El A?o de la Juventud
LA PROCLAMACI¨®N internacional del a?o que comienza como A?o de la Juventud presenta el riesgo contempor¨¢neo de que todo se resuelva en espect¨¢culos, salones, peque?os halagos y pol¨ªticas de prestigio. Ser¨¢ ¨²til en cuanto, sali¨¦ndose de ello, ayude a abordar y a comprender un conjunto de situaciones bastante mezcladas. A partir de las definiciones mismas de lo que pueda ser hoy la juventud.Parece que en todo el mundo se plantea un rasgo com¨²n: cada vez es menos diferenciada la masa juvenil de los que puedan llamarse adultos, y esto se revela desde hechos legales -la reducci¨®n de la edad de la mayor¨ªa y de la penal-, hasta fisiol¨®gicos, en cuanto son mensurables -el adelanto de la pubertad en la mujer- El sistema antiguo por el cual la juventud pod¨ªa mantenerse relativamente aislada, minorizada y tutelada, en lo que se supon¨ªa que era un per¨ªodo de preparaci¨®n para la vida real, ha quebrado. Su nueva independencia, su asunci¨®n de costumbres reservadas antes para las clases adultas, su condici¨®n consumidora, su peso electoral alteran todos los c¨¢lculos.De esta participaci¨®n mayor en la sociedad general se derivan dos cuestiones: una, que manteniendo a¨²n algunos de sus problemas espec¨ªficos de desarrollo y preparaci¨®n, y de incertidumbre propia para la toma de posiciones definitivas, asume la mayor¨ªa de los problemas de la sociedad que la contiene. Otra, la resistencia de la sociedad adulta establecida a lo que ve, por una parte, como rebeli¨®n, y por otra, como concurrencia.
En nuestra sociedad, la juventud participa por primera vez directamente, y no a trav¨¦s de la capa protectora familiar, de la crisis econ¨®mica y su secuela del desempleo, de la inseguridad de ideolog¨ªas y creencias, de la indefinici¨®n del futuro. Hay tres problemo esenciales y espec¨ªficos: el paro, la educaci¨®n y la droga. El paro es una cuesti¨®n general, pero agudizada en ese sector. Entrados en la vida por el uso de sus costumbres, de su cuerpo y de su independencia con respecto a antiguas f¨®rmulas de autoridad, y por el derecho al voto, los j¨®venes se encuentran incapaces de participar por el trabajo y, por tanto, de asegurar sus nuevas libertades por la independencia econ¨®mica. La alteraci¨®n psicol¨®gica que puede producir esa situaci¨®n es grave: no pueden renunciar a la nueva independencia, pero no pueden sustentarla por s¨ª mismos. Esto puede llevar a radicalizaciones de violencia de muy distintos estilos, desde el extremismo pol¨ªtico a la de mero comportamiento. Responder con la represi¨®n es simplemente absurdo.
Ante la educaci¨®n, los j¨®venes -sus v¨ªctimas- no pueden tener m¨¢s que formas de perplejidad. Asistir a la pelea entre adultos instituidos por su manera de ser culturizados no puede tranquilizarles. La lucha entre asociaciones familiares y grupos ministeriales, entre confesionales y laicos, se est¨¢ desarrollando entre adultos y grupos de inter¨¦s econ¨®mico, mientras los planes de ense?anza, el acceso a ella con la igualdad de oportunidades, la calidad de las materias parecen olvidarse. Una gran parte de los j¨®venes que se incluyen desde el principio de la edad escolar hasta la salida de las facultades ve con asombro la antig¨¹edad de sus asignaturas y de las materias, que no responden a la vida cotidiana que practican ya. El aprendizaje por absorci¨®n, por ¨®smosis, se ha multiplicado infinitas veces con respecto al que experimentaron sus padres y sus abuelos, y, sin embargo, puede estar en contradicci¨®n con el de las aulas.
En cuanto a la droga, cualquier peri¨®dico de cualquier d¨ªa nos muestra c¨®mo en el origen est¨¢n los adultos, y qu¨¦ adultos. El gran tr¨¢fico no es cosa de ni?os. Lo que s¨ª nos debe preocupar es la raz¨®n, el origen del consumo infantil y juveniL
Se podr¨¢ decir que es fruto de la falta de abrigo y cuidado anterior; parece m¨¢s bien consecuencia del contraste entre las promesas de independencia y la incapacidad de realizarla enteramente. Fen¨®menos como el del pasotismo, la pereza, el abandono y la peque?a delincuencia -o gran delincuencia, en algunos casos- son consecuencia de esa situaci¨®n general.
M¨²sica y juguetes, entradas a mitad de precio y ¨¦xposiciones triunfalistas apenas tienen nada que ver con esta cuesti¨®n. El sistema de pan y circo -caricaturizado en Espa?a como "pan y toros"- ni siquiera es ya eficaz para distraer a este pueblo nuevo incorporado a nuestra sociedad. La creaci¨®n de trabajo, de acceso al aprendizaje, de primeros empleos, y la fabricaci¨®n de una ense?anza racional son cuestiones de primer¨ªsimo orden, dentro de la comprensi¨®n de que las barreras entre adultos y j¨®venes caen velozmente. Basta de seminarios, sesiones de estudio e informes sobre la situaci¨®n: se requieren medidas concretas y avanzadas que tiendan a atajar lo que ya se sabe. S¨®lo con ellas ser¨¢ relativamente ¨²til la celebraci¨®n del A?o de la Juventud.
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