®n de vigorosos movimientos sociales. Ecologistas, feministas, antimilitaristas, gay, objetores de conciencia, asociaciones de vecinos, etc¨¦tera, irrumpen en la escena generando necesidades de comunicaci¨®n que los grandes medios no satisfacen. A la b¨²squeda de canales de expresi¨®n eficaces, estos grupos recalan en la FM como soporte privilegiado y dan vida al movimiento de radios libres que se inicia en 1978 con el nacimiento de Ona Lliure (Onda Libre) en Barcelona.
Su ¨²nica cobertura legal es el art¨ªculo 20 de la Constituci¨®n que garantiza el derecho de los ciudadanos a expresarse libremente a trav¨¦s de cualquier medio. Ante el vac¨ªo legal, la Administraci¨®n reacciona virulentamente y propicia repetidos cierres por la v¨ªa ejecutiva.
Las nuevas licencias de FM
Paralelamente, se dota de un instrumento legal mediante el decreto de 18 de julio de 1979 por el que se establece el plan transitorio de FM. El decreto responde a los intereses privados y tiene una clara intencionalidad de abortar el incipiente movimiento de las radios libres.
Mediante este decreto se conceden nuevas licencias para la explotaci¨®n comercial de estaciones de FM., Las licencias refuerzan las cadenas ya existentes y dan entrada en la escena radiof¨®nica a nuevos grupos con vocaci¨®n multimedia, que preparan as¨ª el desembarco en la televisi¨®n privada. Se alimenta un proceso de concentraci¨®n que la propia din¨¢mica del mercado se encarga de materializar.
La mayor¨ªa de las nuevas emisoras se agrupan en grandes cadenas, que repiten el modelo de la OM, o se afilian a la radiof¨®rmula estableciendo la competencia en el terreno conocido sin arriesgarse a ninguna innovaci¨®n. La lucha por atribuirse un fragmento del pastel publicitario no repara en medios y se desencadena una guerra sin cuartel cuyas principales consecuencias son: una carrera de potencias y frecuencias que vulnera las concesiones otorgadas y crea el caos que ahora padecemos, y una estandarizaci¨®n progresiva del producto radiof¨®nico.
Las pocas iniciativas con voluntad innovadora sobreviven con dificultades y otras abandonaron el camino poco despu¨¦s de iniciado, como en el caso de Radio-16 absorbida por Radio Minuto.
El mercado publicitario radiof¨®nico es limitado y tal como preve¨ªamos no pod¨ªa alimentar una tal proliferaci¨®n de emisoras, lo que ha provocado los necesarios reajustes de concentraci¨®n cuyo m¨¢ximo ¨ªndice es la reciente compra de las acciones de Radio 80 por Antena 3, o lo que es lo mismo, su fusi¨®n.
En este contexto no se puede responsabilizar a las radios libres de provocar el caos. Una treintena de estas estaciones representa una ¨ªnfima parte de la radiodifusi¨®n espa?ola.
Las radios libres surgen como respuesta a las necesidades objetivas de comunicaci¨®n de diferentes movimientos sociales que no se ve¨ªan satisfechas por los medios existentes. La multiplicaci¨®n, posterior de emisoras comerciales de FM no dio satisfacci¨®n, tampoco, a esas necesidades. Al contrario, con la profundizaci¨®n
La jungla del ¨¦ter espa?ol
del modelo de radiodifusi¨®n de grandes cadenas se desatienden las necesidades de expresi¨®n de los ¨¢mbitos reducidos en lo territorial y/o en lo social.Persisten as¨ª las bolsas incomunicadas cuyas actividades y cuyos protagonistas no tienen acceso a los grandes medios. Es estructuralmente imposible. La premisa de dar la palabra a la gente que orienta al movimiento de radios libres sigue siendo, pues, tan v¨¢lida como hace seis a?os. De lo contrario los sujetos sociales recluidos en esas bolsas, y generalmente alejados de los canales de mediaci¨®n pol¨ªtica, s¨®lo se expresan en los conflictos, lo que contribuye a estigmatizar su discurso en t¨¦rminos de desviaci¨®n.
La actividad de las radios libres, aqu¨ª como en el resto del mundo, sigue un desarrollo paralelo a la vida de los movimientos y los conflictos sociales, provocando procesos de participaci¨®n creativa en la generaci¨®n de una identidad cultural propia que contrarresta la tendencia uniformizadora de los productos de las industrias culturales internacionales y distribuidos por los grandes medios.
Por otra parte, estos procesos de apropiaci¨®n popular de la tecnolog¨ªa han promovido en todo el mundo una renovaci¨®n de la radiodifusi¨®n en su conjunto y son un ¨¢mbito privilegiado para la experimentaci¨®n social.
Deben diferenciarse con precisi¨®n estas iniciativas, que buscan la rentabilidad social del medio y se niegan rotundamente a la utilizaci¨®n de la publicidad, de aquellas otras que, al socaire de este movimiento, irrumpen ilegalmente en la escena radiof¨®nica con un claro af¨¢n de lucro y entrando en la desaforada guerra de potencias que colabora a la extensi¨®n del caos del ¨¦ter espa?ol.
Competencia desleal
Dig¨¢moslo sin ambages: las radios piratas no son radios libres. De poco sirve la autojustificaci¨®n de los piratas del ¨¦ter cuando aseguran que s¨®lo tienen un 1% de publicidad. No tienen m¨¢s porque el mercado no se la ofrece y su actividad puede calificarse de competencia desleal frente a las otras radios comerciales, que funcionan con las pertinentes concesiones y someti¨¦ndose a las reglas del juego establecidas en el mundo empresarial.
Las radios libres no dejan lugar a dudas. No son piratas porque no persiguen una rentabilidad econ¨®mica y porque, hasta en tiempos m¨¢s dif¨ªciles, han estado siempre abiertas al p¨²blico, estrechamente imbricadas en el tejido social del que son expresi¨®n. S¨®lo as¨ª pueden justificar su existencia y convertir a los actores sociales en autores de su propio discurso.
La Administraci¨®n tiene ahora un gran envite. No caben m¨¢s dilaciones. Es urgente una regulaci¨®n definitiva de la banda de frecuencia modulada que termine con el caos actual, del que es tan responsable como las empresas privadas y p¨²blicas del sector o los piratas.
Tal regulaci¨®n debe garantizar la existencia de las iniciativas populares de comunicaci¨®n que buscan una rentabilidad social de la radio, sean las radios libres o las radios municipales. De la misma manera debe garantizar las condiciones de desarrollo de las iniciativas comerciales que eliminen la guerra de ondas que amenaza con convertir definitivamente nuestro ¨¦ter en una jungla.
es profesor de Radio y Televisi¨®n de la universidad Aut¨®noma de Barcelona. Es autor de los libros Las radios libres y Estructura de la informaci¨®n radiof¨®nica.
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